Let´s Groove: 40 aniversario de la Era Post Disco

El 7 de noviembre de 1981 se estrenó "Let´s Groove", de Earth, Wind & Fire, todo un parteaguas ya que anticipaba una nueva época, la cual llegó a la par de la década de los ochenta, según escribe Felipe de J. Cervera en su texto.

Antes de ser Back In Time, la música sorprendía mucho cuando era In Time. Hoy, como cosa cotidiana, se sigue valorando la producción de los años sesenta, setenta y ochenta. Algunos nostálgicos querrían incluir la de los noventa, pero gran parte de los artistas en ese lapso eran ecos de episodios anteriores y los que iban surgiendo solían ser artistas momentáneos, de plástico, cuyo repertorio -como el de Britney Spears- no está ni remotamente impregnado del clasicismo de Eagles o de Led Zeppelin. Corresponden al recuerdo -diversión circunstancial- con algunas excepciones, como Radiohead, que en la actualidad conservan un lugar de privilegio.

Desde la orilla inglesa y para el resto del mundo, lo intenso de la Música acaeció entre The Beatles y Tears for Fears; entre Queen y The Police; entre Pink Floyd y David Bowie y otros nombres consagrados de aquellos tres decenios. A partir de Estados Unidos -en los setenta- la presencia focal de los Bee Gees, validó el movimiento de la música Disco, representativos de una cultura enriquecida -como suele suceder- por varios afluentes: ya no del Jazz y del Blues, que se habían derivado por la ruta del Rock y sus virtudes. La opción fue hacerse una estirpe del Rhythm & Blues, con la sangre negra del Gospel, antes religiosa, mezclando la autenticidad de la música Soul y el Funky. Fueron ingredientes para cantantes y grupos como Barry White, Marvin Gaye, Diana Ross, The Chic, Village People y decenas de figuras que produjeron éxitos instantáneos.

El caso cúspide es Earth Wind & Fire, la octava maravilla del Soul. Su fundador, Maurice White (1941-2016), fue cantante, compositor, multi-instrumentista con especialización en la kalimba y un arreglista libérrimo. Daba acceso a compositores como Brenda Russell, Allee Willis y gente de su propia banda -como su hermano Verdine- Al McKay, Larry Dunn y Eddie del Barrio. Su colección de talentos, ya en 1975, era de impacto: se desmarcaba de cuantos estaban alrededor. Maurice White desempeñaba su capacidad ilimitada con tal de que una canción tuviera un arreglo para la posteridad. Por ejemplo, en “That’s the Way of the World”, el equilibrio instrumental superaba a cualquier otra canción. Elige una orquesta de cuerdas y alientos para fusionarla al organismo perfecto de su base rítmica y vocal, con el contratenor Philip Bailey compartiendo el liderazgo.

Fórmulas semejantes se sucedieron, pero sin ser predecibles. Alcanzaron el legado Lennon-McCartney y la gris “Got to Get You into my Life” se convirtió en una muestra de su talento sin medida. Nuevos elementos aparecerían en la paleta de “El Maestro”, como rebautizaron a Maurice White. A partir de su disco “Faces”, empezó a incluir sintetizadores programados, innovación recibida como signo de los tiempos. Así fue como Earth, Wind & Fire llegó a la estratósfera. Ellos inauguraron la década de los ochenta con “Let’s Groove”, dejando atrás una época y su simbolismo. El camino nuevo estaba al frente.

Entonces aquellos sintetizadores programados y otros efectos sonoros funcionaron como magia para esta canción, la más poderosa hasta entonces producida por White. Escucharla sin repetir el inicio es imposible: tiene un ritmo magnético; pero desde la aspiración al primer compás, atrapa. Surge un coro afectado de robótica, rociado de cristalitos y platillos discretos. Contiene pinceladas de trombón y trompetas responsivas -finísimas- sobre una línea de bajo que es un golpe a los sentidos, todo en menos de treinta segundos.

La letra, desde el título, invita al baile y la diversión en lenguaje liviano, como fue cada canción del agonizante estilo Disco. Algunos críticos de entonces casi se mueren del susto, quizá por sus reservas a aceptar movimientos nuevos. En cambio, otros se declararon admiradores y dieron la bienvenida al resultado, admitiendo un antes y un después a partir de “Let’s Groove”, es decir, un antes y un después de Maurice White y sus amables huestes.

Ahora que se conmemoran cuarenta años de su lanzamiento, la creatividad puesta en la canción mantiene el asombro del primer día, preservándose como una de las grandes favoritas de siempre. Es obvio que sea así, por estar tejida con los mejores hilos de su herencia. Tristemente, no podrá decirse mucho -dentro de un lapso igual- sobre alguna canción lanzada en esta era de la informática. Tendría que haber una mente maestra finalmente, que entienda lo importante no es hacer una canción al vídeo, sino viceversa. O quizá, mejor olvidarse por completo de lo visual. El palacio de la Música sigue siendo el oído y ello no cambiará ni transcurriendo otros cuarenta años. ¡Bravo!

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