“La música, cuando va acompañada de una idea placentera, es poesía”. Edgar Allan Poe
Entre los días trece al dieciséis de diciembre de 2018, la Sinfónica de Yucatán cerró una temporada de presentaciones excelentes. Otra vez tuvo la grata participación del Taller de Ópera de Yucatán para la interpretación de “Carmina Burana”, obra cantada y orquestada cuya fama es comparable al “Lago de los Cisnes” y a “El Mesías” de Haendel. Con este arsenal de talento, el maestro Juan Carlos Lomónaco unificó los criterios de unos desconocidos monjes errabundos del siglo trece con las secuencias armónicas de su tocayo Carl Orff, compositor alemán testigo de las dos guerras mundiales.
Una oda a los placeres mundanos, discernida con una filosofía que preserva su vigencia hasta hoy, es el ideario con que Orff se alza y trabaja una concatenación de ritmos y versos. Basado en sus dotes de pedagogo, se dedicó a encuadrar musicalmente los tales poemas -o cánticos- que languidecían al paso de los siglos. Descubiertos en un monasterio de Baviera hace más de doscientos años, fueron varias veces editados, con profusión de traducciones desde el latín, el francés y el alemán antiguo. La versión de Johann Schmeller, realizada hacia 1847, fue la que enganchó al compositor. La exuberancia de su contenido, una confrontación abierta a la mojigatería de hace un siglo fue un atizador para ponerle música y lanzarlo al viento. Con esquemas armónicos sencillos y el acento ostentoso de las percusiones logró el marco perfecto.
Pidió a los metales y al coro -portentoso- una grandilocuencia de picardía y castidad combinadas de lo más normal, como cuando las voces blancas -voces de niños- entonan en elegía que el amor revuela prendido por el placer en un latín que disimula el contexto general de todo ese discurso. La creación de Orff tiene más energía de Rock y menos estándares de música académica como se pudiera esperar. Se nutre de Stravinsky tomando prestadas algunas de sus ideas, lo que considerando su época, era el lenguaje novedoso con el que buscó divertir e impactar y lo logró.
La sinfónica mezclada con el coro prácticamente no cabía en el iluminado escenario. No por cuestiones físicas, sino por intensidad musical. Desde el acorde inicial de “O Fortuna”, las canciones profanas pronunciadas con excelencia milimétrica llevaron una secuencia ininterrumpida narrando las emociones y el sentimiento de los entregados al vino y a la corte amorosa. El complejo vocal en pleno hizo una versión de nivel muy bueno, a veces intercalando contestaciones al tenor Miguel Mena, a la soprano Anabel de la Mora o al barítono Enrique Ángeles. Los tres, en sus momentos de solistas, ganaron el aplauso que llegaría en el momento adecuado, hacia el final de la presentación.
Las voluntades y el talento invertidos por el Taller de Ópera ensayando cada detalle, tuvo un final feliz. María Eugenia Guerrero, su directora, es profunda versada de un oficio que nada tiene de sencillo. Moldear todas aquellas voces, sección tras sección, algunas experimentadas, otras no tanto, es una tarea que puede avasallar la paciencia. El montaje de entonación, pronunciación y matices hacen de la labor coral un aprendizaje constante y un redescubrimiento del amor a la música. Sus instrumentos, a diferencia de los que son sinfónica, no son mecánicos sino implícitos en la fragilidad del organismo. Entonces, vale la pena reconocer el esmero puesto en esta como en ocasiones anteriores, ganándose el aplauso compartido con la OSY, en un estimulante momento musical que muchos esperamos se repita.
El unísono de voces e instrumentos permitió una demostración de “Carmina Burana” que nada pide a puestas similares en otros lugares del mundo. Se pudiera hablar del mensaje escrito -como gritando la humanidad- de quien vivió hace muchos siglos y que en todo se parece al hombre y a la mujer de hoy. Se pudiera señalar lo rico de mezclar poesía y armonías, salvando las barreras del tiempo. Pero ante todo, hay qué decir que la música es un arte que solo se puede vivir cuando se crea. Y la experiencia, vivida ante una interpretación semejante, explica la buena “O Fortuna” de tener este nivel de excelencia en Yucatán. Tanta gente puesta en pie, vitoreando y aplaudiendo, lo comprueba. Magna forma de cerrar un ciclo… ¡Bravo!
Aquí te dejamos la grabación del concierto en vivo cortesía de la OSY:
https://www.facebook.com/OrquestaSinfonicadeYucatan/videos/516309372209061/