Manga y cómic son fundamentalmente lo mismo. El primero no es más que la palabra con la que los japoneses designan a lo que los occidentales designamos con lo segundo. Sin embargo, ambos manejan estilos narrativos –y fanaticadas- muy diferentes. Ya Scott Mcloud esbozó en su teoría del cómic la riqueza de combinar ambos estilos, pero fueron Barry Lyga y Colleen Doran quienes crearon una historia donde dicha teoría es puesta en práctica.
Los escritores adolescentes
Barry Lyga es un escritor conocido por novelas para adolescentes desadaptados. En The Astonishing Adventures of Fanboy and Goth Girl –su ópera prima y primer éxito- se cuentan las peripecias de un par de chicos cuyo papel en la sociedad no está definido, ni buscan definirlo. El hecho de hablar del abuso de una manera cómica, sin caer en lo banal, le granjearon un éxito tremendo, sobre todo entre adolescentes seguidores de cómics y videojuegos. Sus novelas posteriores no hicieron sino cimentar su éxito, convirtiéndolo en esa extraña mezcla entre superventas y autor de culto. Su éxito radica en desarrollar personajes creíbles y entrañables, algunas veces basados en su propia vida, lo que ayuda a dotarlos de realismo. Otra razón de su triunfo es que apela a públicos necesitados de productos que los expongan y describan sin burlarse de ellos.
Amante de los cómics, Lyga deseaba fervientemente escribir un cómic. Al ser contactado por una editorial con esa propuesta, el autor no dudó en aceptar, encontrando en la artista Colleen Doran el complemento perfecto para la historia que quería contar. Doran es una dibujante consagrada en la escena estadounidense, con trabajo en las grandes editoriales bajo el brazo; sin embargo, es con su obra de autor A distant Soil con la que se le reconoce. Combinando fantasía, futurismo y un ambiente espacial, el cómic fue uno de los primeros en incluir tópicos liberales como política, diversidad sexual, identidad de género y tolerancia, todos ellos complemento perfecto para la voz narrativa de Barry Lyga y temas adecuados para hablarles a los adolescentes o a los adultos jóvenes. La combinación Lyga-Doran sonaba muy bien en la teoría y al aterrizarse en papel queda claro que fue una combinación mágica.
Occidente conoce a oriente
Mangaman es la historia de Ryoko, un joven de grandes ojos y cabello estilizado, que por azares del destino un día atraviesa una fractura en el tejido del espacio-tiempo para aparecer en nuestra realidad. Ryoko es un personaje de una realidad donde todo es como en esas caricaturas japonesas tan famosas y el mundo al que llega es el nuestro, en el que vivimos a diario.
Metaficción es un término para designar una obra que se empeña en recordarnos que estamos frente a una obra de ficción y justo esa es la grandeza de este cómic: presentarnos el encuentro entre un personaje salido de la ficción, con todos sus clichés, estereotipos y vicios, con nuestra realidad objetiva. El resultado es hilarante en el peor de los casos, y asombroso, en el mejor.
Como buen personaje de manga, Ryoko tiene una anatomía inusual, por decirlo de manera amable, pero es en su convivencia con nuestra realidad donde observamos lo raro que parece: al emocionarse sus grandes ojos cambian de forma, cuando se avergüenza suda un goterón por su frente, si quiere mostrarse tierno su tamaño se deforma, cuando se sorprende gruesas líneas salen de su cabeza. Todo esto es percibido por la gente, e incluso se llega al extremo de ser lastimados por las líneas de expresión o de movimiento que deja a su paso (o por las onomatopeyas que aparecen cuando se requiere un sonido que lo acompañe).
Esto puede parecer un chiste, y de hecho lo es, pero no es sino el primer nivel con el que los autores nos demuestran las diferencias entre el cómic occidental y el japonés, diferencia tal vez superficial, pero que cobra profundidad al conocer comentarios sobre la vida de Ryoko, donde menciona que en su mundo la vida transita más lenta, obvia referencia a lo contemplativo del manga, donde viñetas de hojas cayendo, gotas de lluvia sobre el pavimento o el viento soplando a través de la nada adornan las páginas y dotan a las historias de tranquilidad, ansiedad, suspenso o exasperación, dependiendo del tono de la historia. En unas pocas páginas, y con un ritmo vertiginoso también propio de los cómics nipones, los autores describen el mundo del manga poniéndolo en perspectiva frente al nuestro.
De la academia a la viñeta
Pero lo más sorprendente de la historia es la manera en que juega con las convenciones del cómic –llámese manga, bande dessinée, fumetto, tebeo, cuento, funny book, historieta o como quieran-. No importa que en un principio se maneje que es nuestra realidad donde transcurre la historia, en determinado momento, los personajes descubren que son viñetas y pueden salir de ellas para navegar a través del espacio y el tiempo, destrozando las convenciones necesarias para leer un cómic. Scott Mcloud, autor de Understanding comics (tal vez la mejor guía para comprender el medio), dice que un cómic es eso que transcurre entre las viñetas*, refiriéndose a la ilusión de paso del tiempo que se crea de un panel a otro.
Lyga y Doran juegan con esa idea con el fin de apuntalar su descripción de la realidad manga y la realidad cómic. ¿Confundidos? El cómic es muy sencillo de entender. A pesar de las implicaciones teóricas que maneja, ello nunca es el hilo narrativo, la historia es un romance entre seres diferentes y habla sobre la necesidad de conocer a otras culturas para respetarlas. El dibujo de Doran resulta perfecto debido a su versatilidad, lo mismo domina el dibujo occidental que el japonés. Incluso la diagramación de las viñetas cambia dependiendo de las necesidades de la historia, donde el lector avezado podrá identificar los cambios de ritmo y estrategias narrativas de cada estilo.
De manera didáctica, se incluye un glosario de términos derivados del manga por si algún lector jamás ha accedido a la cultura del cómic japonés, y es ahí donde reposa otro de los puntos fuertes de Mangaman, pues no sólo es una historia entretenida y graciosa, es también un muestrario introductorio hacia la cultura japonesa, objeto que tal vez para los lectores mexicanos no sea tan necesario puesto que toda nuestra infancia crecimos con productos culturales japoneses, pero hay que entender que en un país como EUA, que posee una producción cultural fuerte, solía ser complicado acceder a esos materiales. El cómic puede verse como un libro de texto para hacer cómic, para entender el manga y para visualizar la grandeza del cómic como medio. Todo eso dentro de una pequeña y entretenida historia.
Sacado de la manga
Es común escuchar sobre el conflicto manga/cómic, un conflicto nacido del desconocimiento de los productos de ultramar. Por supuesto que los materiales que llegan a través de los canales convencionales (tele, publicaciones, a veces cine) son comerciales y están hechos para sectores específicos de la sociedad, pero ahí afuera hay una vastedad de temas y tópicos, en diferentes tonos y géneros donde el manga es una rama más de eso que conocemos como cómic. La lección que nos deja Mangaman, más allá de conocer los alcances narrativos del medio, es que ambas culturas pueden influir una en la otra y que es posible que nos estemos perdiendo de objetos interesantes debido a nuestros prejuicios. Después de todo, ni el cómic es una perfecta maravilla ni el manga una reverenda porquería… o viceversa.
*El espacio –comúnmente blanco- entre viñeta y viñeta se conoce en inglés como gutter (desagüe o canaleta en inglés). Propongo se les llame canaletes.