A mí sí me gustó Emilia Pérez, la vi con los ojos desprejuiciados -como se deben ver todas las películas-, sin ser la gran obra de arte me pareció un musical solvente, con una estética fusión de lo popular mexicano y el cabaret, con guiños a musicales como Los paraguas de Cherburgo (Jacques Demy), sobre todo en la escena de las sombrillas callejeras en el mercado, entre otras.
También es referencial a Almodóvar e incluso a Jodorowsky, y a otros tantos con puestas en escenas teatrales y extravagantes. La historia no es otra cosa sino una tragicomedia operática, que toma como contexto al narco mexicano, pero cuya trama central no pretende ser un comentario político, sino más bien es una historia de amor, redención y caída, que ciertamente surge a partir de un capo transgénero que contrata a una abogada interpretada por Zoe Saldaña, la cual brinda una actuación a la que yo consideraría la principal y mejor del filme.
A Karla Sofía Gascón, la encuentro creíble como una norteñota trans, sin brindar una actuación extraordinaria, se mete en su papel y hace buena mancuerna con las otras actrices en este ensamble coral, el cual hace gala de un vestuario digno de mencionarse, todo resaltado por el ojo del fotógrafo Paul Guilhaume. Selena Gómez, a pesar del enjuiciamiento en redes sociales por su acento en español -se agradece el intento fonético-, creo que es efectiva y muy acorde al papel asignado por el director galo Jacques Audiard. Ninguno de los actores principales habla español mexicano, pero eso sólo le importa a los mexicanos. Esta cinta está hecha para un público internacional y no para complacer a la audiencia nacional, motivo de que se le haya juzgado injustamente.
Por ejemplo, nadie reparó que en la más reciente cinta del italiano Luca Guadanigno, “Queer” (Marica), se abordaran temas de la sexualidad diversa ambientados, adivinen dónde: en la ciudad de México, en una colonia Roma de los 50´s, idealizada, plástica y escenificada -tal era la estética que buscaba el director-, en donde tampoco nadie hablaba buen español -mucho menos el británico Daniel Craig, enca
rnando al viejo y perverso Burroughs- y que en ningún momento pretendió -al igual que Emilia Pérez- ser la carta de presentación de nuestra cultura.
Es decir, México, en tanto país, es escenario de otras miradas, historias y géneros cinematográficos y eso hay que tomarlo como tal. De hecho, si fuera otra película más sobre narcos, probablemente ni la hubiera visto, ni el gran público se hubiera interesado tanto por ella. En ese sentido, cumple su cometido de ser una farsa provocadora, tanto a nivel fotográfico y musical como temático.
Por supuesto, habrá quienes encuentren insufribles los musicales, y está bien, no son para todos, pero si a usted le gustan, sin duda encontrará en Emilia Pérez un divertimento que apenas roza temas coyunturales de la sociedad mexa. usándolos como pretexto para contar la misma historia melodramática pero de un modo diferente, con una mirada que tal vez irrita la pinche vulva, en cuanto que es un cristal que corta y en el que hemos mirado cómo somos vistos por el ojo ajeno, en tanto exhibe nuestras patéticas condiciones sociales haciendo mención de los desaparecidos y de las madres buscadoras (que documentales como Te nombré en el silencio y otras ficciones han abordado con enfoque diferente).
A Emilia Pérez la inscribiría en esa corriente de musicales contemporáneos en donde se tratan temas escabrosos con canciones y música que no necesariamente es pop o pegajosa, o que siquiera rima. ¿Alguien se acuerda de Annette, de otro realizador francés, Leos Carax? El montaje y los valores de producción de Emilia Pérez bien valen su visionado, lo demás que se ha dicho acerca de la película pertenece al terreno de lo extrafílmico y no viene al caso.
En fin, de todo hay en el universo cinematográfico, celebro esa diversidad de gustos y esa oferta del séptimo arte donde México, nos guste o no, es escenario de narrativas que retratan nuestro país, aunque sea desde el exotismo, o incluso a partir de las peores tragedias nacionales, como es la violencia del narco-estado. Una realidad que lacera, y que también se canta en español, inglés o francés.