Emilia Urquiza me parece un personaje fascinante: es una mujer fuerte, decidida, en la búsqueda permanente de la justicia. Sus acciones están determinadas por un alto sentido de la responsabilidad, el patriotismo y el amor a la familia. Moralmente parece ser incuestionable, e incluso cuando empuña un arma para apuntarla hacía otro ser humano lo hace siempre envuelta por un aura de objetividad moral. A pesar de haber sido traicionada por sus seres más queridos, Emilia tiene la fortaleza necesaria para no derrumbarse y luchar contra un sistema que tiene todos los recursos para hundirla.
Claro, Emilia no estará sola. Junto a ella lucharán personajes extraídos de los estratos sociales más bajos, personajes que han sido aplastados por las botas más violentas del sistema político. Formarán un grupo de justicieros que van a desenmascarar una conspiración internacional que terminó no solamente con la vida de un presidente, sino que también es responsable de cometer atropellos en contra de líderes sociales o simples ciudadanos que se encontraban en el lugar y el momento erróneo y que descubren el terror de un régimen que utiliza todos los medios para mantenerse en el poder, para mantener una falsa estabilidad.
Pero el personaje de Emilia Urquiza tiene varios problemas. El primero es que se trata de una ficticia Primera Dama mexicana, el segundo que es interpretado por Kate del Castillo y el tercero que está inserto en una producción de Argos. Vayamos entonces a los problemas de Emilia Urquiza y de “Ingobernable”, la primera producción mexicana para Netflix y que ha sido lanzada en más de 190 países a través de la popular plataforma de distribución de contenidos televisivos.
En México, históricamente la figura de la Primera Dama ha sido vista como un símbolo de pulcritud, paladín de la asistencia social y compañera ideal del Presidente (lean “La Suerte de la Consorte” de Sara Sefchovich para tener un retrato a fondo de las esposas de los presidentes mexicanos). Una figura callada y poco explorada por la ficción tanto literaria como audiovisual. Si durante años la figura del Presidente en el país fue intocable, más lo era la de su consorte.
Mientras escribo este artículo, no recuerdo una película o serie de televisión en la que la que una Primera Dama mexicana sea la protagonista, caso contrario a lo que ha sucedido en la ficción norteamericana en la que las esposas de los presidentes representados en la pantalla sí han tenido un papel preponderante. Pienso en este momento en dos de ellas: Sherry Palmer (interpretada por Penny Jhonson) de 24 y Claire Underwood (Robin Wrigth) de House of Cards.En ambos casos se trata de mujeres fuertes y dispuestas a todo por el poder. El público no tiene ningún problema por aceptarlas y juzgarlas como personajes en función a lo que es mostrado en pantalla. Por lo tanto, mientras que en Estados Unidos las audiencias ya pueden aceptar que la Primera Dama tenga un papel protagónico en la ficción, en nuestro país el camino ha comenzado apenas a construirse por “Ingobernable”.
El problema es que en este caso la Primera Dama no se limita a conspirar políticamente, sino que ella es la víctima de una conspiración que la llevará a convertirse en una heroína, en una justiciera que escapa de la corrupta policía, que lucha contra el poder sin cabildear y sin tejer alianzas, sino disparando a diestra y siniestra. Evidentemente el personaje de Emilia Urquiza resulta increíble para el público mexicano pues el concepto histórico que tenemos de la Primera Dama dista mucho del presentado en la serie.
Mucho menos podemos aceptar que termine relacionada con gente de Tepito porque nos resulta inconcebible que la esposa de un presidente pueda salir de la burbuja en la que vive para pedir y aceptar la ayuda del pueblo. Olvidamos que se trata de una ficción y parecemos exigir que esta sea una representación fidedigna de lo que entendemos como real.
El segundo problema se llama Kate del Castillo. Supongo que si cualquier otra actriz hubiese llevado el protagónico de “Ingobernable”, hubiésemos aceptado de mejor gana a Emilia Urquiza. Pero no podemos separar los últimos acontecimientos en la vida pública de la actriz mexicana de lo que ha sido su carrera profesional. El estigma que arrastra Kate del Castillo pasa por sus papeles en “La reina del sur” o “Dueños del paraíso” y su reciente episodio con la justicia mexicana a raíz de su entrevista con el Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Kate también ha mantenido una posición crítica en contra del gobierno y del sistema político mexicano, lo que la ha convertido en personaje a veces incómodo tanto para los que están en el poder como para los críticos del mismo. Por ello es que muchos ven a “Ingobernable” como un intento de reivindicación de Kate del Castillo, como si la serie estuviese hecha para “lavar los pecados” de la actriz y no para contar una historia de ficción en la que ella simplemente interpreta –y con gran capacidad– al personaje principal.
Y por último está Argos. Creo que nadie en este país hace televisión como lo hace la casa productora de Epigmenio Ibarra. Nos han regalado grandes joyas narrativas como Infames, Mirada de Mujer, Las Aparicio y esa maravilla que fue El Octavo Mandamiento (desde mi punto de vista su obra maestra).
Las producciones de Argos siempre se han caracterizado por mantener una posición ideológica sumamente crítica y con tendencia a la izquierda –sin duda reflejo de la de los dueños de la empresa– y un nivel extraordinario en cuanto a la calidad de sus guiones y la producción con la que envuelven a los mismos.
“Ingobernable” no es la excepción en cuanto a la producción, que es de primer nivel, quizá el mejor que se ha visto en una serie producida en México. El problema está en el guión y en el desarrollo de algunos de los personajes y creo que ello se debe a dos razones: la serie fue escrita por un total de 11 guionistas (entre los que están los propios productores Verónica Velasco y Epigmenio Ibarra) y por momentos parecería que no hubo una coordinación que pudiera conjuntar todas las historias y situaciones descritas para brindarles en todo momento una coherencia narrativa, por lo que el nivel de los capítulos es desigual.
El otro es una cuestión de formato. En Argos están acostumbrados a trabajar con formatos de 120 o 130 capítulos lo que les permite un manejo y un tratamiento mucho más amplio tanto de situaciones como de personajes. La reducción a un formato de tan solo quince episodios terminó por ser un problema para los guionistas, pues en muchas partes de la trama aparecen situaciones completamente inverosímiles que sirven como detonantes de la acción y de la intriga que mueve a la misma.
Entonces, ¿la serie es un fracaso? No. En realidad, creo que estamos ante lo que puede ser un gran proyecto siempre y cuando Argos aprenda de sus errores; si como audiencia miramos a “Ingobernable” como lo que realmente es y no como lo que esperábamos que fuera. Porque tengo la impresión de que esperábamos una feroz crítica a la corrupción, al sistema política mexicano, a las instituciones de seguridad como el ejército y la policía, a la figura presidencial y todo lo que la rodea. Un retrato del sexenio de Enrique Peña Nieto en el que la trama giraría en torno a casos de corrupción como el de la Casa Blanca.
La serie sí presenta algunos elementos críticos, pero en realidad se trata un thriller policiaco en el que el principal motivo de su protagonista no es acabar con todo un sistema, sino demostrar su inocencia ante sus hijos y ante la opinión pública. Y sobre todo es un producto audiovisual –a pesar de los fallos citados anteriormente– sumamente entretenido, bien producido y cuyo final de temporada dejó abiertos cabos que serán muy interesantes de ver si pueden ser resueltos con credibilidad en la siguiente entrega. Ya veremos…
Excelente David, ya la vi y coincido contigo en muchos aspectos….. saludos….Ignacio Duran…