The Flaming Carrot: la escuela del surrealismo comiquero

Vegetales adultos bravucones subnormales.*

¿Cómo se transforma la idea más loca en un cómic? ¿Puede el sinsentido ser la guía para crear uno? Bob Burden supo transmutar sus problemas y complejos en una auténtica bomba de catarsis, al mismo tiempo que nos entrega a uno de los ¿súper? héroes más extraños que jamás se hayan publicado.

“¿Ves a ese hombre? Si lees cómics terminarás como él”

La segunda mitad de los años 70 y la primera de los 80 fue una, creativamente hablando, otra etapa dorada para el cómic estadounidense: el mercado directo se estableció, lo que significó un gran empuje para el cómic independiente, posibilitando el surgimiento de proyectos que no tenían nada de complacientes. Ahí está el ya mítico Cerebus de Dave Sim, que comenzó como una parodia de otro cómic que bien puede ser considerado experimental, Conan el Bárbaro1, para después mutar en un anaquel de las angustias, complejos y quejas del autor. También tenemos a los quelonios favoritos de todos, las Teenage Mutant Ninja Turtles, cuya aparición marcó un hito en el cómic subterráneo y convirtió en millonario a su creador Kevin Eastman2.

Es en este ambiente que surgió un cómic que es relativamente poco conocido fuera de los Estados Unidos, pero que resulta atractivo tanto para los lectores de cómics de superhéroes como para los de otros géneros. The Flaming Carrot es una historieta tan rimbombante como su nombre, y fue el vehículo para que su creador, Bob Burden, pudiera contar las más insólitas e inauditas aventuras de este ¿anti? héroe.

En algún lugar de la mancha… de hierro

“Habiendo leído 5000 cómics en una sentada debido a una apuesta, este pobre hombre sufrió daño cerebral y se hizo nombrar The Flaming Carrot”. Así comienzan las aventuras de este quijote moderno neoyorkino. Lo que a primera vista parece un comentario en contra de la lectura de cómics, es en realidad una forma de burlarse del estigma de inferioridad que ha caracterizado a  los cómics y a sus creadores. Todos los números de de las distintas series que se han publicado sobre el personaje tienen comentarios de este tipo, hechos ex profeso para mofarse de la censura y la cerrazón mental del público y autoridades estadounidenses promedio.

The Flaming Carrot no es un panfleto sobre la libertad de expresión, simplemente utiliza un medio –el arte de autor- para evidenciar lo absurdo del mundo real y del mundo ficticio comiqueril. Describirlo como surrealista sería menospreciarlo, dado que no sólo incluye elementos de ese tipo. El absurdo, en su vertiente literaria, también abunda en sus páginas y de hecho es lo que se convierte en su marca de fábrica. Si son fanáticos del humor de los hermanos Marx podrán darse una idea del tipo de chistes que aparecen en sus páginas, y también sabrán que ese humor requiere de un ingenio mayúsculo para que funcione, lo que no es problema para Burden, quien conoce la manera de sacar chistes de las situaciones más inesperadas.

Las referencias a otras obras de arte también son un elemento imprescindible del cómic. Con una irreverencia total, el creador lo mismo homenajea que desmitifica a grandes obras de la literatura –los beatniks, los poetas malditos, el Quijote-, del cine –el Séptimo sello, Woody Allen-, la música –Kim Carnes, los Beatles-, u otros cómics.

“¡Alto! ¡En el nombre de la zanahoria!”   

¿Y de qué trata el cómic? La anécdota es  muy sencilla: Después de perder la razón por tantos cómics leídos, nuestro amigo3 decide atacar la infamia y la trapacería portando una máscara de zanahoria gigante con llamas en la parte superior y un par de aletas de natación (hay quien dice que lo hace porque no sabe amarrarse las agujetas). Al no tener superpoderes depende de un cinturón portador de los más insondables artilugios y de una vara de pogo impulsada con energía nuclear. Gracias a ellos, y a mucha buena suerte, la Zanahoria puede perseguir, combatir y aniquilar a los malosos, que van desde mafiosos de poca monta hasta cerdos invasores de Marte, pasando por comunistas y supervillanos inauditos.

Entre los personajes de apoyo están el Dr. Heller, científico a quien no llamaremos loco, pero sí heterodoxo, La Muerte –quien es un personaje desencantado de su ¿vida? y sólo quiere relajarse-, y un equipo de superhéroes conocido como los Mistery Men (sí, los la película noventera). Cabe mencionar que un punto a favor de este cómic es que dicho superequipo está conformado por personajes que son en su mayoría obreros, lo que le otorga un toque de originalidad al cómic, pues son gente común y corriente que posee poderes más corrientes que comunes.

Estamos pues, frente a un cómic que toma los elementos clásicos que conforman a un cómic de superhéroes, pero al estar escrito de una manera absurda trastoca lo que podemos esperar de él, ya que ese es uno de los objetivos del surrealismo: poner en perspectiva lo común de la realidad y convertirlo en algo inquietante, al mismo tiempo que lo vuelve sumamente atractivo. Las aventuras de la Zanahoria Llameante valen la pena ser leídas no por originales, si no porque permiten descubrir que la vida no debe ser tomada tan en serio, únicamente debe ser vivida.

“Te lo digo mujer… esa silla no es mi hijo… es sólo una silla”

A la fecha se han publicado 31 números de la serie regular, más un especial previo, las primeras apariciones del personaje en la revista de antología Visions, y múltiples cameos en distintos cómics independientes. También ha participado en crossovers con las Tortugas Ninja, y tuvo su propia serie de tarjetas coleccionables. Su autor es reconocido dentro de la escena subterránea  y personalidades como Erik Larsen lo defienden a capa y espada, además de ser influencia directa de Kevin Eastman y Mike Allred. De este último, su cómic Madman le debe muchísimo al genio de Burden, tanto que su personaje parece ser una copia del enmascarado zanahoriesco.

Pocos cómics logran tener impacto en una industria que, al menos en la actualidad, se exige ser renovada cada cierto tiempo; pocos cómics influencia a tantas generaciones de creadores y los motivan a  buscar una originalidad que ya casi no aparece en las viñetas; pocos cómics nos invitan a pensar. The Flaming Carrot no es un cómic de esos, y tampoco ese fue el objetivo de Bob Burden, este cómic sólo quiere divertirse y divertirnos.

*Lo correcto sería traducir surréalisme como superrealismo.

1 Puede ser considerado así dado que fue editado por una compañía especializada en cómic de superhéroes –Marvel-, y que fugazmente demostró que cómics de otros géneros podían venderse igual de bien que las aventuras de los enmallados.

2 Y que permitió que surgieran parodias como los Adolescent Radioactive Black Belt Hamsters o los Pre-Teen Dirty-Gene Kung Fu Kangaroos. Lo que es irónico dado que las tortugas ya pretendían ser una parodia de las historias pseudo orientales de Frank Miller en Daredevil, donde los ninjas y las artes marciales aparecían a la menor provocación.

3 Su identidad nunca ha sido revelada, Bob Burden incluso realizó un concurso en la sección de cartas del cómic para desentrañar ese misterio.

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