Hay dos grandes sistemas mitológicos que han impactado a la humanidad; incluso hoy en día lo hacen, a pesar de que muchos reniegan de relación alguna con cualquier religión o creencia. Se trata de las mitologías griega y judía. La primera impactó nuestra imaginación y forma de pensar; mientras tanto, la segunda nuestro sistema de creencias, a tal punto que hoy podríamos preguntarnos: “¿La teoría del Big Bang (la creación del universo a partir de un punto de energía y masa infinita), no tiene mucho de los primeros versículos del génesis?” Es imposible escapar a las creencias y pensamientos que han moldeado a la humanidad a través del tiempo, por más tecnológicos y racionales que nos sepamos.
Tribulaciones de un fariseo, libro de Álvaro Baltazar Chanona Yza, abreva de la tradición judía, y nos recalca su importancia para enfrentarnos a la memoria histórica del siglo XX, nuestro pasado inmediato. El libro se divide en varias secciones: “Los muros cansados de Alepo”, “Shoah”, “Tribulaciones de un fariseo” y “Singladura”. Por el espacio de hoy me limitaré a concentrar mis esfuerzos en las primeras tres secciones dejando la última para que el lector descubra la relación del mar con el desierto reflexivo construido por Chanona en su poemario.
“Los muros cansados de Alepo” y “Shoah” son dos secciones hermanas, ambas intentan trabajar con sucesos históricos: la crisis Siria, el conflicto contemporáneo mundial con más personas desplazadas, y el Holocausto judío acaecido durante la Segunda Guerra Mundial. Chanona pone ante el espejo al pueblo judío: en Siria es el victimario, mientras que en Alemania la víctima. La historia juega un papel muy importante en los poemas, es la ventana desde la cual observa a los judíos. Mediante la poesía logra darles voz y cuerpo a trágicos personajes:
Ahmad es mi nombre
tengo once años
solo puedo mover bien
un brazo y una pierna
antes podía vestirme por mí mismo
ahora no puedo.
Fui a comprar
y me dispararon
La suma de toda la primera sección es una reunión de voces, como si un pequeño pueblo hablara en la poesía:
¿Dónde llorarán ahora
mi tía, mi hermana
y toda Siria?
Cuando el autor toma una serie de personajes y los pone a funcionar en determinado momento histórico, se encuentra indagando en la dialéctica amo-esclavo que el pueblo judío ha sufrido en diferentes momentos. La dialéctica amo / esclavo, interpretada de Hegel por Alexandre Kojeve, propone el origen de la historia. En primera, el origen de la historia es el origen de las relaciones humanas.
La historia comienza cuando dos consciencias se confrontan y desean someter al otro a su voluntad. Este enfrentamiento terminará en que una de las dos consciencias ceda. El deseo de uno fue más fuerte al del otro. Nace así la relación amo / esclavo. El esclavo terminará por trabajar la tierra para el amo, mientras este cosechará los frutos del otro desdichado.
No hay lugar para ellos
en los campos de los trabajos forzados
hacia los crematorios
de la humanidad aria
los conduce obediente Caín
con su uniforme negro
recién planchado
de la Waffen SS.
Tal como en la primera sección, en “Shoah” el poeta le da forma a la historia por medio de diversos testimonios. Nunca conocemos el nombre de ningún personaje, puesto que son aplastados por el peso de la historia, es decir, que perdieron su identidad:
Un teniente de la Gestapo
en mi expediente escribe:
nombre desconocido
lugar de origen desconocido
químico graduado con honores
con altas calificaciones
en uno de mis brazos:
ciento setenta y cuatro mil
quinientos diecisiete.
“Shoah”, además de ser una crónica en verso, es la inteligente unión de mitos judeocristianos con el momento histórico. Así lo deja entrever en el poema marcado con la letra i, en el cual compara los soldados nazis con los de Herodes el Grande, y a sus líderes intelectuales con los falsos profetas de Baal y Asera; no obstante, en el siguiente poema vemos aparecer el nombre de Goebbels relacionado con Belcebú y los monstruos de Gomorra. Al final del poema se revela una preocupación mayor: la ausencia de Dios.
Escúchame, Señor, ya no puede mi grito
ser más fuerte…
No es el lugar común de los guiones cinematográficos que nos pintan el dolor en los campos de exterminio, donde el espectador concluye que el pueblo judío ha perdido toda esperanza y a la deidad no le interesa su destino. Más bien se trata de una doble lectura: la primera viene del Nuevo Testamento; cuando Cristo es crucificado dice: Elí, Elí, lama sabactaní. Hay en esa oración un reconocimiento de humanidad pura, que nace del dolor. La segunda, la podemos extraer observando nuestra actualidad. No sólo los objetos que construye el ser humano se desgastan, también los símbolos, ideologías y creencia. Entonces, este pequeño pasaje que Chanona pone en boca de los judíos es eso, el desgaste de los símbolos que sostienen una religión ya milenaria.
La tercera parte le da nombre al libro y detenta su tono más personal, no sólo por estar escrita en primera persona, sino porque el autor reflexiona “en solitario” sobre su ascendencia judía:
Convertido en un eremita
sin memoria
que no sabe vestirse
sobre una gran mancha de orina:
¿Por qué me llevas, Señor,
a dónde no puedes protegerme?
Confieso que robé
los tesoros del templo
que cometí sodomía y adulterio
con la mujer de mi hermano
Para construir “Tribulaciones de un fariseo” el autor recupera la figura del eremita o ermitaño bajo el nombre de los fariseos (los judíos más rigurosos en seguir la religión). El ermitaño es importante para la tradición judeocristiana, en cuanto a que deja la corrupción y los placeres de la ciudad y se sumerge en el desierto, espacio en blanco, reflexivo. El desierto es lugar de metamorfosis: Moisés, Cristo, San Antonio Abad, son algunos de los nombres que abandonaron la ciudad, se refugiaron en “el desierto” y fueron transformados. La transformación vivida por el fariseo consiste en varios procesos: la reafirmación de sus creencias:
No comeré carne de cerdo
guardaré los sábados
con las pocas cosas
que aún tengo de valor
beberé agua en ayunas
me sentaré en la mesa
de los justos y arrepentidos.
La indagación sobre el pasado personal que concluye en la clausura de éste:
Así tomé la decisión
de no volver a buscar
a mi madre
hasta el final
de los tiempos…
Y también la reflexión en torno de sí mismo sacando a la luz los errores cometidos en la vida: No sé pedir disculpas / por todo lo que hice / en nombre de la arrogancia. Finalmente, comprendemos que este desierto a donde se ha refugiado el fariseo es el de la poesía. La poesía por sí misma es sustancia de transformación. Uno se enfrenta a su interioridad que busca salir a flote y mostrarnos quienes somos en verdad.
La poesía es, ya de por sí, un viaje órfico: los significados de las palabras se transforman a lo largo del viaje, y como la consciencia humana es lenguaje, termina cambiando algo de ella. Sin embargo, el razonamiento en torno de las palabras coloca al fariseo en un estado de reconocimiento de crisis. Acaso la historia, y todo lo que el pueblo judío ha sufrido en ella, sea demasiada, y de verdad haya razón en lo dicho por Theodor Adorno: No se puede escribir poesía después de Auschwitz, o sí se puede, pero siempre nos lleva al mismo lugar: el desgaste de los símbolos y las creencias, la proverbial muerte de la palabra:
Entre tantos escombros
doy palos de ciego
mi cuerpo mutilado recoge
su única herencia:
estas palabras vacías
ya pronunciadas por otros
estas palabras
que no tienen sentido
que huelen a salitre
a carne disecada
desarticulada
ya paralítica…