Breve análisis de las diferencias del género.
La más antigua y fuerte de las emociones humanas es el miedo, y el más antiguo y fuerte de los miedos es el miedo a lo desconocido. H. P. Lovecraft.
Lo único a lo que debemos tener miedo es al miedo mismo. Franklin D. Roosevelt.
Historia A: Vas por la calle, de repente se apagan las luces y en la oscuridad escuchas pasos adelante. El sonido de algo arrastrándose los acompaña. Tu sangre se hiela y tu cerebro te pide correr, pero tus piernas no escuchan…
Historia B: Vas por la calle, de repente se apagan las luces por un segundo. Cuando regresan, observas nítidamente la figura de un asesino con un cuchillo goteando sangre, su cara rezuma locura y ansias de seguir matando, en la otra mano lleva la cabeza de su anterior víctima, sus ojos todavía parpadean. Tu sangre se hiela y tu cerebro te pide correr, pero al intentarlo el asesino se abalanza sobre ti…
Miedo a lo desconocido
El epígrafe de Lovecraft que adorna este texto esconde mayor sabiduría de la que aparenta: no sólo el miedo es el sentimiento más antiguo de la humanidad, es el primero que se siente. Al nacer, salimos de un ambiente cálido, cómodo, donde se cubren absolutamente todas nuestras necesidades, para entrar en un ambiente frío, seco, donde debemos jalar aire para no morir y donde lucharemos por la comida por aproximadamente 70 años. El miedo es lo que impulsa a los bebés a desgañitarse a gritos cuando logran ver la luz. Pero en este momento cabe hacerse la pregunta ¿Lo que sienten los bebés es terror u horror? Y por supuesto, cabe una pregunta más, ¿hay alguna diferencia entre un término y otro?
Es común que en las clasificaciones cinematográficas se utilicen ambos términos como sinónimos: películas de terror vs películas de horror, pero en la realidad actual jamás a un terrorista se le llamaría horrorista, así que vale la pena investigar si ambos términos se refieren a la misma cosa o si sirven para separar estados mentales diferentes. El diccionario no aclara la situación, pues lejos de colocarlos como sinónimos indica que el terror es un miedo intenso y el horror un sentimiento intenso causado por algo terrible. Parece una necedad, puesto que ese sentimiento intenso debería ser el miedo, pero si atendemos a que el miedo no es el único sentimiento humano que puede exacerbarse debido a algo terrible podemos encontrar una solución.
En las historias que abren este texto se presentan situaciones parecidas donde un elemento juega un papel importantísimo: la imaginación. En la historia A, no es lo que vemos lo que nos produce el miedo, es lo que NO vemos. Nuestra imaginación nos juega una sucia treta al hacernos pensar en que algo terrible se esconde en la penumbra, sin que realmente tengamos idea de lo que hay ahí. Es nuestro cerebro el que cierra cabos atendiendo a un instinto de supervivencia con el que la evolución nos ha dotado a la mayoría de los animales: ante la duda, lo mejor es correr. Y qué mejor duda que la provocada por un miedo intenso; es decir, el terror. Viéndolo así, el terror proviene de aquello que no podemos ver y, por ende, comprender.
Viendo lo anterior, el terror es un estado psicológico más que uno físico y justamente las que son reverenciadas como las mejores obras dentro de ese género (novelas, películas, cómics, series, videojuegos, etc.) lo deben a que saben manejar la imaginación del espectador, le crean una atmósfera propicia para que imagine cosas que en realidad no están ahí y casi nunca son explícitas con imágenes grotescas, porque esto, más que terror, puede causar repulsión. Como en el caso de la historia B.
Rojo oscuro
En la segunda historia, queda claro que hay algo ahí que pone nuestra vida en peligro y no sólo eso, también podemos ver imágenes que prenden nuestras alarmas defensivas. El rojo de la sangre, el cuchillo chorreante, la cara sádica del asesino y la cabeza recién cercenada por supuesto que generan miedo, pues nos remiten a la idea de muerte. Pero hay algo más, también puede sentirse asco, repulsión, ira (si la víctima anterior nos era cercana) o en casos de patologías mentales incluso una estimulación sexual. ¿A qué debemos todo esto? Pues a que las imágenes no dejan lugar a dudas de lo que estamos presenciando, lo que desencadena una respuesta fisiológica diferente a la del terror, donde la respuesta física dependerá más de lo avispados que podamos ser bajo tamaña presión.
El horror es una puesta en escena más gráfica y explícita, donde no se deja nada a la imaginación y de hecho es esperado que el público muestre su desdén hacia lo que ve. El cine gore ha abusado de la repulsión que la sangre y vísceras provocan en el respetable, pero también de la fascinación que produce observarlas en un ambiente controlado como lo es una sala de cine. Y también lo sabía el mítico William Gaines (fundador de la revista Mad), quien con su editorial EC Comics, llevó al cómic de horror a una época de esplendor, mostrando sangre, monstruos y extremidades humanas separadas del cuerpo de sus dueños y con ello se ganó el éxito, pues queda claro que lo prohibido, en este caso la fantasía de matar, vende.
Queda claro entonces que el terror es un miedo a lo desconocido, a lo incognoscible, a lo que vendrá, aunque no tengamos idea de lo que eso sea; y el horror es un miedo a aquello que nos causa repulsa, que casi siempre va combinado con alguna otra sensación que puede o no ser agradable.
El pozo y el péndulo
Con base en las definiciones anteriores puede concluirse que realizar obras de terror, de buen terror, puede ser más complicado que las de horror, puesto que crear el ambiente correcto para producir un miedo intenso es bastante complicado. Pocos son los cómics que han logrado hacerlo y la mayoría lo logran combinando terror y horror. Al ser el cómic un medio gráfico, se vuelve necesario el mostrar imágenes que produzcan miedo, a diferencia de la literatura, donde a través de las palabras se vuelve complicado el transmitir imágenes repulsivas y es más sencillo fabricar la atmósfera idónea para incentivar la imaginación del lector.
Ejemplos de cómic de terror los tenemos en Black Hole, del estadounidense Charles Burns, donde una enfermedad de transmisión sexual convierte a los adolescentes en verdaderos fenómenos y aunque los retratos de los jóvenes infectados pueden causar asco, es el entorno social lo que desencadena el terror en nuestras mentes, ya que nunca queda claro si la enfermedad es mortal o si es la respuesta de la sociedad la que termina por matar. Como alegoría de los prejuicios que vivimos a diario, Black Hole es una obra pavorosa.
Otra obra que puede desencadenar un miedo intenso, aunque no sea su objetivo, es Las calles de arena, del español Paco Roca. ¿Alguna vez han tenido un sueño donde saben que las cosas no son como debieran, pero no pueden hacer nada y las ansias los carcomen? Pues esa misma sensación produce la historia de un aficionado a los cómics que queda atrapado en su propia fantasía, donde los personajes no actúan conforme a la lógica convencional y lo mantienen atrapado en una ciudad imposible, donde las reglas sociales y físicas son trastocadas y pueden llevar a la locura. La desesperación con la que comienza el relato pronto se transforma en terror al no saber si el personaje logrará salir del bucle en el que se encuentra.
Cómics de horror hay muchos, tantos que no valdría la pena hacer una lista. Simplemente hay que mencionar que, una vez diferenciados ambos conceptos, la frase de Roosevelt que precede el inicio de este texto puede que no sea tan necia como aparenta, puesto que si el terror es producto de nuestra mente, independientemente de la realidad, es entonces el miedo que nosotros mismos fabricamos el que debemos evitar… o temer.