La serie de Chuck Lorre está disponible en Netflix.
La vida es una sucesión de momentos. Cuando se es joven estos parecen ser infinitos. Cuando se llega a la edad adulta adquieren mayor velocidad y comienzan a conocer los finales. Y cuando la vejez hace su aparición los momentos vuelven a detenerse en el tiempo, pero la conciencia de que pueden ser los últimos adquiere una perenne presencia y se convierte en una compañía incisiva, dolorosa, que hay que aprender a llevar. Parecería que uno vuelve a ser ese alumno inexperto que un día entró a la vida sin que nadie le avisara y al que de nuevo asaltan las dudas, aunque ahora sobre lo que hizo en vida, sobre aquello que tal vez pudo ser…
En The Kominsky Method esa sensación acompaña a sus protagonistas. Dos hombres entrados ya en la última etapa de sus vidas que tienen que aprender a vivir con el resultado de lo que fueron construyendo a lo largo de su andar por el mundo, todo mientras buscan bajar con dignidad el telón de su propia y personal representación. Sandy Kominsky (Michael Douglas) es un reconocido actor que ha tenido que cambiar de carrera para convertirse en maestro de actuación. Lo hace porque la fama que disfrutó en algún momento se ha ido en la búsqueda la juventud de la cual se alimenta y porque ha desarrollado un método de enseñanza que tiene cierto renombre entre aquellos que buscan hacerse de un camino en el intrincado Hollywood.
Tipo solitario, cuenta solamente con el apoyo de su leal hija Mindy (Sarah Baker) y el de un amigo incondicional quien a la vez es su representante: Norman Newlander (Alan Arkin), un hombre perseguido por sus propios fantasmas y que tiene que lidiar con la pérdida de Eileen (Susan Sullivan), su esposa y cómplice de toda la vida, mientras trata que su única hija Phoebe (Lisa Edelstein) se recupere de una montaña de adicciones. Chuck Lorre ha creado una serie que por momentos se transforma en un estudio sobre los hombres en la tercera edad. The Kominsky Method estará llena de esas situaciones que se presentan durante el último tramo de existencia en el planeta.
Sandy y Norman valorarán aún más su amistad, porque ésta se convierte en un soporte fundamental para poder atravesar por los escenarios que llegan junto con los años: la muerte, las enfermedades, el mirar cómo los hijos se enfrentan a sus propios fracasos, el éxito profesional y las frustraciones que vienen en contraparte; el miedo a la soledad e incluso esa búsqueda por una relación estable, amorosa, que sirva ante todo como una garantía de que el último suspiro no se dará en solitario. En el caso de Sandy Kominsky, la posibilidad de un nuevo encuentro amoroso se presenta cuando Lisa (Nancy Travis) llega a su clase de actuación, pues ella revolucionará la soltería obligada del actor para añadir un aspecto más a su caótica existencia.
Lo mejor de la serie se da cuando Michael Douglas y Alan Arkin interactúan a través de una serie de diálogos dignos de ser enmarcados. Ambos actores hacen no solamente gala de una gran calidad interpretativa, sino también de cómo dos polos diametralmente opuestos pueden generar una química perfecta en la pantalla. Douglas sigue teniendo un aire de rebeldía, recita sus diálogos como si en cada uno de ellos la vida amenazara con consumirle, pero tiene la enorme capacidad de detenerse en el momento justo, cuando el espectador necesita un momento de reflexión para entender mejor a un personaje que vive sentado sobre un montón de errores que le reclaman el no haber sido atendidos cuando era imperante.