La sinopsis del libro es la siguiente:
Gran parte del texto se basa en la remembranza de tiempos pasados. ¿Cuál sería el peor tipo de nostalgia: la que añora lo sucedido o lo que jamás sucedió?
Hay que distinguir, como con cualquier emoción, lo vivencial de lo escrito; la nostalgia que se experimenta y la escritura que recurre a la nostalgia como recurso expresivo son cosas distintas. Yo puedo o no extrañar el pasado, pero eso no importa para la novela.
Los personajes tienen su propia realidad y piensan en un pasado que no está idealizado, que es más bien negro y nefasto, aunque a la vez quieren recobrar personas y costumbres de ese pasado, tienen cuentas pendientes con él. Pero no me parece una novela especialmente nostálgica. La inmensa mayoría de la acción ocurre en el presente narrativo de la novela, aunque la base del pasado esté ahí.
¿Existe tal cosa como la brecha generacional o solo son un conjunto de prejuicios? Esto por la relación del personaje de Yulian con la gente joven y el concepto que tiene de ellos.
La sociología pop no tiene ninguna clase de peso en lo que escribo. No me interesan conceptos tan vacuos (y gringos) como Generación X o Millennials. Yulian habla con el mismo desdén de los viejos que despreciaban la música que le gusta que de los jóvenes que no le hacen caso. Esto se debe a la condición marginal del metal, que nunca ha recibido reflectores en México, un país en general hostil a lo diferente.
Es verdad que Yulian manifiesta desagrado a los jóvenes, pero en realidad lo manifiesta a todo el mundo. Porque es un viejo gruñón. ¿Quién necesita una novela sobre un señor buena onda que trata de entender a los jóvenes? ¿De qué les sirve a los jóvenes la admiración de un señor de 45 años que diseña pegatinas para autos? Como para mí la respuesta a estas preguntas es “nadie” y “de nada” escribí la novela.
¿Podría ser el rock una filosofía de vida?
Es algo mejor, que es una postura vital. Y una formación o deformación del cerebro, que hace que uno vea las cosas de un modo peculiar. A la vez, no hablo de todo el rock. Buena parte del rock hace años que es pop inocuo que no se distingue de la música industrial. Justo lo que me atrae del metal es su condición radical, bastante inasumible para los grandes públicos en este país. Por otro lado, la novela satiriza y se burla de los estereotipos asociados al rock.
Cuéntanos un poco sobre el proceso de creación de este libro.
Fue un proceso largo y desarticulado, porque a mitad de la escritura me fui a vivir catorce meses a Alemania. La novela brincó el charco y regresó irreconocible. Se transformó en otra cosa. Lo fundamental que quería era un lenguaje vivo, de sabor absolutamente soez y oral, propio de los personajes y necesario para la estética del texto. Y el método consistió en dictar a aplicaciones que transforman la voz en texto en el teléfono y la computadora. Salieron cientos de páginas en crudo, más o menos lodosas, que me pasé casi dos años puliendo, editando, hasta que la prosa quedó como debía.
Has estado publicando un libro por año los últimos 5 años, ¿cómo has hecho para mantener la inspiración a flote?
No creo en algo como la inspiración, sino en el trabajo. Por otro lado, hay que ver qué libros son. Un libro infantil, que es un cuento que mide tres páginas sin las ilustraciones. Una novela juvenil. Una colección de cuentos escritos a lo largo de quince años y que tuve tiempo, en la pandemia, de editar y revisar. Una antología de cuentos ya publicados… En suma, ninguna pieza mayor entre Olinka, que terminé de escribir en 2018 y La armada, que terminé de escribir cuatro años después, en 2022. A veces se confunden los tiempos editoriales con los tiempos de escritura, pero son diferentes.
Soy muy riguroso con las ideas que se me ocurren y necesito dar muchas vueltas y tener mucha claridad y un plan detallado antes de ponerme a escribir. Hay gente, supongo, que tarda mil años en sacar libros, pero a veces es porque pasan buena parte de su tiempo “literario” grillando y en cocteles en lugar de trabajar. La literatura se hace ante la máquina, no en los foros, las mesas y los festivales.
¿Tienes algo o mucho en común con alguno de los personajes del libro?
Sí, si entendemos que esto incluye a todos, en especial los secundarios. Uno saquea la propia experiencia y lo que ha imaginado, oído y atestiguado incluso para escribir. También, para qué negarlo, tengo tendencia a escribir sobre clasemedieros de mediana edad, porque no comparto la idea aristocrática de “redimir” a los infortunados con lo que escribo. Ese me parece el mejor truco de la usurpación: fingir que sufres por los demás para ganarte un cheque o un premio. Claro que se pueden escribir grandes libros siendo hipócritas. Pero a veces no salen y entonces uno es hipócrita e inepto. Prefiero escribir sobre lo que sí me interesa.
Creaste una playlist en Spotify que es, en esencia, la banda sonora de La Armada Invencible. ¿Cómo hiciste la curaduría de las canciones que ahí se incluyen?
Como notaste, las canciones principales de la playlist, las que abren, son las que dan nombre a los capítulos del libro y, a la vez, son los diez covers con los que la banda practicaba cuando se llamaban Paganos.
Es una revisión de canciones del estilo que influenció a La Armada, que van del heavy clásico más ruidoso al primer thrash metal. Cosas básicas como Sabbath, Maiden, Metallica, Accept, Motörhead, Judas Priest, Megadeth, Anthrax…
Traté de elegir canciones que podrían haber sido objeto de un cover sin demasiadas complicaciones. En la playlist incluí también otras bandas de las que se habla en la novela, como Pantera o Sepultura, y algunas más recientes. Me faltó más metal mexicano y sobre todo de Guadalajara, pero es que muchas bandas no tienen el material en streaming y eso dificultaba el armado de la lista.
¿Es pues, La Armada Invencible, una oda a las segundas oportunidades que brinda la vida?
Para mí, la novela es una tragicomedia sobre lo ridículo y heroico de resistirse al paso del tiempo y a lo inevitable de la decadencia y la caída. Es la única heroicidad en la que soy capaz de creer: la resistencia.