El hecho escénico, la nueva Universidad de las Artes y el poder de la sociedad civil
Usted, lector, ¿puede imaginar un hecho escénico sin espectador? Se necesita de dos presencias, una expectante (me atrevo a decir la más importante) para que el hecho escénico suceda. Somos en relación al Otro, una acción y una expectación constante. Estar con el Otro es el principio del encuentro que le da forma a las relaciones sociales, familiares y por supuesto al trabajo artístico. Incluso podría decirse que con la entrada de las redes sociales este fenómeno nos permitiría estar en muchos lugares a la vez. La paradoja se presenta cuando vamos a un concierto y lo vemos a través del celular o tableta, al tiempo que hacemos una trasmisión en vivo y podemos interactuar con muchas personas que se encuentran tanto del otro lado del mundo como a unos metros de nosotros. Es esta posibilidad de estar en muchos lugares, que parece fantástica pero desde otro punto de vista; usted y yo en realidad no estamos (con todo lo que puede significar la palabra estar) en ninguna parte.
Mantener la concentración por más de 50 minutos sin ver el celular como la máquina que nos transporta a otros lugares es un reto para más de una persona actualmente. La conexión presenta características impresionantes. Parafraseando a Luciano Concheiro en su ensayo “Contra el tiempo”: Todo tiene que ver con la velocidad; el mejor internet, la mejor computadora, el mejor reproductor es el que responde en menor tiempo posible. El problema es que la velocidad no nos permite de verdad ESTAR con el otro, la velocidad se atrapa por fragmentos por instantes apenas comprensibles que nos forman opiniones cortas y que olvidaremos a la misma velocidad.
¿Hace cuanto que no mira o es mirado a los ojos? ¿Cuándo le gusta alguien la o lo imagina en movimiento como video corto o giff o inmóvil como en sus fotos de Facebook o instagram? Quiero decir con esto que las relaciones y las construcciones sociales se ven endebles por lo que considero se va perdiendo el placer de estar. Lo cual repercute cuando como sociedad necesitamos estar apoyándonos, cuando necesito de mis vecinos para defender nuestros intereses en común, hasta nuestras familias y patrimonios. Pero sobre todo para formar parte de una sociedad activa real y no como lo podemos observar en las redes, que suceda lo que suceda nos inconformamos sin darnos a la tarea de revisar si la información por la cual nos inconformamos es real. Mucha inconformidad y poca propuesta es una característica de la conducta en la redes.
A usted que lleva unos segundos leyéndome finalmente le contaré el porqué de este preámbulo:
El pasado 9 de febrero el gobernador Rolando Zapata Bello dio el banderazo de salida para la construcción del Parque de la Plancha, proyecto que asegura albergará la Universidad de las Artes, además de un Museo de la UNAM y un espacio familiar arbolado que deberá ser un atractivo turístico más del centro histórico y uno de los espacios más visitados en el futuro. Este esfuerzo solo fue posible llevarlo a cabo por que existieron muchas voluntades pero sobre todo una asociación civil que conformaron los vecinos de la zona.
Así es, fue un trabajo de empuje de personas que se reunieron para estar y funcionar como sociedad. Este ejemplo que costó muchas reuniones, lluvias de ideas, seguramente discusiones, permite que hoy se tenga la certeza de que independientemente de quien gane las elecciones municipales o estatales el proyecto se llevará a cabo, porque existe una sociedad que lo vigila y protege. Un parque, un Museo y una Universidad de las Artes: me agrada demasiado la idea y me entusiasma pensar en todas las cosas pertinentes que pueden surgir de ahí.
No es sencillo perseguir un objetivo en común cuando no representa ningún beneficio económico o de posicionamiento político. Y sin embargo puedo contar que en Mérida tengo dos ejemplos de una sociedad organizada que impulsa, vigila y protege sus proyectos. El patronato de la Orquesta Sinfónica de Yucatán, es un ejemplo claro de buen funcionamiento y calidad; ahora toca el turno de la Asociación Civil Gran Parque la Plancha.
Considero que estos esfuerzos sirven de ejemplo para que más organizaciones civiles se consoliden y encuentren resultados igualmente fructíferos. También veo una excelente oportunidad para que la sociedad defienda sus productos culturales pues finalmente solo nosotros los espectadores podemos tomar un papel activo echando andar la maquinaria de un tren que no pare nunca, y que en su andar proponga y esté pendiente ante cualquier gobierno del partido que sea.
También que tenemos que construir proyectos activos que se puedan ver y sentir y no solo se queden en papel. Necesitamos tener productos que por su calidad permitan voltear a ver a Yucatán como un generador de cultura moderna y no solo tradicional. Un Yucatán que no solo compre espectáculos de calidad, sino que se vuelva un ofertante y productor de ellos. Capacidad artística y potencial existe y está probado por la actividad de los grupos independientes que desde hace muchos años funcionan apoyados o no como células que consiguen unirse unas veces sí, otras no, pero sobre todo el trabajo que respalda casi 14 años de la creación de la ESAY, generadora de artistas con excelentes propuestas y su planta docente profesional y activa que son referentes nacionales e internacionales.
En este sentido además de la excelente gastronomía, y folklor que ofrece el Estado; al igual que la OSY considero necesario formar muchos patronatos que nos permita tener lo mejor de la danza clásica y contemporánea, así como una Compañía Estatal de Teatro de altos vuelos, que dé a conocer lo mejor de la dramaturgia yucateca, nacional e internacional de todas la épocas, a nuestros actores, músicos y artistas visuales. Que se acompañe el desarrollo de la escenografía, la iluminación o el vestuario. Una compañía con una personalidad única con un repertorio clásico y moderno capaz de proponer y sumarse a los discursos creativos vigentes.
Imagino una compañía que genera intercambios de trabajo con actores de otras latitudes que compartan la escena con los nuestros, a diseñadores y demás creativos haciendo residencias de trabajo que generen sucesos escénicos espectaculares y de gran sentido, imagino este intercambio de trabajo y saberes con otras grandes compañías nacionales e internacionales y que no sólo Chichén Itzá (aún convertida en sala de conciertos) sea un foro internacional, la jarana o la cochinita pibil sean el referente internacional por todos conocido. Esto lo creo, será posible si y solo si volvemos a vernos a los ojos y establecemos relaciones sin prisa, que nos permitan disfrutar de nuevo el saber ESTAR para poder crear.