Shostakovich rescata irregular concierto de la OSY

Sin ritmo la primera parte del 7mo recital de la temporada.

Son muchos los detalles que se conjugan en una interpretación musical. La obra, cualquiera que fuere y descontando el número de músicos que la ejecuten, puede presentar más aristas de las aparentes. Así pues, no hay obra pequeña. O sencilla. Sería un error creer que cualquier compositor tiene piezas “facilitas” y otras medianamente o muy complejas. Lo cierto es que todas, hasta el segundo movimiento del tercer Concierto de Brandenburgo -al que su autor otorga un solo compás- son música. Esta es la garantía de una orquesta sinfónica como la de Yucatán, cuya dirección, ya sea de su titular o a manos de algún invitado, tiene la facultad de sorprender por el nivel de su musicalidad. Existe también una puntería depurada para hacer que sus presentaciones sean muestra de equilibrio perfecto o lo más parecido a ello. Hay un inmenso trabajo detrás, pero por la insignificancia de un detalle, todo puede venirse abajo. O al menos, una buena parte.

Lo mejor de la noche del 22 de marzo de 2019 fue sin duda el preciosismo en la mitad posterior al intermedio. Shostakovich fue una cura instantánea de la primera parte, que no logró el estatus habitual, ese que suele medirse en aplausos. En la Sinfonía No. 9 de su opus setenta, los movimientos que hilvana el compositor fueron una suerte de juego alegre, con aquel espíritu jovial, común de toda su producción. El vanguardismo de sus criterios, a pesar de verse contra la pared del comunismo en la posguerra, emergió con un brillo fantástico, como habitualmente confiere la batuta del maestro Juan Carlos Lomónaco.

Aunque se discutiera acerca del carácter melancólico en alguno de sus movimientos, el genial Dmitri zarpa del allegro hacia el allegretto final mostrando un nivel entusiasta que en todo momento es edificante y enaltecedor. Idéntico se puede decir de la interpretación, tanto de la sinfónica en su conjunto como de la intervención de los maestros Joaquín Melo, haciendo con su flauta una mancuerna inmejorable con la descomunal piccolista Victoria Nuño. En espacio aparte, nuevamente Miguel Galván ejerce una influencia lunar con la ejecución de su fagot, creando en el cuarto movimiento -el Largo– una estampa ilustre con que reitera el valor que aporta a su sección, a la orquesta y a Yucatán.

¿Pero qué pasó en la primera mitad? Elgar salió pero no sobresalió, como si no le hubiera dado la gana hacer su parte. Es muy posible que Benjamín Franklin, por el tono sabiondo de sus consejos no le cayera bien a nadie, cuando aconsejaba cuidar los gastos, “porque un agujero pequeño hunde un barco” y el que hundió a Elgar, en el caso de su Marcha Militar número uno, inaugural de su majestuosa y celebérrima Pompa y Circunstancia, fue el ritmo. Una cosa ocurría en el extremo oriental de la orquesta -donde se halla a los sonidos graves- diferente de lo marcado para la mitad occidental, que instala a la sección percutiva.

Aun así, el accidente no fue de graves consecuencias. El director siguió su marca contra el improperio, pero llegó un punto de desfase por una corchea -el pequeño agujero- que por momentos era rectificado y de pronto, indeseablemente se hallaba de nuevo allí, cometiendo su terrible fechoría. “Nos vemos a la salida” es el dicho que genera sonrisas entre los músicos, cuando algo de esto ocurre, respetando el acuerdo de coincidir -al menos- en el momento del acorde final. Ciertamente, la enmienda sobrevino, gracias a una gestión de batuta no exenta de complejidad.

Inna Nassidze es una violonchelista mexicana de origen georgiano con un sonido distinguido y muy bello, siendo ella la solista invitada al evento. Está a su alcance obedecer las pretensiones de toda partitura, obsequiando matices sublimes en el amplio sentido. Sin embargo, posiblemente Elgar la hostigó al punto de no cubrir algunos de los delicados acentos que sí existen en su Concierto para violonchelo número ochenta y cinco. El impulso melódico, de grandes elocuencias en las creaciones de este admirable compositor inglés, se ambientaba de párrafos largamente exigentes, como ejercitando el dominio del arco, lo que sí fue justamente acatado. La excepción fue en finales de algunas frases, que debían ser tratados con el esmero de una porcelana: indefectiblemente terminaron demolidos contra el piso. Comparado con otros conciertos para chelo, Elgar no aspira a las exigencias de Dvořák ni de Saint-Saëns, quizá por las tardías circunstancias de su vida como creador. No obstante, tal cual sucediera en el tiempo de su estreno, propuso ser deuda más que misión cumplida.

Una tarde de toros puede ser mortal para el toro o para el torero. Se parece a salir a escena. Es un acto valiente que necesita el equilibrio de un malabarista y la abstracción de un neurocirujano. Mezclados, se vuelven combustible para un resultado pleno, siempre esperado pero eludible por momentos. Como es el caso de este programa séptimo. Lo bueno es que, pase lo que pase, habrá una mejor ocasión que engarce su peso a batallas previamente ganadas con aplausos. En todas, sin excepción, hay un aprendizaje, un motivo para seguir en marcha. Y sin perder el ritmo.

Afortunadamente, Shostakovich fue brújula del buen destino. Los solistas -estupendos- que fueron llamados a primer plano, dieron todo de sí con la efusiva, brillante compañía del conjunto. Director, orquesta y público finalmente fueron recompensados. ¡Bravo!

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2 Comments

  1. says: Leduc

    Es bueno ver que le bajen por fin a la loas y caravanas a esa orquestucha huesera para sordos, que no es mas que un adorno para que los burguesitos con ínfulas de aristócratas puedan presumir de lo cultos que son, público sin oido y gusto porqué si lo tuvieran; ya hubieran abucheado como se merece a esos hueseros mediocres varias veces.

    Ojalá y algún día llegue un director o directora con la batuta bien puesta y ponga en orden a toda esa bola de vividores sin talento que ganan como reyes, siendo más que unos vagos que huesean todo.

    1. says: Angélica L

      Es verdad, aunque ignoro cuanto cobran los músicos. Hace un par de años en la prepa, fuí a un concierto de la orquesta por que una amiga mi llevó y si me pareció un poco fresón el tipo de público. Creo que tienen que acercarse más a la gente de colonias populares que muchas veces no saben que existe la orquesta.

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