Una reseña crítica sobre la obra de Abraham Salomón.
La extraña desaparición de las luciérnagas, de Abraham Salomón, fue una de obras seleccionadas por Teatro La Capilla, a través de su convocatoria Teatro de los Estados 2021, a la que aplicaron 67 proyectos y de las que seleccionaron 8 puestas en escena. La obra escrita por Salomón fue transmitida los días 27 y 28 de enero a las 19:00hrs a través de la plataforma Zoom.
Trilobite Teatro de Oaxaca y Ranas de Laboratorio de Puebla, realizadores del montaje, evitaron el riesgo de proyectar en vivo su ejecución y optaron por transmitir la obra grabada; de esta manera esquivaron algunos posibles peligros a los que involuntariamente, debido a la virtualidad, se pudieron ver inmiscuidos, algo que hemos descubierto de forma regular en otras transmisiones. Sin embargo, el recurso técnico en el audio no corrió con la misma suerte, ya que por ratos resultó difícil de reconocer con claridad las palabras de los actores.
La escenografía, de tendencia minimalista: una tarima delgada de madera con relieves al suelo, un asiento en cada uno de los extremos izquierdo y derecho superiores, desde donde los músicos, Raisa Robles y Javier Jarquín, ambientaron distintos momentos de la obra. Visualmente, se agradece la simetría de los movimientos corporales y la sincronía de las ejecuciones de los actores Rodrigo del Mar y Rocío Tisnado.
A la tercera llamada, una luz general sobre el escenario iluminó a los dos personajes y narradores de la historia, Ismael y Oceana. De principio a fin, a veces con intercambios dialogales y en otros momentos a manera de monólogos, ambos nos llevan a un viaje de la vida con vaivenes como las olas, pues la historia de ambos puede ser la historia de cualquiera que nació y vive, como Oceana, en la quietud de un pueblo y rodeada de grandes paisajes naturales, o quien, como Ismael, nace y crece en una caótica urbanidad donde llegada una edad adulta “debes” ser como los demás, sobrevivir, cubrir jornadas largas de trabajo, con prisa y muchas veces en soledad.
Por ello, no es de extrañar que sea la ansiedad la compañera de Ismael por mucho tiempo, sombra que se desvanece una vez que el protagonista impulsado por las ganas de vivir y de cambiar el rumbo de su vida, decide emprender un viaje al sur de México. Tanto el formato de la narraturgia como el de la escenografía se limitan a lo esencial. Podríamos sumar a esto el trabajo de actuación de ambos actores, que provocan en el espectador la búsqueda de sus propios paisajes en su imaginación.
La iluminación, a cargo de Sebastián Nava, precisa y sencilla, se ejecutó justo con la dosis necesaria de colores e intensidades en los momentos en que la narración llega a propiciar el cambio de tiempo o espacio. La música enriqueció la creatividad en el público para recrear la atmósfera de la historia, aunque por momentos sus notas sobresaliesen más que la voz de los actuantes, causando una alteración ambiental ya proporcionada desde antes por la actuación y haciendo difícil reconocer las voces de los protagonistas, aunque estos elevaran su entonación.
Estremecedora, La extraña desaparición de las luciérnagas, dirigida por Raisa Robles y el propio Salomón, nos lleva a presenciar el viaje de dos seres que en los pequeños detalles encuentran lo más significativo de la vida, que descubren primero el amor en el espejo, en el reflejo de uno mismo. Y que después de su encuentro, de no ser por la violencia que como humanos seguimos provocando, pudo ser otra bella historia. La obra, de estilo realista, nos sitúa en la actualidad, ya que podría ser la vida de cualquiera que, en un mundo de caos, de crisis, pandemias y violencia, busque por sobre todas las cosas una luz que nos ilumine en medio de tanta oscuridad.