Las pequeñas arañitas que desciframos los lectores no provocan un sin fin de emociones, desde la llamarada del corazón por la muerte de algún personaje en los cuentos o novelas hasta la intensa curiosidad que podemos percibir ante la inmensidad de sabernos ignorantes ante la brevedad de la vida. La lectura es un gozo terrible que nos hace pelear una batalla perdida contra los millones de libros publicados que nunca llegaremos a saborear y de los millones más de los que nunca llegaremos a ver.
Para un librero esta agonía te vuelve paranoico, cada semana llegan libros nuevos que tendrás que acomodar en la famosa mesa de novedades, tienes que decidir quién vivirá por al menos tres meses o menos con una vista privilegiada, decidirás quién morirá enterrado en su sección sin ser descubiertos aún con su gran valor literario. La labor del librero involucra leer para recomendar partiendo de sus gustos, la vinculación que existe con los lectores se va desatando mediante la plática escuchando atentamente los síntomas. Hay que recetar de manera acertada, aliviar el dolor y levantar el ánimo algunas veces.
Existen casos en la que nos piden lecturas para sufrir largamente y tendidamente, llorar con una un cuento o dejarse maravillar por descubrir un ensayo de ese autor que no sabía que tenía un libro publicado. Así es el día a día de un librero. No todos los que trabajan en las librerías son libreros, ni todos los vendedores de libros son lectores. En la librería amarilla podrás encontrar de todo, quizá sea el peso publicitario de una marca consolidada que constantemente bombardea frases que te impulsan a querer ser lector.
Cada mes durante todo el año los libreros de la librería amarilla anotamos nuestras lecturas. Existían rumores de que si leías muchos títulos te podían llevar la FIL, no lo creía justamente porque el registro podía ser fácilmente manipulado, ¿cómo comprobaría que tal persona leyó 97 libros en el año? ¿Qué tipo de libros entrarían? ¿contarían los mangas y libros infantiles? Me aventuré a revisar el registro y ¡sorpresa! esos libros sí contaban. ¿Qué hice al respecto? Anotar mis lecturas breves, lo hice metódicamente cada inicio de mes. Perdí la esperanza al llegar el mes de octubre. Me fui de vacaciones por esas fechas y de la nada revisé mi celular y vi cinco llamadas perdidas de mi gerente. Pensé lo peor y dije: “pues le devuelvo la llamada para confrontarlo, a ver qué pasa, ojalá no me corran”.
-Hola, ¿me llamaron?
-Sí Ale, te hemos estado buscando toda la tarde. No más no apareces, hasta dije me vas a mandar al diablo por buscarte tanto.
-Pues ¿qué pasó?
-Fíjate que eres de los finalistas de las lecturas. Me urge que me des tu respuesta, ¿tienes disponibilidad de viajar a finales de noviembre? bueno, en realidad para quedarte toda la FIL. Regresarías hasta el 10 de diciembre.
-Ehhh, sí. Claro que sí.
-¿Tienes algún problema con ir a montar el stand?
-No, no tengo problema.
-Muy bien, eso es todo. Te explicaré lo demás con más detalle cuando estés de vuelta por acá, disfruta tus días de vacaciones.
Al colgar revisé mi Whatsapp y vi más mensajes de mis amigos diciendo que les urgía hablar conmigo, que no me podían localizar y que era una muy buena noticia.
Terminaron mis vacaciones y regresé a la librería. Me explicaron al llegar que al llamarme no me notaba muy emocionado. Cosa que era mentira, estaba entusiasmado por la noticia, ya sabía que iba a ser mucho trabajo pero que conocer la FIL por primera vez sería una experiencia enriquecedora. Tenía ciertas dudas con respecto al viaje. ¿Me van a pagar mis viáticos? ¿dónde me voy a hospedar? ¿solo por las lecturas me seleccionaron?
Entré a la oficina para despejar las dudas.
-¿Cómo te sientes?
-Bien, bien.
-No parecías muy feliz cuando te llamé.
-Me siento entusiasmado, nunca he ido a la FIL.
-Mira vamos a tener una junta para saber cuál va a ser la logística. Te llamaré cuando tengamos más información. Bueno… cuando esté en la junta, la verdad estoy en las mismas que tú.
En la junta nos explicaron acerca de un tabulador para los viáticos, las fechas del vuelo de ida y de vuelta. Es una sensación extraña que las cosas estén saliendo bien, a veces la propia ansiedad nos hace dudar de lo que vivimos en el presente. Este incentivo es para reconocer el trabajo de los libreros más lectores y obviamente por el desempeño en sus librerías. Fuimos tres personas elegidas para apoyar a la FIL, una chica de Tijuana que no podía perderse la oportunidad de ir todo pagado a pesar de tener proyectada sus vacaciones para esos días. Situación que se resolvió acudiendo solamente dos días, que si me lo preguntan a mi es una friega ya que solamente estuvo unas horas por la tarde noche y unas cuantas más en la mañana del siguiente día.
La otra ganadora fue una librera de la sucursal del Valle, que se tuvo que aventar desde el corporativo, viajando alrededor de siete horas para llegar a Guadalajara. También fue el equipo élite de montajes, los libreros de la ciudad de México. Personas con más de diez años recomendando y acomodando libros, libreros con los que compartí los días en un AirBnB. La pasión por los libros nos llevó a comentar anécdotas de cómo fue que llegamos aquí a la librería amarilla. Orgullosamente todos teníamos un futuro incierto y jurábamos que no duraríamos en el trabajo más de tres meses, cosa totalmente falsa.
Así fueron pasando los días, platicando con otros lectores que mostraban su felicidad al decirme que irían a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, respondía “yo también iré”. Empezaron los encargos de títulos de mis compañeros libreros. Ediciones especiales de tal o cual editorial. Encargando mis secciones de literatura universal, poesía iberoamericana y la lista selecta por unos días.
El día miércoles 27 de noviembre en la madrugada me dirigí al aeropuerto para tomar el vuelo a la ciudad de Guadalajara. Llegué muy temprano y ocurrió lo que suele pasar con los libreros. Me encontré con amigos y conocidos, eso quería decir que no me iría solo. Charlamos acerca de las ediciones especiales de lo que esperaríamos en la FIL. Reímos y quedamos en ir a comer juntos, cosa que nunca pasó, pero nos volvimos a encontrar en la inauguración.
Al llegar a Guadalajara mandé un mensaje de que había llegado con bien, en ese momento me llamó el gerente comercial.
-Hola Alejandro, mira nosotros vamos saliendo. Esperamos llegar a las cuatro de la tarde.
-¡Uy! ¿Entonces qué hago, o a dónde voy?
-Puedes irte a cualquiera de las sucursales que tenemos, la Perla, Puerta de Hierro o López Cotilla. Yo te sugiero la última, está más céntrica y puedes darte una vuelta en lo que llegamos.
-Ok, claro.
Fui a la sucursal de López Cotilla y, gran sorpresa, otro viejo conocido. Me encontré con un gerente que había estado en Puebla, no me había llevado tan bien con él ya que discrepaba con su forma de trabajar. Pero al saludarlo se portó amable, me dijo dónde dejar mis cosas y me presentó con su equipo. Ahí fue donde conocí a su jefe de librería, un sujeto que me cayó mal desde que me habló. Me afirmaba que no sabía dónde me quedaría y que todos llegarían al día siguiente. Yo le reiteré varias veces que acababa de hablar con el gerente comercial y él me dijo que llegarían a las cuatro de la tarde. En fin, no pude hacerlo cambiar de opinión. Me fui a desayunar desvelado y con la incertidumbre de la hora de llegada de los demás.
Me dieron las cinco de la tarde con el grupo con el que compartiría Airbnb, me fui en Uber y llegué al departamento. Nos presentamos y pensé que tendría la oportunidad de dormir un poco. Fui ingenuo, pues nos llamaron para ir a cenar y al terminar nos iríamos a montar el stand.
Estaba muerto, con el estómago lleno, pero con mucho sueño. Para el día jueves 29 el montaje avanzó de forma veloz con una oleada de 45 mil libros. Para el viernes separamos y montamos una librería en un par de días, aquí lo complicado fue tener que trabajar con personal de temporada, desconocía completamente el acomodo. Entre los descansos me hicieron recomendaciones para ir a tal lado o a tal lugar, probar las tortas ahogadas y los famosos tejuinos, estos últimos los probé y me encantaron.
Para el día de la inauguración, el sábado 30 de noviembre, no me imaginé el bullicio de gente con el que me toparía. Estaba acostumbrado a las ventas frenéticas de diciembre, pero nada comparado al stand de la librería amarilla en la FIL. Estaba devastado. Me dolía la cabeza y me estaba quedando dormido parado, situación por la cual fui miles de veces al baño. Lo maravilloso fueron las horas de descanso que pese a mi cansancio me recuperé para visitar los stands y ver algunos ofertones. Ese sábado lo recordaré toda mi vida, ya que nunca me había cansado tanto y nunca había visto la librería tan llena, tan rebosante de gente que no se podía pasar.
Los días siguientes me habitué al ritmo de trabajo, hice nuevos amigos lectores, conocí a autores y mi lugar favorito para comer era el buffet de la FIL. Te atienden rápido y te llenas muy bien. Los robos no estaban exentos en la FIL. La sorpresa de los lectores siempre es curiosa ante su librero, ya que es increíble que piensen que los libros no se roban. Los libros como un estandarte moralista caen ante la afirmación de que son revendidos.
-Joven, joven. Oiga esa mujer de allá se metió dos libros a la bolsa. Me le quedé viendo feo y los dejó.
-¿Quién fue?
-Esa de ahí, la de la bolsa negra.
Muchas veces se replicó esta situación. Hasta tuvimos que hacerles marca personal a los farderos. Nunca logramos atrapar a alguno.
Una situación más agradable fue la de los autores que se acercaban al stand a firmar sus novedades y hacer un TikTok para promocionar sus libros. También tuvimos la visita de medios locales, nos pidieron hacer una mención de los títulos exclusivos que teníamos en el stand. Nadie quería salir, así que me aventé a hacer la mención, busqué el video, nunca lo encontré. Ojalá algún día lo vea.
Se nos fue la feria, con todo y el excesivo trabajo te quedas con una satisfacción generosa. Ser parte del movimiento de los libros, conviviendo día a día con sorpresas. Como diría Jorge Carrión, pasando el tiempo con letra-heridos, con booklovers.
Quizá mi experiencia sea un tanto ingenua por ser mi primera vez en la FIL, pero la experiencia de mis demás colegas libreros significó mucho. Personas que aman los libros, que han durado comprometidos mucho tiempo con la labor de recomendar y atender a los necesitados de historias y fuentes. El librero en México quizá no tenga el peso que debería tener, como sí lo tiene en otros países.
Hay mucho que trabajar en torno a la labor de los libros, desde el consumismo voraz de los monopolios editoriales hasta la lucha por publicar de los escritores independientes. La FIL es un punto de encuentro de historias hechas papel, historias hechas palabras e historias hechas recuerdo.
Muy ameno el relato y qué bueno que pudo incentivan al personal que ama leer, enhorabuena a Alejandro