El diablo me tiene miedo: charla con el exorcista del Vaticano

Eduardo Lliteras Sentíes, quien fuera periodista y corresponsal en Roma, le realizó una entrevista al sacerdote Gabriele Amorth, el famoso "exorcista del Vaticano", autor de numerosos libros y cuya vida, incluso, fue adaptada al cine. No dejes de leer esta charla con el hombre más temido por el diablo...

El día que encuentro a Gabriele Amorth llovizna en Roma, Italia. La tarde invernal se presenta encapotada, gris. Oscura prematuramente. Un viento gélido barre las chatas calles del barrio romano de San Paolo, sitio en las inmediaciones de la basílica homónima. Corre el año 2002 cuando el padre Amorth aparece por una puerta lateral de la rudimentaria y helada oficina en la que me recibe. Viste una larga sotana negra que, junto con su rostro pálido y sin cabello, le confiere un aire más lúgubre y siniestro que la noche de diciembre que se insinúa por las ventanas del Instituto San Paolo.

De mirada intensa, penetrante, Amorth habla con su movilidad y sin exaltarse, mientras me explica que ha hecho centenares de exorcismos a una misma persona. Para liberar a una persona se necesitan años de exorcismos, generalmente, dice. Sin embargo, algunos se liberan con un mes de exorcismos, añade. Gabriele Amorth es uno de los contados exorcistas autorizados por el Vaticano. Nos explica algunos detalles de esta “profesión” eclesiástica, la que nos introduce de lleno en el ámbito de lo irracional y de la fe.

A lo largo de la entrevista, Amorth explica cómo opera sus exorcismos. Me rocía con “agua bendita” cuando nota que algo distrae mi mirada en el techo, blanco como la nieve, y donde aparentemente no hay nada, más que el vacío de la habitación sencillamente amueblada, con apenas una mesa y unas sillas y un crucifijo de color plomizo en la pared a su espalda.

Me cubre la espalda con una estola morada y crea un círculo conmigo tocando mi mano en la que sostengo la grabadora con la que registro nuestra conversación. Me muestra el crucifijo con el que ha combatido mil batallas contra el “mal”. También me narra algunos pormenores del último exorcismo operado por el Papa Juan Pablo II, en el Vaticano, a una joven italiana, en una escondida habitación del Arco de las Campanas, en la Santa Sede, justo a un paso de la plaza de San Pedro y del lugar donde se celebran, todos los miércoles, las tradicionales audiencias generales que preside el Pontífice. Aunque no fue un exorcismo en plena regla, como dice el exorcista, el Santo Padre pasó largo tiempo hablando con la chica, la que precisamente en una audiencia general en la plaza de San Pedro, comenzó a gritar y a caminar en cuatro patas, según asegura Amorth.

 

¿Cómo se descubre que una persona está poseída?

La persona sufre, tiene dolores. Estas personas generalmente acuden primero a un médico. Luego lamentablemente, al no encontrar la ayuda que esperan de los médicos, acuden con los magos. Así empeoran la situación. Luego, tal vez, se enteran que existe éste extraño animal que es un exorcista y entonces acuden a él. Yo agradezco las películas sobre los exorcistas. Porque, aun cuando existen exageraciones en las películas, el argumento central fue conducido con mucha seriedad. Y, sobre todo, ha ayudado a redescubrir la existencia de los exorcistas. Habían sido olvidados. Ya no se les conocía.

 

¿Se puede aprender a realizar esta profesión?

Sí, algunos sacerdotes pueden hacerlo. Yo, por ejemplo, doy lecciones a muchos sacerdotes que vienen conmigo para aprender.

 

¿Cómo es que un sacerdote se vuelve exorcista? ¿Cuál es el procedimiento?

Es el obispo el que decide. El exorcista es un sacerdote, puede ser un sacerdote, nombrado por el obispo. Generalmente sucede que un párroco es informado de un caso particularmente difícil. De un caso extraño, que los médicos no saben explicar. Incurable. Con fenómenos sorprendentes. Por ejemplo, si esa persona es bendecida, se enfurece o se tira al suelo. Entonces, el obispo es informado de esta situación y si lo considera oportuno decide realizar el exorcismo. El mismo párroco puede decidirlo. Una vez que ello sucede se llama a un exorcista. Cuando la diócesis tiene un exorcista fijo lo manda llamar. Aunque no todas las diócesis tienen un exorcista. Deberían tenerlo. Pero, lamentablemente, la gran mayoría no lo tienen porque los obispos y los sacerdotes no creen en estas cosas. Enteras naciones no tienen exorcistas. Por ejemplo, Alemania, Suiza, Austria, España, Portugal, Holanda…

 

En México, ¿hay exorcistas?

Algo hay. En América Latina, como usted sabe, están muy difundidas, lamentablemente, diversas formas de maleficios muy graves. Como el Vudú y el Macumba. Yo he atendido varios casos de América Latina. Generalmente de italianos que han ido de viaje allá y que han regresado afligidos de Vudú o de Macumba. Son casos muy difíciles de curar, para ser liberados.

 

Padre, ¿cómo es que usted se inició en esta, digamos, profesión?

De forma casual. El cardenal primado de Roma, en el año de 1986, me invitó a colaborar con el padre Cándido, quien fue un famoso exorcista por 36 años en la Scala Santa. Único exorcista del Lazio (región de Roma) en aquellas épocas. Eran muy pocos los exorcistas en ese entonces. Yo estoy agradecido al cardenal Politi porque me dio la posibilidad de trabajar por 6 años con el padre Cándido. En el presente, los nuevos exorcistas no tienen esta posibilidad. Les dicen, haz como puedas. Por ello, ahora tengo varios sacerdotes que acuden a verme para aprender. Me ayudan, me asisten, así aprenden cómo se hace.

 

 

¿El obispo africano Milingo es exorcista?

Sí, un gran exorcista. Soy amigo de Milingo. En varias ocasiones he realizado exorcismos junto con él.

 

¿Qué opina el Vaticano de esta profesión suya?

Para el Vaticano es un sacramento instituido por la Iglesia. Es el derecho canónico está contemplado el monopolio de la ordenación de los exorcistas por parte de los obispos. Hay un ritual exclusivo, así como oraciones reservadas a los exorcistas para exorcizar. Entonces, digamos, que el Vaticano es oficialmente muy favorable a esta actividad. Toda la Iglesia es favorable. Pero la Iglesia no cree esta actividad. Los obispos y sacerdotes no creen.

¿Por qué? Explique esta paradoja.

Mi más grande dificultad es convencer a obispos y sacerdotes.

 

¿Por qué?

Porque en la Iglesia Latina, a diferencia de la Iglesia Ortodoxa, desde hace más de tres siglos, casi se suspendieron totalmente los exorcismos. Hace trescientos años había gran abundancia de exorcistas. En uno de mis libros explico esta historia con detalles.

 

¿Me la puede explicar brevemente?

A lo largo de trescientos años hemos tenidos tres siglos de locura. Como yo les llamo. Primero se autorizó la tortura contra los heréticos. Luego las piras contra las brujas. Es decir, en ese entonces, las personas que tenían necesidad de ser exorcizadas eran quemadas. La reacción a esta locura fue acabar con todo. Decir basta. Ahora no se cree en el demonio. No se cree en las posesiones. Se acabó todo. Como reacción a la locura, verdadera locura, de quemar a las personas. Inclusive, los protestantes reconocen que entre ellos hubo más caza de brujas que entre los católicos. Por ejemplo, la madre de Bacon, el famoso astrónomo, fue quemada en la pira, acusada de bruja. Y era una buenísima persona.

 

¿Hay personas de la vida pública que usted quisiera ayudar exorcizándolos?

No. Yo sólo ayudo a aquellos que han sido golpeados por el demonio.

 

Pero, ¿cómo se sabe si una persona está verdaderamente poseída?

Hay que hacer primero una larga investigación. Observar qué reacciones tienen. Yo escribí un libro llamado “Exorcistas y psiquiatras”, cuya inspiración me vino por una conferencia que hice ante un numeroso grupo de psiquiatras, en la que expliqué cómo diferenciar un mal físico de un mal maléfico. Hablé acerca de los diversos síntomas sobre los que nos basamos los exorcistas.

 

¿Cuáles?

En primer lugar, me informo a partir de qué momento la persona ha comenzado a sentirse mal. Si ha ocurrido luego de que ha participado en una sesión espiritista, o si después de que ha entrado a formar parte de una secta satánica. Si es así, entonces para mí es un primer motivo para sospechar. La certeza, sólo la tengo realizando el exorcismo. Pero antes de hacer el exorcismo, necesito tener motivos de sospecha. Si la persona que pide ser exorcizada no ha acudido antes a un médico, no la exorcizo. Porque si uno tiene un mal, lo normal, es que el mal sea un mal natural. Que el mal sea causado por el demonio es una excepción. De tal manera, reviso el diagnóstico del médico. Generalmente, cuando hay algún maleficio, el mismo diagnóstico aparece incierto.

En algunas ocasiones, afirma que “la persona parece afectada de una especie de paranoia, o de esquizofrenia”. Estas son las tres enfermedades que más fácilmente se pueden confundir con maleficios. Sin embargo, a veces puede ser muy difícil entender si la persona está verdaderamente afectada de un maleficio. Si se hace el exorcismo, no. Cuando uno es conocedor, no.

Uno de los síntomas más comunes es la aversión a todo lo sacro. Agarran las imágenes sacras y las tiran al suelo. Si son bendecidos con agua bendita, sienten que es como fuego. Entonces uno de los síntomas más significativos es la aversión a lo sacro. Si va a la iglesia, se desmaya la persona poseída. Se siente mal. No puede ir a la iglesia, aun cuando quisiera hacerlo. Por ejemplo: en una familia, los padres sospechaban que el hijo estaba afectado por el demonio. Una vez mientras estaban en la mesa, el padre mentalmente comenzó a pensar “Ave María”. De forma inmediata, el hijo se alzó enfurecido y gritó: “Papá deja de orar”.

 

¿Usted incluye en su lista de personas “poseídas” a las personas anticlericales?

No. Ellos no están endemoniados.

 

¿Aunque expresen posiciones anticlericales?

No, no están poseídos. Esas son simples opiniones que no tiene que ver con la posesión maléfica.

 

¿Cómo se hace un exorcismo?

Yo me pongo mi estola violeta (la muestra y me la pasa por la espalda). Pongo una parte de la estola violeta en torno a la espalda de la persona que quiero exorcizar. Utilizo un crucifijo con la imagen de San Benedetto, que era un santo muy fuerte contra los demonios, aun cuando no fue un exorcista ni sacerdote. Utilizo, además, agua bendita (para rociar) y aceite para bendecir. El aceite que utilizo es uno de los aceites que son bendecidos por los obispos cada Jueves Santo. En mi caso, utilizo aceite bendecido por el Papa porque yo estoy en Roma.

 

¿Qué oraciones utiliza?

Oraciones especiales reservadas a los exorcistas. En sustancia, las oraciones se basan en las palabras de Jesús: “Quienes creen en mí expulsarán al demonio”. Marco, capítulo 16, versículo 17.

 

¿Es difícil ser exorcista?

Sí, es un trabajo duro. Sobre todo, porque es necesario rezar con mucha fe. Es muy importante la colaboración de la persona. Es decir, que la persona tenga fe, que rece mucho. Que siga los sacramentos. Por decirte algo, he tratado casos en que las personas se han liberado luego de una noche de oraciones en la gruta de Lourdes. Aunque, como ya he dicho, para liberar a una persona generalmente es necesario de muchos años.

 

¿Piensa que en el mundo en el que vivimos hay una presencia difusa del “mal?

Sí. Está muy presente. Porque cuando disminuye la fe, aumenta la superstición. Vivimos en un periodo en el que la fe ha disminuido al máximo. Es entonces cuando crece la superstición. Superstición significa que las personas no van a la iglesia. Que se dedican al ocultismo. Acuden a los magos. Hacen sesiones espiritistas, entran en sectas satánicas. Sobre todo, en éstas tres formas de ocultismo: magia, satanismo, sesiones espiritistas, se corre el riesgo de ser invadido por la presencia del demonio o al menos, por un mal de carácter demoniaco. Es por eso que en el presente hay muchas peticiones de exorcismos y son muy frecuentes los casos de posesión.

 

*Esta entrevista fue realizada en italiano en 2002, en las oficinas del Padre Amorth, nacido en 1925 y fallecido en 2016 a los 91 años. La traducción es del propio autor, Eduardo Lliteras Sentíes.

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