El menonita zen: regresan los cuentos al estilo Carlos Velázquez

En su crítica, Ricardo E. Tatto levita entre el universo de "El menonita zen" (Océano, 2023), la más reciente colección de cuentos de Carlos Velázquez, en donde el autor coahuilense retorna al género con el que se insertó en el panorama literario como una de las voces más disruptivas del norte del país...

Desde Despachador de pollo frito (Sexto Piso, 2019) el autor coahuilense Carlos Velázquez no había entregado a la imprenta un libro de cuentos, decantándose más por la crónica y la no ficción en títulos como Aprende a amar el plástico (Cal y Arena, 2019) y Mantén la música maldita (Sexto Piso, 2020), en los cuales explora sus obsesiones musicales entremezcladas con observaciones satíricas sobre la cultura popular y la sociedad mexicana actual. Ahora con El menonita zen (Océano, 2023), Velázquez retorna al género que lo hiciera famoso desde la disruptiva aparición de La biblia vaquera (2008), libro que lo instaló como una de las voces más originales en la república de las letras del país, si bien su ópera prima fue Cuco Sánchez Blues en el ya lejano 2004.

Por ello, sorprende que esos cuatro años de ayuno cuentístico nos hayan traído un amplio volumen que en 268 páginas entrega relatos con distintos registros y variable urdimbre literaria; El menonita zen probablemente sea el más ambicioso de sus once libros editados -al menos en lo que refiere a extensión, pues sus anteriores publicaciones no superan las 200 páginas-. Y es que lo anterior no es cosa menor: si bien los tipos y tópicos que aborda en sus cuentos reiteran las líneas temáticas de su narrativa previa, lo cierto es que se detectan nuevos bríos y mayor vigor a la hora de escribir, ya que esta colección de relatos no se caracteriza precisamente por su brevedad, pues el oriundo de Torreón parece haber encontrado un largo aliento en su escritura.

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Siete de los seis textos contenidos en “El menonita zen” oscilan entre las 25 y 30 páginas, y su ahínco por narrar con mayor amplitud se confirma con la inclusión de “La fitness montacerdos”, un cuento largo que más bien es una noveleta, pues rebasa las 60 páginas. Si me apuran, diría que Velázquez comienza a coquetear con la novela, un género que aún no forma parte de sus dos décadas de trayectoria editorial. De hecho, casi podría decirse que los intereses del autor poco a poco se han tornado hacia lo fantástico, dejando de lado el realismo que había sido su sello personal al contar el karma de vivir -y sobrevivir- en el norte agreste, con personajes lumpen y el narcotráfico como telón de fondo de sus anécdotas y ficciones. Cuentos como “El fantasma de Coyoacanistán”, “Sci-fi ranchera” y “El menonita zen” -que le da título a esta colección-, en donde aparecen fantasmas de rockeros fallecidos, criaturas extraterrestres y hechos ufológicos, aunados a un menona que levita, bien podrían insertarse dentro de la tradición literaria latinoamericana del realismo mágico.

Por supuesto, como en todo volumen del género breve -y salvo honrosas excepciones de los grandes maestros de la cuentística que han firmado libros redondos libra por libra-, en este es notorio una calidad irregular en el conjunto de narraciones, ya que relatos menores con desenlaces anticlimáticos y giros dramáticos un tanto forzados, cohabitan con otros de mejor hechura. Tal es el caso del ya mencionado “El fantasma de Coyoacanistán” y “El código del payaso”, los cuales se antojan repetitivos y hasta predecibles en el caso del segundo, donde desde el inicio sabemos hacia dónde va y en qué va a acabar. Se advierte que Velázquez se engolosina con sus palabras y en la crueldad para con su personaje, en vez de hacer uso de la economía del lenguaje para rafaguear al lector con una prosa vertiginosa. En su lugar, empalagan las digresiones que no aportan nada a lo relatado. Por ejemplo, “Sci-fi ranchera”, a pesar de su brevedad, no es sino un divertimento cuya trama sideral evoca al Chupacabras y que, por lo tanto, agota la anécdota en sí misma.

El narrador Carlos Velázquez nació en Torreón, Coahuila, en 1978. Es norestense hasta las cachas…

En cambio, es hasta el tercer cuento denominado “Discos Indies Unidos, S.A. de C.V” cuando se puede percibir al narrador experimentado que es Carlos Velázquez, firmando una historia sobre el ejecutivo de una disquera que ante la posibilidad de la ruina económica, se vale de un subterfugio legal para cometer un fraude, mismo que al final provocará su propia perdición. Por su vitalismo, suspenso y agilidad expositiva, este cuento me recordó a “Los hijos de Midas”, del genial y malogrado cuentista Jack London.

Justamente es a partir de la segunda mitad del libro cuando los recursos literarios del autor norteño levantan el vuelo, con el cuento largo o nouvelle “La fitness montacerdos” y “La accidentada y prieta historia oral de Yoni Requesound”, en donde se nota a Velázquez cómodo y a sus anchas, prodigando críticas soterradas a los modos de ser del mexicano contemporáneo, obsesionado con su figura y la falsa promesa de una vida saludable, en el caso del primero; o en la intrigante y bien acabada leyenda de un músico que probó las mieles del éxito tan sólo para perderse en los excesos, en el caso del segundo -tema que conoce muy bien dada su consabida melomanía perteneciente a la estirpe decadente y rockera-. La historia de Yoni Requesound, por su estructura coral con multiplicidad de voces y testimonios con afán documental, es el más complejo de este libro.

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“El menonita zen” cierra esta colección con una divertida y desopilante historia de un güero desabrido, menona por obviedad, que encuentra en el budismo una vía de escape a la tribu de productos lácteos a la que pertenece, alcanzando la iluminación y una milagrosa levitación, poderes que lo meterán en no pocos enredos y en situaciones surreales. En esta narración, prima un elaborado manejo del lenguaje, y en los diálogos nos regocijamos en el fino oído del escritor, pródigo en inventiva y hábil cazador de perlas orales que retratan evidentemente lo que mejor conoce, el norte y la frontera mexicana.

Con todo, a pesar de su sinuosa factura, algo que no se le puede escatimar a El menonita zen es que nos avizora la madurez de Velázquez como escritor, dejándonos la promesa de un mayor desarrollo en textos de largo aliento, ¿y por qué no? Tal vez como novelista en un futuro próximo, toda vez que sus cuentos ya tienen algo difícil de alcanzar por cualquier autor: una impronta personalísima en su prosa que hace que los lectores reconozcamos su estilo como un espacio literario que nos gusta y al que hemos acudido antes, pero que seguiremos visitando. Dicho esto, no es casualidad que este libro inaugure la Biblioteca Carlos Velázquez de la mano con editorial Océano, un logro que pocos narradores han logrado alcanzar en tan poco tiempo.

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