“Tener patria es un regalo al que, de tarde en tarde, hay que corresponder”. Gabriela Mistral
El acento mexicano se percibe a diario, diferente en tantas maneras como diferentes somos los mexicanos por la tez y las costumbres, pero vinculados en lo interior. Hacemos un paisaje insólito; se toma lo que esté o no esté al alcance -cuestión de inventarlo- para tejernos una identidad de filigrana. Confusa de colores, aromas, sabores, sonidos: despierta con ánimo su pulso vigoroso, sin haberse agotado jamás.
Eduardo Angulo, poblano según el acta de su nacimiento, es un mexicano universal. Es violista y violinista. Es compositor, director de orquesta. Es un esforzado del trabajo que, al paso de los años, construye su nombre en pentagramas. Hoy hemos tenido la oportunidad -muy grata- de conversar con él, sobre su obra y sus planes. Conocimos de cerca al joven que, convertido en maestro, realizó el sueño de unir su nombre al de México, reconocido desde cualquier punto geográfico.
FDJ: ¿Cómo llega la música a la vida de Eduardo Angulo?
EA: Vengo de una familia de músicos. Tengo un hermano mayor que es pianista y radica en Alemania. Desde los cuatro años empecé a tener contacto con los instrumentos musicales, de manera que se podría decir que estoy en esto desde que nací. Llegando a la adolescencia, ya sabía que el violín era mi elección, así que ingresé al Conservatorio Nacional de México y de allí me fui a La Haya, Holanda, con la finalidad de hacer una especialidad.
FDJ: ¿Cuáles han sido sus principales alicientes en la vida profesional?
EA: En mi primera fase de vida profesional, me dediqué a la interpretación de los compositores del siglo XX. Nombres como Alban Berg, Schoenberg, Bela Bartok, formaban parte de mi repertorio; yo, encantado por lo atonal. Más adelante, desde luego Beethoven tuvo un significado especial y ya cuando empecé a componer, a eso de los 29 o 30 años, me introduje a cánones clásicos, formales, es decir, me volví muy tonal. Todo lo contrario a mi actividad como intérprete.
Pero mis alicientes son México y los mexicanos. Este es un país caótico pero la vida nace del caos. Anteriormente a la vida, hubo caos y eso me inspira muchísimo. En Europa, todo es demasiado correcto y organizado, pero ello demuestra falta de vitalidad. En cambio, México es todo lo opuesto. Rebosa de energía, que se traduce en creatividad.
FDJ: Respecto a su Suite Mexicana, de reciente interpretación a cargo de la Orquesta Sinfónica de Yucatán: ¿Qué detalles combinó? ¿Cuáles se quedaron fuera?
EA: Se trata de una obra encargada por mi editor en Alemania. Hará unos treinta y cuatro años que me pidió componer algo con el espíritu folclórico mexicano. La idea era que fuera de entre tres a cinco movimientos, relativamente cortos o muy cortos, que se pudieran incluso tocar por separado, no necesariamente como suite. Así que incluí un par de canciones mexicanas para una duración total de entre diez a quince minutos. Pero además hubo otro aspecto a considerar, la dificultad técnica. Que fuera algo mediana o incluso baja, quizá vislumbrando una crisis que venía, con Alemania o Europa en una posible situación difícil, con una baja venta de libros editados. Hay mucha gente aficionada a tocar un instrumento y comprar partituras es una opción de entretenimiento y pasarla bien en grupo de compañeros.
Entonces… tuve que estudiar. No conocía el folclore. Sobra decir que …me enamoré del folclore mexicano, tan florido, tan variado, tan vasto. Cada región tiene su música muy particular, con una mística y una variedad que me enamoré. A partir de esa suite, el folclore mexicano juega un gran papel. Por esta obra me conocieron a nivel mundial. A Alemania van a buscar partituras, desde Francia, Reino Unido, los Estados Unidos. Lo que quedó fuera sería como un 95 % porque es demasiado vasto, pero no podía hacerla más larga que diez o quince minutos.
FDJ: ¿Todavía México tiene mucho qué decir, desde su folclore o es asunto concluido?
EA: De México me falta mucho qué decir, por supuesto. No hubo nada de Yucatán ni de Veracruz, que tienen música maravillosa. En solo quince minutos es imposible agregar todo lo que falta. Había que incluir, eso sí, “Cielito Lindo” que es muy famosa en todo el mundo.
FDJ: ¿Está pendiente el legado musical mexicano para una sala de concierto?
EA: De mi parte, sí. Voy a seguir más de mi producción mexicana. Quiero poner olores, sabores mexicanos a mi música, que no es nacionalista, pero tiene esos colores.
FDJ: ¿Sobre qué es lo que más disfruta componer?
EA: De todo; lo que sea. Lo curioso es que no tengo muchos proyectos personales, pero no por encargadas, mis obras dejan de ser mías. Aunque también me he dado cuenta que no existen conciertos para salterio, que es mexicanísimo. Disfruto cuando me piden una obra sinfónica, pues tengo espacio para añadir todas esas ideas sobre México. Lo cierto es que no siento coartada mi creatividad, aunque se trate de encargos. Me encanta que disfruten con mi música, que se diviertan. Si eso ocurre, ya estamos del otro lado. Tengo millones de caminos por recorrer. La música es infinita.
FDJ: ¿Cuáles serían sus consideraciones finales hacia Eduardo Angulo, el compositor?
EA: Que soy muy feliz siéndolo. Quizá pude haber sido arquitecto, porque hay mucho arte en la construcción usando ladrillos y varillas. Pero en mi caso no me siento en desventaja, al contrario. Construyo usando sonidos y silencios.
Quizá por su visión, quizá por su experiencia describiendo a México en un papel pautado; quizá por coincidir con millones que sentimos amor y admiración por nuestra patria -aunque algunos hubieren nacido en otro país- o por ambas razones, en Eduardo Angulo aflora la elocuencia, que entusiasma como el estruendo de nuestras celebraciones mexicanas con todo y “cuetes”, con banda de pueblo y marimbas floridas. El maestro Angulo manda un amable saludo a la gente de Yucatán. Se despide con calidez, intrínseca en su modo de ser, como es similar en nuestra gente, creativa en toda forma posible y que, culturalmente, reinventa a diario el país más rico del mundo.