Umberto Eco y el mito de Superman II

Parte II: La estructura ausente de la mitología.

Eco también hace un contraste entre la estructura del mito clásico y la del mito moderno del cual Superman es su mejor representante. El mito clásico, nos dice el italiano, está ya concluido. Las historias de Hércules, del Rey Arturo o de Roldán, son bien conocidas desde el origen del héroe hasta su final. El arte y la literatura ofrecerán variaciones en sus diferentes representaciones de estos mitos o de ciertos episodios de los mismos, pero no habrá nada nuevo que inventar. Más aún, el público disfrutaba la reiteración de los sucesos ya conocidos a sabiendas de lo que habría de pasar (si acaso, la novedad estaba en la forma de narrarlos, o en los detalles).

Sin embargo, ahora vivimos en una civilización de la novela, en la que se valora la sorpresa y la originalidad de la inventiva. Esto es especialmente cierto en la novela popular, como en los géneros de aventuras y policíaco, en los que parte del encanto es la emoción por lo que va a pasar. De modo que cada aventura tiene que ser única y diferente. Además, la civilización de la novela exige que sus héroes aparezcan en nuevas aventuras una y otra vez, lo cual impide que el mito llegue a su conclusión.

Pero, en realidad, nos damos cuenta de que Superman se ve obligado a mantener sus operaciones dentro del ámbito de las mínimas e infinitesimales modificaciones de su actuación, por los mismos motivos mencionados a propósito de la estaticidad de su trama: cualquier modificación general empujaría al mundo, y al propio Superman, hacia la consumación.

Cualquier cambio experimentado por Superman lo acercaría a la virtual conclusión de su mito y, por lo tanto, a su muerte. Ninguna de sus aventuras puede dejar un cambio definitivo en la vida del héroe, sino tener un carácter anecdótico y atemporal; todas deben ocurrir en un presente perpetuo. Tampoco el mundo en el que vive puede cambiar demasiado, y por eso Superman tiene aventuras autoconclusivas en cada número, que casi no tienen consecuencias sobre lo que sucede después, excepto tal vez introducir algún nuevo personaje recurrente. ¿Cómo puede un héroe así convertirse en mito?

A diferencia de los mitos clásicos, no se puede recurrir a contar la misma historia una y otra vez, de modo que los autores del cómic y de la novela popular echan mano de un recurso equivalente: contar aventuras diferentes, pero que tengan una misma estructura básica, y en las que el héroe pueda hacer gala de los rasgos de su personalidad y de los extraordinarios talentos que lo hacen único, reconocido y querido por el público. Esta reiteración constante es lo que permite el proceso mitopoyético, en el que el personaje adquiere valor simbólico. Ésta es una de las partes más brillantes del análisis de Eco, pero también de las que más necesitan una actualización. Es completamente real para lo que dice del Superman de la década de los 60, y en parte lo sigue siendo ahora, pero mucho ha cambiado. A partir de los 80 la estructura del mito ha dado pasos agigantados en otras direcciones.

Lo primero que podemos notar del Superman contemporáneo es que sí se ha conformado un relato mítico: el de su origen. Como las antiguas leyendas clásicas y medievales, éste es un relato que se nos cuenta una y otra vez en voces de diferentes rapsodas. El nacimiento de Kal-El en un mundo lejano (es decir, su origen divino), su adopción por parte de la gentil pareja de granjeros, su infancia y adolescencia en Smallville, el descubrimiento de cada uno de sus poderes, su relación con Lana Lang, su llegada a Metrópolis, su inicio como reportero, su relación con Lois Lane, su adopción del traje y del nombre de Superman, sus primeros encuentros con Batman, con Lex Luthor, con cada uno de los enemigos de su galería…

Si bien no hay una sola historia canónica, sí hay una serie de episodios y elementos que se consideran imprescindibles en la narración del mito de Superman. Éstos han sido interpretados a su manera por diferentes autores en los cómics, desde John Byrne (The Man of Steel, 1986), a Mark Waid (Birthright, 2004) y Max Landis (American Alien, 2016). Por supuesto, el mito es relatado también en sus adaptaciones en otros medios, las películas Superman de Richard Donner (1978), y Man of Steel de Zack Snyder (2013), o la serie animada de Bruce Timm y Paul Dini (1996-2000).

Un episodio importantísimo que ha pasado a formar parte del mito de Superman es el de su muerte a manos de Doomsday y su resurrección (en The Death of Superman, 1992). Es uno de los poquísimos episodios fuera del arco argumental de su origen que se repiten en distintos medios narrativos y obras de arte. Es parte esencial del mito superheroico porque cimenta el carácter mesiánico de Kal-El: muere para salvar a la humanidad.

Uno más se ha sugerido en algunas ocasiones, el del final de Superman. El escritor Grant Morrison lo introdujo por vez primera en DC One Million (1998) y de nuevo en All-Star Superman (2008). El héroe, tras alcanzar la inmortalidad, pasaría eones indefinidos en el centro mismo del sol (quizá en compañía de su esposa, Lois). Es decir, se trata de la apoteosis de Superman. Así como el mito de Hércules termina con el ascenso del héroe al Olimpo para formar parte de los dioses, el de Superman termina con la asunción completa de su papel como deidad solar.

Eco apunta acertadamente que Superman es un personaje inconsumible; su historia, a diferencia de la de los héroes míticos clásicos, tiene que durar por siempre, por lo que no puede experimentar cambios de ningún tipo. El cambio sólo puede suceder en el tiempo, y el tiempo lleva irremediablemente a la muerte.

Superman se halla en la preocupante situación de ser un héroe sin adversario, y por tanto sin posibilidad de desarrollo. A esto se añade que, por estrictas razones comerciales (explicables también mediante una investigación de psicología social), sus aventuras son vendidas a un público perezoso, que quedaría aterrado ante un desarrollo indefinido de los hechos que ocupara su memoria durante semanas enteras, y cada aventura termina al cabo de unas pocas páginas, de modo que cada episodio semanal se compone de dos o tres historias completas, cada una de las cuales expone, desarrolla y resuelve un particular nudo narrativo, sin dejar huella de sí mismo.

Esto, sin embargo, empezó a cambiar en la década de los 70, en parte gracias al nuevo enfoque que Marvel Comics le dio al medio, al asegurar al público que cada una de las aventuras vividas por sus héroes dejaba huella en sus vidas. Marvel se atrevió primero a casar a Reed Richards con Sue Storm, y más tarde a matar a Gwen Stacy, la novia de Spider-Man; éste, que había iniciado sus aventuras como un adolescente, creció con el paso de los años y llegó a casarse con su otra novia Mary Jane. Pero Eco no sabía que eso estaba por venir. Jamás siquiera menciona a los cómics de Marvel, excepto por una nota al pie donde enlista a los Cuatro Fantásticos como ejemplo de otros héroes análogos a Superman.

Con el paso del tiempo y la revolución iniciada por Marvel, el esquema narrativo descrito por Eco quedaría superado. Se establecería que existe una continuidad (nótese el término, usado en la filosofía del tiempo): las historias de los héroes sí tendrían consecuencias y además se extenderían a lo largo de varios números (hoy en día un arco argumental promedio toma entre seis y doce, y algunas sagas masivas se extienden incluso abarcando diferentes títulos). Y claro, un fan del cómic que se respete no es aquel perezoso que se aterraría ante el deber de recordar sucesos, sino alguien que precisamente se enorgullece de acumular conocimientos enciclopédicos sobre todo lo que le acontece a su héroe favorito.

Pero esto no tardaría en chocar con lo que Eco ya había observado: que las necesidades comerciales exigen que las aventuras de Superman continúen indefinidamente. Los cambios acumulados mueven a Superman hacia direcciones que harían muy difícil mantener la serie en marcha. Vean lo mucho que tardaron en decidirse a casarlo con Lois Lane (hasta 1996) y cuánto más demoraron en darle un hijo (2015).  Referencias a acontecimientos, tecnologías, personajes o modas del mundo real ubican a nuestro héroe en el mismo presente que el nuestro (o lo que es el presente cuando sale cada número), en el que el tiempo obviamente transcurre, y aún así Superman y sus amigos no pueden envejecer o lo hacen muy lentamente.

El recurso del que han echado mano se ha vuelto tan socorrido que ya es motivo de burlas: sí, acumular cambios, pero cuando éstos se vuelven un bagaje muy pesado, simplemente regresar todo a la normalidad, ya sea a una pequeña escala (por ejemplo, revivir a un personaje mediante la magia o revelar que no estaba realmente muerto), o de plano a escala cósmica, restableciendo el universo en su totalidad.

Esto último lleva al mito del superhéroe a una inesperada dimensión cosmogónica, pues en vez de que los editores salgan a decir públicamente  “nada de lo de antes pasó, pónganle atención sólo a lo nuevo” (como hizo Disney con la reestructuración del canon de Star Wars), DC se ha esforzado por explicar las transformaciones de su universo de forma intradiegética, como parte de la narración misma. Así, se crean historias que llegan a tratar con la estructura de la realidad, e incluyen viajes en el tiempo, el choque de universos paralelos, paradojas espacio-temporales y mumbo-jumbo pseudocosmológico y metafísico. Una vez más, las necesidades estructurales de la narración llevan al mito hacia nuevos niveles, y en este caso hacen del héroe parte de la creación y redefinición misma del cosmos.

Desde la primera reestructuración masiva del Universo DC en 1985 (con la clásica Crisis on Infinite Earths) lo que los editores, escritores y artistas de la compañía han intentado una hazaña casi sobrehumana, atajar un problema al que no han encontrado solución definitiva. Por un lado, mantener la saga de Superman como una constante sin final posible, porque el mercado exige que sigan apareciendo historias suyas. Al mismo tiempo, mostrar a Superman como un personaje que crece y evoluciona (por ejemplo, casándose con Lois y, recientemente, teniendo un hijo con ella). Por último, establecer un mito definitivo de Superman, que defina de una vez por todas cuáles de sus historias tendríamos que ignorar y cuáles sí forman parte del canon (nótese el término teológico, usado tanto por los creadores como por los fans).

La parcial e imperfecta solución con que se ha dado, y cuya fórmula comienza a desgastarse, ha sido permitir que los cambios se acumulen y luego restablecer el universo cuando éstos se hayan vuelto un estorbosos para continuar la narración. Así hemos tenido Zero Hour (1994), Infinite Crisis (2006), Flashpoint (2011) y DC Rebirth (2016). Como se ve, con los años echar mano de este recurso se ha hecho necesario con cada vez mayor frecuencia.

Si el público lo demanda y los creadores creen que es buena idea, algunos de esos cambios eliminados pueden restablecerse una vez más. The New 52 rejuveneció a Superman y borró la vida que ya había hecho con Lois Lane. Convergence (2015) reintrodujo al Superman casado con Lois a los que los lectores post-Crisis conocíamos, y hasta les dio un hijo. Así, el matrimonio y progenie de Superman tienen visos de convertirse en parte permanente de su mito.

Umberto Eco analizó el mito de Superman cuando se encontraba aún en una etapa muy temprana. ¡Qué son 30 años en la conformación de un mito! Sin embargo, el ejemplo que nos dejó el brillante intelectual en su análisis estructuralista nos enseña el camino a seguir y las herramientas a emplear en el análisis del mito superheroico, y nos muestra cómo las necesidades narrativas del medio en el que se transmite un relato determinan decisiones por parte de sus creadores. Ahora nos encontramos en una etapa muy interesante, una en la que el mito ya tiene episodios narrativos que se consideran elementos imprescindibles, y se debate entre la continuación sin fin y un desarrollo que inevitablemente llevaría a su consunción. ¿Llegará Superman a tener un mito definitivo, a la manera de Hércules? Quizá en otros 50 años alguien hará otro análisis para saberlo.

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