La OSY brinda concierto infantil con cuentos sinfónicos

Composiciones de Poulenc y Prokofiev se pudieron escuchar bajo la batuta de Alejandro Basulto dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Yucatán en el 5to programa de la temporada, el cual consistió en dos conciertos infantiles narrados por María Eugenia Guerrero. ¡Bravo...!

“Cuentos sinfónicos para niños” fue un gesto de cariño con que la Sinfónica de Yucatán recibió a sus pequeños visitantes el viernes veintiuno y domingo veintitrés de octubre en el Peón Contreras, en lo que queda del convulso dos mil veintidós. Es el sexto programa de su temporada y la batuta quedó en la diestra del director invitado Alejandro Basulto, uno de los valores yucatecos que ha dedicado su juventud a abrirse paso en la composición, además de la conducción orquestal.

Impecable, dio la bienvenida con amabilidad y soltura, que le acompañaría hasta el último compás. Para las narraciones, otra invitada de primer nivel: María Eugenia Guerrero, alma de las actividades corales en la producción de óperas, misas de réquiem y otras galas.Con aquel ejército, Basulto abrió los libros de dos compositores vanguardistas del siglo pasado – el parisino Francis Poulenc y el ucraniano Sergei Prokofiev – elegidos por sus relatos sinfónicos, creados justamente para niños.

La “Historia de Babar, el elefante” en la primera parte, fue herramienta para estimular la imaginación del niño de hace ocho décadas, todavía efectiva en tiempos actuales. El sinfonismo de Poulenc, alimentado de libertades de Satie y de disonancias de Stravinsky, hacía pensar durante su desarrollo, en la energía que la literatura acopla a los efectos sonoros.

Sin competir, la música fungía educativa a instancias de la imaginación. Pero el factor literario, en aquella suma, dejaba la evidencia del nivel elevado en aquellas sociedades ajenas a la informática de nuestros días. El lenguaje, por demás simplificado, (i)lustraba para acceder al mar abierto del arte musical. Aquel manifiesto surgía con precisiones del manual: la dirección obtenía de la orquesta lo que requería y más aún, haciendo un retrato del personaje y sus vivencias –abundante en onomatopeyas, bien conseguidas– mostrándolo de la fragilidad a la fortaleza.

El escenario también hizo su parte. La iluminación y un entorno selvático destacaban la decoración, que incluía una pantalla gigante para observar al detalle, el desempeño de los músicos; y de cuando en cuando, mostraba al protagonista y sus cercanos, en imágenes tomadas de la serie animada de hace varios decenios. Los aplausos saltaron de aprobación, pero también de entusiasmo y gratitud. Era un obsequio fino y vendría otro pasando el intermedio.

Con la maquinaria a punto, se anunciaba el turno de Prokofiev. Capaz de un melodismo impresionante, su partitura “Pedro y el Lobo” asombra, como si no estuviera pensada para fines pedagógicos. El compositor aprovecha la cercanía de los instrumentos con las voces de algunos animales. Con esta identificación, está seguro de poder avanzar. Para los personajes centrales, describe al Lobo con armonías atemorizantes y materializa a Pedro transformando las cuerdas en inocencia, como no pareciera ser posible.

La obra, diluida en partes pequeñas, se enfoca en su moraleja mientras divierte. Se trata de un mensaje que no prevalece sobre la aventura, sino que habrá qué pensarlo para después, conforme se va recordando. La historia parte de la tranquilidad de una vida en el bosque, con elementos de fácil asimilación. En el colofón lleva el mérito: la vida tiene peligros que están al acecho; las penurias y el miedo, también. No hay más camino que superarlos.

La densidad del pentagrama exige dominar el bagaje completo para llegar a puerto: el conocimiento de la obra, las peculiaridades instrumentales, la expresión combinada de narración – orquesta. Alejandro Basulto se despliega con exactitud, logrando las emociones de una interpretación genuina.

Así, la orquesta. Nuestra orquesta. En sus obras, los compositores se apoyan además en valses, polkas y en otros ritmos que habilitan sus creatividades. El resto lo hará la interpretación. La Orquesta Sinfónica de Yucatán propuso un doble juego y alcanzó la mayor puntuación. Contaba a sabiendas, con el vértice de sus propósitos: el candor del niño que, de ahí, salió feliz. ¡Bravo!

 

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