El último lector, de David Toscana

[…] fue un lector, el último de su especie, lo mató un cambio de temperatura, su miembro era pequeño.

La profanación del lector intocable

Ni los amantes de la complejidad del gremio intelectual desdeñador ni los parias del lenguaje y otros menesteres literarios resultan intocables en el universo de Lucio y Remigio. En El último lector, David Toscana encuentra, no un equilibrio, sino una provocación a sus lectores, pues los hace a todos ellos partícipes, cómplices de su juego narrativo, los empuja suavemente a un páramo de abyecciones e incomodidades de mano del actante, de las cuales terminan formando parte irremediablemente.

El último lector es un texto vertiginoso que proyecta a su receptor en un vaivén estructural en el relato, es una obra que no se lee, se asume, con la sensación de quien se sumerge en un mar violento a merced de la furia de las olas y que logra sacar la cabeza para respirar un poco, sabiendo que esos segundos no son sino un préstamo de tiempo que tarde o temprano habrá que devolver. Con Toscana, en el caso particular de esta novela esa cuota se paga con los arrebatos entre lo real y lo ficticio, el asombro a partir de la suerte de relación entre estos dos últimos elementos o incluso con la culpa, no la de los personajes, sino la del propio lector.

La literatura confronta a la humanidad con su tiempo, su contexto y sus tan históricamente trabajados principios éticos, ¿no son la muerte y los deseos prohibidos los que nos enfrentan cotidianamente con la vida? En este sentido, esta obra hace uso de un personaje sumamente interesante para estos fines: Babette, la personificación del placer de la profanación de los principios intocables de nuestra sociedad occidental, que se encuentra tan bien articulada bajo sus propios criterios éticos. En cambio, en El último lector, la belleza, la juventud, la pureza y la muerte se conjugan todas en la existencia de un no-ser (Babette) que se sugiere que provoca y estimula, pero sin duda alguna, escandaliza.

De este modo, el texto lleva y trae al lector al abismo de los deseos subversivos que en más de uno habrá desembocado en culpa y asco, afirmando entonces la vida, la esencia humana. Toscana sienta en una mesa a lectores de todas las pretensiones, clases y desdenes, los hace convivir en el mismo festín para dialogar sin opción en un mismo idioma y embriagarse con la misma copa que representa la irreverencia que solo el anhelo puede impulsar.

lector mondadori
(1era edición, 2004)

El último lector es una novela de sarcasmo agresivo, cargada de imágenes que entremezclan la violencia con la belleza y las convierte en una sola figura; fetichiza la literatura, la “buena literatura”, la transforma en motivo de vida, de existencia, se convierte en la amada, la amante y la esposa, en los hechos pasados y futuros, define como un oráculo sagrado el porvenir de los personajes. Así, no es extraño entender la novela como una suerte de mezcla pictórica que -con algunos matices- recuerda a Bataille pero en un escenario que huele a Norte y a desierto y que sugiere al lector no tomarse los deseos tan en serio, ni la literatura tan a la ligera.

David Toscana, El último lector, México, Mondadori, 2004, 190 pp.

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