He de confesar que, como en innumerables ocasiones, mi actuar impulsivo, mi TDAH no diagnosticado y mi animosidad sumada a la satisfacción de poder consumir el producto de un autor del sureste mexicano, me orillaron a adquirir el libro “Bestiario del Bibliófilo (y otras fieras literarias)”, de Ricardo E. Tatto, publicado en 2024 por la editorial Nitro Press.
Aún sin saber su contenido, aproveché la presentación que se realizó en marzo en la Feria Internacional de la Lectura Yucatán para comprarlo, pues tanto el atractivo diseño de la portada (realizada por Lilia Barajas) como sus ilustraciones, motivaron en mí el deseo de hincarle el colmillo, toda vez que como ya he dicho, no siempre podemos leer a un escritor peninsular publicado por un sello con distribución nacional.
Como lectora, me considero una optimista empedernida en constante búsqueda del para qué y del cómo (herencia paterna), además también soy una crítica objetiva y estricta en más de un sentido (herencia materna); así que, una vez aclarado esto, me dispongo a realizar mi escrutinio sobre esta colección de ensayos creativos.
De entrada, el título me pareció que hace alusión a una serie de personajes que eran grandes coleccionistas o amantes de los libros -o ambos al mismo tiempo-, lo cual pensé estaba implícito, ya que mi morbo literario esperaba que dichas bestias fueran personajes ilustres, para poder adentrarme así en la intimidad de sus lecturas, quizás llegando a entender incluso la influencia de ciertos libros en sus vidas.
Cuál no sería mi sorpresa al leer el índice y, antes de eso, la dedicatoria del propio autor, que de alguna manera ya avizoraba lo que estaba por venir, al escribir que “esperaba me reconociera entre las fieras del libro”. Luego entonces, el libro no era lo que yo pensaba, ya que más bien se trataba de la descripción taxonómica y psicológica de diferentes categorías de bestias humanoides, no alguna en particular cómo creía, sino creaturas bibliófilas encarnadas en nosotros mismos, los propios lectores.
A pesar de esta decepción inicial, página a página, palabra tras palabra, recobré la esperanza en este libro, toda vez que me fui sorprendiendo por la amenidad del tono ensayístico de Ricardo Tatto, pues con su forma aparentemente sencilla de escribir sobre temas literarios y eruditos, hace que el mundo del coleccionismo y la bibliofilia sea divertido, provocando que uno se vaya identificando un poco aquí y un poco por allá con algunas de los bestias que pululan por entre el follaje de sus hojas, sobre todo en el ensayo “Bestiario de la fauna bibliófila” que abre la colección y en el cual se describen concienzudamente los hábitos, los tipos y las manías de los lectores.
La segunda sección del libro, denominada “Y otras fieras literarias”, fue mi favorita, ya que aglutina una serie de ensayos que no oscilan en torno al universo libresco, sino que abundan en otros tópicos como el humor negro en la actualidad y la maldita corrección política, entre otros, cuyos comentarios bien argumentados devienen en que uno termine por concurrir con las irreverentes ideas del ensayista.
En esta sección pude constatar una vez más, mis propias teorías acerca de que la educación de la época que nos tocó vivir a los nacidos en los ochenta nos otorgó capacidades dignas del estoicismo, aceptando simplemente lo que pasa, usando el sentido común (coincido con que cada vez es el menos común de los sentidos) y el optimismo para burlarnos de nosotros mismos y satirizar la sociedad en la que nos tocó vivir, ya sea para autocriticarnos o para alcanzar el objetivo de reflexionar y mejorar todo lo que nos es posible cambiar.
Por otro lado, sus anotaciones sobre el periodismo, la crítica cultural y los críticos me dieron información que desconocía y más razones para valorar y reconocer a los reporteros de la fuente artística. Por ejemplo, en el ensayo “La cultura como bálsamo” me identifiqué totalmente, pues soy amante de las expresiones artísticas que mucho más que un bálsamo han sido una balsa donde floté tantas veces en mi vida, ignorando ruidos, problemas, etapa y hasta personas…
El último capítulo, “De los viajes y otras geografías literarias”, fue de lo más fluida y didáctica, puesto que Tatto, como quien no quiere la cosa, va insertando nombres de autores y títulos que lo han acompañado en sus viajes; en esta sección final se difuminan las fronteras de los géneros literarios, en tanto que el escritor yucateco logra una prosa híbrida que oscila entre en el ensayo y la crónica, lo cual nos permite imaginar los escenarios narrados al tiempo que pondera las virtudes de leer en movimiento, aunque como bien dice el autor, la lectura en sí es trasladarse a otra latitud espacial y mental.
Con esa sección finaliza “Bestiario del Bibliófilo (y otras fieras literarias)”, el cual es un libro completo, casi se podría decir que redondo incluso en la forma de terminar, cuya lectura fue disfrutable y con recursos orgánicos a la hora de deslizar comentarios e información sin perder de vista que la literatura es, ante todo, entretenimiento y reflexión.