Fuego en el ritmo: charla con el percusionista Julián López

Una entrevista al ritmo de los bongós y el un-dos-tres.

Un-dos-tres, un-dos-tres. El acento de percusiones da espíritu a la música. Para balada, para bolero, para danzón, sirven a una lista larga de ritmos caribeños y de otras culturas. El bajo -a veces contrabajo- se une al acento y la armonía. Las percusiones son imprescindibles en los escenarios populares prácticamente como en los académicos. Han estado al lado de la voz humana, casi en simultáneo cuando inventaron la música y pese a su aparición natural, no suelen ser instrumentos simples, aunque sí lo parecerían. Tienen una función central acompasando a los otros, aunque de por sí llevan su ritmo, se entretejen justos y perfectos gracias a las percusiones.

Julián López lleva su vida al son de ellas, desde una edad en que puede ser fácil salirse del compás, ya por falta de orientación, por seguir malos pasos o por la traviesa manía de poner a prueba los límites impuestos en casa. Afortunadamente, nada de eso ocurrió a uno de los artistas percutivos que mayor relevancia ha tenido Yucatán desde hace más de tres décadas y contando. Con candidez de niño, exento de poses a pesar de su trayectoria, me recibe para compartir algunas anécdotas que explican por qué es Julián López.

FDJ Un día eres un muchacho de ¿cuántos años? Que descubre tener una habilidad para la música.

JL La música se me dio desde muy pequeño. Recuerdo que, en casa de mis abuelos -que en paz descansen- había una consola de aquellas grandes, para tocar discos de acetato. Me acuerdo muy bien que mi abuelo ponía mambos, chachachás, danzones de orquestas como la de “Acerina y su danzonera”. Entonces siendo niño de tres años me acercaba; me ponía a bailar con la música que de ahí salía. A partir de los ocho o nueve años iba a fiestas con mi mamá, lo normal. En bodas y otras celebraciones, siempre había un grupo en vivo. Mientras los demás niños se juntaban a jugar y los papás convivían, las madres estaban pendientes de sus hijos. Un día, una de ellas le preguntó a mi mamá qué dónde está Julián. “Al lado del baterista”, respondió. Ella, muy tranquila, estaba consciente de que era ese mi sitio preferido, para ver cómo tocaba. Fue mi primer acercamiento.

FDJ Tu contacto con la idea de hacer música.

JL Exactamente, así empezó esta historia…

FDJ Cuando descubres que tienes habilidad para la música, ¿cuál fue el primer encuentro real con un instrumento?

JL Mi tío Miguel López Herrera tenía un grupo musical conocido como “Perla Negra”. Él tocaba las tumbadoras, pero además tenía una tienda. Allí, en su mostrador de madera, me mostraba ritmos y marcaba acentos que descifré al instante. Desde siempre he sido hiperactivo. Estando en la primaria, golpeteaba la mesa de trabajo con los lápices. Les molestaba a todos. Mis compañeros se distraían y hoy hasta por eso todavía me recuerdan. Tenía poco menos de doce años, cuando en la secundaria me escapaba de las ciencias naturales, para escuchar ensayos del coro, como normalmente había en las escuelas. Discretamente, tocaba en la paleta de una silla siguiendo el ritmo, pero cuidadoso de no interrumpir. Un día, el maestro del coro se las ingenió para hacerme salir de un examen; y todo nervioso, sin sospechar cuál sería mi falta, me disculpé prometiéndole no volver a molestar en sus ensayos. Me dejó mudo cuando me presentó un par de bongós. Y dijo “no te preocupes; toca por favor”.

Recuerdo la canción “Caña Dulce” y “El Negro Bembón”. Como Dios me dio a entender y armado con los consejos de mi tío, ese fue mi primer encuentro con un instrumento musical, aquellos bongós naturales fueron unas percusiones. Con ese coro logramos el primer lugar a nivel municipal y salió una reseña preciosa en la prensa, mencionando al niño percusionista de la secundaria federal número 3. Precisamente en ese mismo concurso, conocí al también niño Fernando Marrufo, hoy miembro de “Los Juglares”. Él estaba en otra secundaria. Por parte nuestra, fuimos a México para ganar el primer premio a nivel nacional, todo un acontecimiento para mis inquietudes artísticas, esas que tengo desde la infancia. Al finalizar esta experiencia, uno de los grupos que apenas se abrían paso, también formado de jóvenes, me contactó. Se trataba del “Trío Pensamiento” y nos presentábamos en la desaparecida estación de radio “Estéreo Joya”. Era un tiempo en que apenas rebasaba los doce años.

FDJ ¿Cuál fue el instrumento con que tomas la decisión de trabajar profesionalmente?

JL Nuevamente los bongós, sin duda. Con ellos di los primeros pasos en mi camino profesional: el 15 de septiembre de 1986, cobré mi primer sueldo -doce pesos por jornada- en un sitio que se llamaba “La Cabaña del Tío Tom”. También iba a la radiodifusora que mencioné, para participar en un programa conocido como “Voces y Guitarras en la Tarde”. Gratos recuerdos. Allí conocí a un amable locutor, el señor Rodolfo Icazbalceta que nos daba cauce al “Trío Pensamiento” y nos hizo coincidir con otro trío: “Los Ángeles”, hoy mejor conocidos como “Los Juglares”.

FDJ Cuéntanos cuáles fueron los primeros proyectos que significaron una responsabilidad formal como músico.

JL Fue con el trío “Los Aluxes”. Tenía clase en las mañanas y en las tardes trabajaba con ellos. Así empezó el asunto de asumir responsabilidades. Hablé con mi papá y le externé que no quería seguir estudiando, que quería dedicarme a la música formalmente. Me dio su respaldo, pero me hizo entender que ya era una obligación aportar al ingreso familiar. Así que fui un pequeño responsable a los doce años. Sí seguí estudiando un poco más, pero cuando decidí volcarme de lleno a la música fue mediante un grupo de Rock que era llamado “Marca Registrada”, con Miguel Vega, Benjamín Fernández (+), Fito Correa, Gabriela Sánchez, Luis “Canito” Pérez. Luego siguieron otros como “Pedrini y la Mafia”, “Banda Israel”, “Xanadú”, “Combinación” y varios más, que se inclinaron hacia ritmos como la cumbia. Durante los años noventa comencé a mezclar mis percusiones dentro del esquema cultural, primero en una fase suave y juglaresca, con un grupo llamado “Trova Buena”, formado con personalidades como Angélica Balado y Fernando Leal hasta casi finalizar la década. Sería en 1997 cuando me convoca el grupo Yahal-Kab.

FDJ ¿Entonces sales de la música como entretenimiento y la empiezas a desempeñar como arte?

JL Pero sin abandonar ninguna corriente. Por ejemplo, la trova era cuestión constante. Seguí tocando con Los Aluxes, con Los Caminantes, llegué a tocar con Los Montejo. Hasta este momento, he tenido la fortuna de ser el percusionista de Los Tres Reyes, del trío Los Dandys, que son de larga trayectoria. También lo fui de Chamín Correa.

FDJ ¿Es fácil ser percusionista? ¿En qué radica su complejidad?

JL No, no es fácil. Como a cualquier instrumento, puedes tomarlo y por algo natural lo haces sonar. Todos tenemos el don de tener un ritmo, algunos quizá no tanto; pero tenemos la posibilidad de golpear marcadamente algún objeto. Sin embargo, teniendo ritmo las cosas son más sencillas, ya traes una métrica. Pero no es fácil porque algunas cosas se pueden tocar casi como caiga el acento, no hay demasiada exigencia, digamos la cumbia como ejemplo [con las manos marca sobre la mesa algunas variantes de acentos]. Lo difícil está en aprender los ritmos porque cada uno tiene su esencia establecida, siguen un procedimiento. Teniendo el don lo que sigue es tener dedicación y aprender diferentes técnicas. Mi camino fue de puro oído hasta que llegó un punto, cuando entré a la (Orquesta) Típica Yucalpetén, que empecé a trabajar con notas, pero toda mi vida me basé en el aprendizaje lírico junto a maestros como mi tío Miguel y junto a maestros cubanos. En 1994 gané una beca a Cuba por año y medio. Allí me fui a estudiar cómo tocan la percusión, con una buena dosis de notas y un poco de todo. A raíz del año 2000, entrando a la Típica, me acerco al aprendizaje del solfeo, ya con el dominio de los ritmos como he mencionado.

FDJ Este instrumento o familia de instrumentos te abre las puertas para formar parte de una élite de músicos. ¿Cuál ha sido el más representativo que has acompañado?

JL He tenido la fortuna de ser versátil. He podido acompañar a orquestas jaraneras, tríos, marimbas, sinfónica, rock, hip-hop, blues, jazz, bossa nova, cumbias. En el ámbito yucateco, puedo mencionar al maestro Sergio Esquivel, a Luis Demetrio, Ramón Triay (+), a la señora Maricarmen Pérez, a María Medina, al maestro Pedro Carlos Herrera, a los Juglares, a Jorge Buenfil, Yahal-Kab y casi todos los artistas locales que pudieras nombrar. Puedo mencionar con especial afecto a Ligia Cámara (+) que fue como una madre. Tengo una anécdota con ella, muchas, pero te cuento una. Supe que ella tendría una presentación en el Macay*. Llegué con bongós en mano y alguien le había contado de mí, pero no nos conocíamos. Llegando al final de su concierto, los temas ya eran guapachosos** y en eso dijo “cómo me gustaría que apareciera alguien con unos bongós y me acompañara a tocar”. Salté de mi asiento y dije “si quiere yo le acompaño”. Y desde entonces me adoptó esa gran señora Ligia Cámara, hasta el final. También están Las Maya Internacional. Doña Judith Pérez Romero me invitó a tocar con ellas en (el parque de) Santa Lucía y tuvimos una excelente amistad. Creo que les caí bien.

FDJ Aparte de los personajes de Yucatán, ¿con quiénes has trabajado?

JL Con Celia Cruz, Susana Zabaleta, Armando Manzanero, Óscar de León, José José, Raúl Di Blasio, Ella Laboriel, Marco Antonio Muñíz, Sergio Esquivel, Eros Ramazzotti, Il Divo, Tania Libertad, Aranza, Carlos Cuevas, Coque Muñíz, Arianna, Luis Miguel, Alejandro Fernández, Paquito de Rivera.

FDJ ¿A qué lugares has llevado música y con qué agrupaciones?

JL De los treinta y dos estados de la República, a todos. En Sudamérica he estado en casi todos los países: Perú, Colombia, Venezuela, Brasil, Belice, Chile, Argentina, Costa Rica, Puerto Rico.

FDJ ¿Y fuera del continente?

JL Japón, Australia, China, Malasia, Mongolia, Italia, Bélgica, Francia, España, Austria, Israel, EEUU, Canadá.

FDJ ¿Existe una versatilidad hacia otros instrumentos musicales?

JL Todo lo que sea percusiones. La batería, percusiones africanas, sudamericanas.

FDJ Sin la música ¿quién sería Julián López? ¿Un maestro, un abogado, un deportista?

JL Nunca podría ser otra cosa que percusionista. En mi mente solo hay notas musicales.

FDJ ¿Qué aprendizaje compartes con los jóvenes músicos que hoy empiezan el camino?

JL Por muy bueno que seas, siempre habrá alguien mejor que tú. También habrá alguien peor. Pero incluso de este puedes aprender algo. A los alumnos que he tenido les pregunto que me enseñen qué hacen con sus percusiones. Siempre hay algo qué aprender. Así que, con estas herramientas cibernéticas de hoy, con todos esos videos y tutoriales, lo que tienen que hacer es estudiar y practicar, porque en la vida nada te llega fácil. En cualquier trabajo hay que dar lo mejor, pero en esto hay que dar el alma.

Las charlas cuando son interesantes, detienen el tiempo. Pero siendo realistas, ese día ambos tuvimos más asuntos qué palomear en la lista. De esa conversación, un día de verano de este 2019, surgieron varios recuerdos; algunos diáfanos casi transparentes, como aquella inesperada llegada de Marca Registrada -muy apreciado grupo local de Rock- a bordo de una limusina. Tuvieron la mejor ocurrencia de tener a Julián López en la batería, tocando como si el Poliforum Zamná fuera lo doble de su espacio. Solo vino a dejarnos boquiabiertos a los miles de adolescentes que no habíamos visto un concierto de Rock ni siquiera por televisión. O la ocasión en que, al lado de Yahal Kab, un día que el maestro Ricardo Vega estrenó su inédita “Fantasía” en el Peón Contreras, era un huracán tañendo un par de bongós -como si de tumbadoras se tratara- lográndolo con la naturalidad con que saluda y sonríe. Felices Celia Cruz, Paquito de Rivera y todos quienes lo han llamado a filas. Aquel show junto a Julián López lo tendrán como uno de sus muchos triunfos.

 *Museo Fernando García Ponce – MACAY

**Guarachoso: alegre, jacarandoso.

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