Basulto dirigió a la OSY y presentó una composición propia

En su crónica del concierto del viernes con la Orquesta Sinfónica de Yucatán, Diego Elizarraraz comenta la obra "Personas invisibles", la cual fue interpretada por el conjunto y dirigida por su propio autor, Alejandro Basulto, quien fungió como compositor y director huésped. ¡Bravo...!

Las obras que escuchamos el viernes 14 de junio de 2024, bajo la elegante dirección del joven compositor y director Alejandro Basulto aludieron, entre otros fascinantes tópicos, a múltiples regiones de este planeta que habitamos. Un inicio que dejó claro de qué iba a ir el concierto. La Suite de Canciones Folclóricas Inglesas de R.V. Williams, un diáfano elogio a la banda militar, permitió a la Orquesta Sinfónica de Yucatán elevarnos por el robusto y dinámicamente pesado decurso rítmico que, salvo el dúo de maderas en el intermezzo My Bonny Boy, se abre sin grandes resistencias a la escucha.

En la marcha inicial Seventeen Come Sunday, casi pude imaginar el disfrute de todo percusionista que le toca interpretar esa ‘manta rítmica’ en fortísimo para la tarola que, junto con los platillos y demás alientos, sirve como cimiento para la irrupción del espacio por parte de los metales liderando el segundo tema de este primer movimiento con la gigantesca masa sonora de la que los trombones son capaces. Lo que parece ser ya un clásico para el repertorio de banda militar termina con la visible línea tímbrica y formal que conecta la marcha inicial con la final: Folk Songs from Somerset. En cuanto a la dirección, parece evidente – y se escucha –, el sensato y practicado saber del director sobre las jerarquías orquestales. ¡Bravo!

El yucateco intervino brevemente antes de la interpretación de Personas Invisibles, obra de su autoría, para elaborar sobre el origen de esta interesante pieza orquestal suya – que cuenta fue inspirada por el testimonio de una refugiada transgénero salvadoreña en Estados Unidos –. Tomando sus palabras, me dispuse a elucubrar sobre la arquitectura de la obra mientras mi escucha anotaba las evocaciones y referencias que me reflejaba escucharle. La lógica compositiva parece servirse del relato y nada mejor que configuraciones orquestales consistentes para producir afectos y detonar emociones. El fugado y abrupto inicio se extendió en un misterioso y oscuro tratamiento de la cuerda – que evoca un poco a Haas[1]–, mientras la melodía juega a esconderse y a aparecer entre los corolarios de los alientos y el bajo, a manera de contracanto, en la cuerda grave.

A esto le siguió un balanceado intercambio de jocosos gestos al ritmo de la melodía con potentes y vertiginosos devenires rítmico-armónicos – muy al estilo de Shostakovich, en mi opinión–. Estos devenires concluyeron con un zénit dinámico enmarcado por la percusión – dicho sea de paso, una versátil elección de percusiones para la obra[2]–, seguidos de un breve y sombrío descenso hacia un último canto al violín, en ‘voz baja’, de la nostálgica y transparente melodía al puro estilo ranchero que, a mi escucha pareció demasiado baja, casi inaudible, pero solo el admirable compositor y director podría confirmarlo… Quizás esa era la intención. Imagino que dirigir una obra propia, ante todo, debe ser ciertamente un gran logro…  ¡Enhorabuena! ¡Bravo!

Estoy de acuerdo con las palabras del director para describir la última obra de la noche… Una obra más directa. En contraposición con las otras dos, la Sinfonía No. 4 de F. Mendelssohn, convencionalmente estructurada en cuatro movimientos, posee una disposición gaya, alegre y sumamente representativa de la obra del compositor: el solo de cello – presente en todas sus sinfonías –, del primer movimiento; el entramado de las flautas y demás maderas después del llamado de la cuerda del segundo movimiento; el punzante trío conformado por corno, fagot y violín del tercer movimiento; o, los tres temas del Saltarello, último movimiento.

La obra tiene una frescura y vivacidad similares a su Concierto para Piano en sol menor, tal vez porque lo compuso en la misma época que esta sinfonía. Un hecho curioso es que el sobrenombre de la obra: Italiana’, es en mayor parte gracias a que el compositor insistía en llamarle de ese modo. En fin, una firme ejecución de la OSY y un riguroso manejo del cuerpo orquestal por parte del yucateco. ¡Bravo!

Utilicé región al inicio pues a pesar de que los términos país y nación son considerados sinónimos, me inclino a pensar que hay marginales diferencias entre uno y otro, más aun considerando los sesgos inconscientes al utilizarles y significarles, incluso en otros idiomas esas diferencias son más palpables. En todo caso, supongo que programar obras con tintes identitarios en un contexto histórico donde coinciden la elección de la primer presidenta mujer en México, el mes del ‘orgullo’ (pride en inglés) y el día internacional del refugiado (20 de Junio) – y, al margen de cualquier comentario sobre las implicaciones o narrativa de estos hechos –, pone en evidencia cómo la música, y cualquier otro arte, puede ser un benéfico refugio que permite vulnerar o exaltar comprensiones colectivas (sociales) sobre todo tipo de fenómenos. Un concierto verdaderamente memorable. ¡Gracias Alejandro, gracias OSY!

Notas:

[1] Georg Friedrich Haas (1953), compositor alemán. Pienso en el tratamiento de la familia de cuerdas en sus 7 ‘Espacios Sonoros’ (Sieben Klangräume en alemán) para coro y orquesta.

[2] Particularmente con el tam-tam, también llamado gong, un instrumento que con mínimas indicaciones logra sonoridades de mucho cuerpo, envolventes.

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