Este cuento forma parte del libro “Fuimos Monos, doce relatos y un poema sobre la masculinidad”, de Mario Galván Reyes.*
Todos los Charlys del mundo tienen carisma. Como Charly Várguez, uno de los niños que asistían al Baxal Paal, un curso de verano infantil en el complejo deportivo Salvador Alvarado. De figura regordeta y chaparrita, cabellera rubia con peinado de piquitos, su presencia invitaba a jugar, a ser travieso y naturalmente a ser el centro de atención.
Durante el recreo después de la clase de voleibol, Charly robó unas cajitas de leche chocolatada y unos plátanos en complicidad con sus compañeros, que después fue a regalar a Mishelle, la niña que le gusta.
A la distancia, escondido detrás de unos árboles junto a la pista de tartán, Fumarolas observaba con desprecio la actitud pueril de ese niño eléctrico. Alto, flaco y orejón, con los colmillos descolocados por un problema dental, Fumarolas terminó de dos bocanadas su tercer cigarrillo de la mañana.
No contento con infringir el límite de edad permitido para ingresar al curso (Fumarolas tenía catorce años y fingía estar en sexto de primaria), Fumarolas aprovechaba cualquier oportunidad para proclamar su condición de alfa y desquitar su apetito de destrucción.
Particularmente había encontrado en Charly un motivo de odio hacia las clases sociales acomodadas, heredado de las desigualdades económicas con la clase obrera a la que pertenecían sus padres. Movido por ese rencor, Fumarolas se dirigió al genuino Charly y le dio un puntapié que lo hizo tropezar.
—Perdón, chaparrín, no fue mi intención —dijo Fumarolas con una sonrisa guasona.
Charly permaneció en el suelo desconcertado. Sus compañeritos no hicieron nada por temor a una represalia.
El profesor anunció con su silbato el tiempo de la clase de atletismo. Después del calentamiento los organizó a todos para jugar “Tamalitos a la olla”. Los niños realizaron una fila, cada uno abrazado al otro con la cabeza agachada y encajada entre las piernas. Otro niño se colocó como poste, de espaldas al tronco de un árbol de balché, para sostener la hilera. El resto del grupo se preparó para saltar.
Fumarolas brincó con saña sobre el ciempiés de niños. A pesar de su seca figura, su aterrizaje desbarató la cola y lastimó la espalda de sus compañeros con sus prominentes huesos. El profesor celebró ese salto prodigioso. «Santo Dios, este chico podría ser un gran garrochero», pensó.
Por segunda vez Charly tuvo que levantarse del suelo. Al ver la indiferencia del entrenador, sintió que debía hacer algo: alzó la mano y solicitó su turno como poste. Con la espalda rígida y los pies bien firmes, se postró delante del árbol. Motivados por ese espíritu, los niños se agacharon y confiaron sus cuerpos entre el compás de Charly pilar y tótem. Fumarolas tomó vuelo, amenazante. Al sonido del silbato emprendió la carrera con zancada larga y la mirada maquiavélica puesta en el poste. El entrenador pocas veces vio un salto de altura así. Fumarolas se suspendió en el aire, con intenciones de embestir. Charly tomó fuerzas, agarró por los sobacos al primer niño de la fila y lo empujó hacia adelante con tal ingenio que la formación de tamalitos no se rompió.
A unos centímetros de ser impactado, Charly se agachó de un sutil movimiento y dejó libre el tronco del árbol. Fumarolas se fue a estampar de lleno con la cara. La cal blanca pintada en el tronco del balché se tornó roja sangre. Los niños miraron estupefactos. El entrenador detuvo todo de un silbatazo. Fumarolas se llevó las dos manos a la nariz aguileña para intentar detener la hemorragia. Al abrir los ojos, Charly se encontró rodeado de niños. Mishelle le miraba horrorizada.
*Mario Galván Reyes (Mérida, 1991) es dramaturgo, guionista, realizador cinematográfico y docente universitario. Licenciado en Comunicación Social por la UADY con especialidad en Cine y Sociología. Diplomado en Antropología del Arte por el CIESAS – Latir. Dramaturgo de “Polilla el errabundo”, “La Vida en Amasiato” y “Cuarto de Servicio”, textos dramáticos realizados con la compañía Gorgojo Teatro. Beneficiario del PECDA Yucatán 2015 en Guion Cinematográfico. Autor del libro de cuentos “Fuimos Monos, doce relatos y un poema sobre la masculinidad” y del poemario “Diatriba contra el rock de garage”.