“Roldán” de Mario Carrillo: Un anacronismo actual

"Roldán" (portada del poemario)

El primer poemario publicado de Mario Alberto Carrillo Ramírez-Valenzuela, Roldán (Ayuntamiento de Mérida, 2015), significó un comienzo fundamental para el poeta no sólo por haber merecido el primer lugar en el Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Mérida”, sino porque da pie a una significativa cantidad de preguntas en torno a la obra, pero también a la condición de la poesía mexicana actual. Empecemos por la obra…

Si bien el libro toma una referencia de la alta cultura como lo es El cantar de Roldán, el texto no exige necesariamente que el lector tenga fresca la historia del militar ni tampoco sus condiciones de producción. En otras palabras, el poemario es tan autosuficiente como para prescindir de un bagaje cultural que, si bien tampoco implica un doctorado en historia, dejaría fuera de escena a una importante cantidad de lectores que desconocen los caminos de la chanson francaise. En cambio, logra acoger en esa alegoría una serie de construcciones autobiográficas entretejen las interrogantes del drama humano desde los tiempos de Parménides y Heráclito: ¿qué de nosotros permanece en los sitios recorridos? ¿La sombra de nuestros pasos, que es también el eco de un legado que arrastramos, va detrás nuestro o es ella a quien seguimos cuando creemos que estamos eligiendo nuestra vida? ¿Salimos de las sombras de nuestra conciencia –a la manera de Platón- para emerger al mundo de la vida y la desgracia? ¿O es que acaso, desde que nacemos, sólo nos hundimos poco a poco en las profundidades de la existencia y una vez tocado su centro, dependemos de algo más grande que nosotros –como el amor o dios– para regresar afuera de ese laberinto y contarle a los demás cómo se escucha latir a las tinieblas de la vida?

Mario Carrillo recibiendo el premio
Mario Carrillo recibiendo el premio

Los versos inaugurales anuncian aquellas preguntas, que son, a su vez, la feroz posición de los combates que todos, como Roldán, tenemos oportunidad de librar mientras estemos vivos. Así, para aquel joven militar, el mundo oscila entre el misterioso tenebrismo caravaggiano y la esperanza redentora los paisajes de David Friedrich, en cuya amplitud se halla el misterio de los límites del espíritu. Por ejemplo, en su segundo poema, mientras Roldán alista su partida como un rito de iniciación, advierte: “Pero siento que he morado/ largamente en este país/ y una tierna llovizna me convida/ a buscar otras ciudades y otros lares,/ otros amores y amistades,/ antes que las veredas sean sepultadas/ por la espesa nieve del cansancio.” Y aunque es evidente la prisa por descubrirse a sí mismo antes de envejecer, Roldán aparece de nuevo advirtiendo la peligrosa dualidad de la promesa de vivir: “Altos son los montes y tenebrosos los valles;/ ásperas las rocas, siniestros los desfiladeros;/ las ciudades desiertas y la gente ciega,/ como ave de carroña; sorda la música y negra la luz;/ para quien desconoce su nombre”. El asunto es descubrir sin negar nuestro legado. De otra forma, cualquier camino es también nuestra condena.

Este trabajo de Carrillo Ramírez-Valenzuela es interesante porque desde cierta perspectiva parece anacrónico, ya por la elección de sus referentes, ya por el trabajo minucioso de la técnica o por la búsqueda profunda del sentido de escritura que tal vez sea un complejo entramado de ética y estética solucionado en poesía, hecho que remite a ese último gesto de Kant, quien en su epitafio sostuvo una confesión avasalladora: “mi vida tuvo sentido por la búsqueda de la bondad y los cielos estrellados”. Pero al mismo tiempo, Roldán se presenta como un conjunto poético totalmente contemporáneo. Incluso, gracias a su corte convencional resulta más actual que la poesía que se vende a sí misma como la última vanguardia del posmodernismo. Y eso nos lleva a pensar en el siguiente punto.

Mario Carrillo
Mario Carrillo (foto tomada de Carruaje de Pájaros)

Con esta obra, Mario Carrillo se aleja de la corriente dominante entre los poetas de su generación: poemas fragmentarios, con discursos herméticos por las abundantes referencias a grupos de música indie, tecnología y series de televisión; o bien, sencillamente por el discurso dislocado entre un verso y otro. Roldán es lo contrario, contiene referencias clásicas, estrofas escritas en verso libre que, sin embargo, cumplen cabalmente con las métricas clásicas como los endecasílabos o los alejandrinos. Si uno lo piensa como un solo poema dividido en cuatro secciones, Roldán es un poema de largo aliento que mantiene un rigor lírico exhaustivo, pero también una preocupación por la trama más común en un novelista que en un poeta joven del siglo XXI. Aunque cada poema puede ser leído e interpretado de manera aislada, cada texto se sucede como episodio: en el transcurso pasan cosas, el protagonista se transforma y el mundo en el que vive es interpretado también con un lenguaje nuevo, un código monumental que sólo se consigue con el transcurrir de las páginas.

Es raro Roldán para su generación porque hay oficio, técnica y lecturas, pero también, y esto es lo que se extraña en otros poetas, una clara voluntad por comunicar. El poeta no se esconde en ese tamiz oscuro de la erudición sin contexto o la “apropiación” (que muchas veces parece plagio) de obra ajena para simular, esos sí muy decimonónicamente, una genialidad artística que provee al escritor de becas y premios, pero casi nunca de lectores.

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