La furia de la naturaleza: diluvios e inundaciones en el arte

Matsya protegiendo a Manu.

Cuando las calamidades caen sobre un Estado, se olvidan los dioses y nadie se preocupa de honrarlos. Eurípides

En tiempos de pandemia y cuarentenas extendidas, mi memoria evoca la variedad de catástrofes que ha tenido que sortear la humanidad para conservar y perpetrar la especie. Pestes pandémicas de las llamadas naturales, quizá por la furia de los dioses, siguen asolando a la raza, amenazando su permanencia en el planeta. Desde el Oráculo, la Biblia, Nostradamus, Casandra, Rasputín, Baba Vanga, hasta la astrología moderna, han vaticinado tormentas solares, inundaciones, huracanes, meteoritos, sequías, tornados, tsunamis, entre los motivos de posibles extinciones. Las creencias mesoamericanas contemplaron un mundo destruido cíclicamente por desastres naturales. Quetzalcóatl, dios creador y del clima, repobló el mundo tras uno de estos sucesos.

En el tema de las inundaciones –in-dentro, unda-ola, ción-acción- a diferencia de otros desastres, estas no son definitivas. Simbolizan la muerte y regeneración, el final de un ciclo y el inicio de otro renovado. Se asocian al poder lunar de las aguas, la fertilidad y la nueva vida, limpiando del pecado y purificando a la humanidad en una especie de bautismo. Lo cierto es que la calamidad es una constante desde que existe la tierra y con todos los avances el hombre no logra controlar las devastaciones que dejan a su paso. El fenómeno lo ha padecido la civilización China, Rusa, Americana, por mencionar algunas, consecuencia, dirían los creyentes, de la cruenta batalla entre la naturaleza y los dioses.

El arca de Noé, mito bíblico.

El imaginario nos remite a la mitología del Gran Diluvio por cuarenta días y cuarenta noches, enviado por Dios para destruir a la civilización en un acto de castigo divino. El relato bíblico del arca de Noé en el Génesis, hace referencia al aviso previo de la inundación, la construcción de la embarcación para alojar a una pareja humana y varias de animales, así como la liberación de aves para confirmar el retroceso del cataclismo. No se sabe con certeza el origen, se ha especulado que pudo suceder en Mesopotamia -hoy Iraq-, donde confluyen los ríos Tigris y Éufrates, región propensa a inundaciones. Las culturas antiguas recurrían a mitos explicativos para entender sus tierras anegadas,

Aunque existen pruebas geológicas de los daños ocasionados por el exceso de agua en los asentamientos humanos, también se encuentran notables excepciones donde el líquido significaba bendiciones anuales que beneficiaban las cosechas; coincide que las inundaciones del Amazonas y el Nilo nunca generaron diluvios apocalípticos. En Egipto la inundación anual del río fertilizaba la tierra circundante, proporcionando alimento a sus habitantes. La crecida tenía tal importancia que dio lugar al culto del dios Hapi, quien junto con el faraón, se creía que controlaban el ascenso y la retirada de las aguas que inundaban la región.

Hapi, dios egipcio de las inundaciones.

Al faraón le correspondía masturbarse en las orillas del Nilo para que su semen se diluyera en las aguas, sumándose a la postre los asistentes a la festividad y emulando el ritual sexual. El desbordamiento del río estaba vinculado también a la fertilidad de las mujeres, para ello rendían tributo a la diosa Sejmet Bastet con un banquete. Peregrinos en igual número de hombres y mujeres, llegaban en barcazas durante el verano a Bubastis, acompañados de instrumentos musicales y danzas, bebían y se apareaban durante varios días. Sin la irrigación de las aguas del Nilo, es improbable que la civilización egipcia hubiera logrado el nivel de sofisticación que alcanzó.

En agradecimiento al beneficio de todas las comunidades agrícolas, las culturas orientales celebran con la Fiesta de la Cosecha. La fiesta  anual del arroz en Bali y Java está dedicada a la diosa Dewi Sri. En las islas de Japón se realizan danzas tradicionales para propiciar una cosecha exitosa. Los pasteles de luna, preparados con yema huevo – símbolo lunar- se comen durante una fiesta china que celebra la cosecha. Otras versiones del episodio del arca de Noé es la hindú: “Mito Matsya”. En este relato Manu salvó a Vishnu bajo la forma de un pez (Matsya) que luego le advertiría sobre la gran inundación. Manu construyó una barca, sobrevivió y restableció la vida en la tierra.

El diluvio universal, de Miguel Ángel Buonarroti (detalle, Capilla Sixtina)

“El arte inicia donde la naturaleza termina” aseguraba el pintor bielorruso Marc Chagall, es por ello que los artistas han retomado el mito del arca a través de diversos formatos y técnicas para figurar el suceso, siendo que el cine y la plástica han evidenciado mayor interés en el tópico. Una de las primeras representaciones en el siglo III, se encuentra en las Catacumbas de Santa Domitila en Roma donde existe un fresco del episodio religioso.

En la Capilla Sixtina Miguel Ángel en 1512, en una composición con humanos vivos realizó el fresco en la bóveda: El Diluvio Universal. El pintor flamenco Frans Francken el Joven, pintó el óleo “Noé dirige la entrada de los animales en el arca” (1630), copia del de su padre Jan Brueguel, el Viejo, realizado en 1613. Gustave Doré realizó un grabado en 1886 de la barca en medio de un mar enfurecido arrojando los cuerpos de animales, humanos desnudos y muertos incluyendo niños.

Gustave Doré – El diluvio universal (detalle)

En la literatura la Epopeya de Gilgamesh, grabada en legua acadia en una estela de piedra y de autor desconocido, se narra una versión del arca de Noé para salvarse de la inundación. En fecha reciente el escritor argentino Marco Denevi, escribió el microrrelato “Los animales en el arca”, incluido en su libro “Falsificaciones” (1966).

El escritor elucubra lo que pudo pasar dentro de la embarcación durante la cuarentena, donde forzados a la urbanidad convivieron bestias, animales salvajes y fieras, quienes seguramente atacaron a los indefensos, o sea, los más hermosos: “Porque los hermosos no tienen otra protección que su belleza”. Entre la variada fauna estarían asesinos profesionales, sujetos de avería, seres asustados y malhumorados, que en una competencia por la convivencia y sobrevivencia necesitarían la piel dura, fortaleza y fealdad para llegar a buen puerto. ¿Pasada la tormenta quiénes bajarían a tierra? Denevi lo revela al final.

El compositor inglés Benjamin Britten compuso la ópera Noye´s Fludde (1957), “El diluvio de Noé”, cuyo texto fue retomado de un “Misterio de Chester”, representación teatral durante la Edad Media para explicar pasajes bíblicos o vidas santas. El séptimo arte ha llevado a la pantalla variadas adaptaciones del tema, incluso en dibujos animados. El pasaje real o mítico del arca de Noé, ha delimitado historia y prehistoria. Estimula la imaginación y la evidencia es la vasta producción artística desde el Antiguo Testamento. Premio o castigo, el agua en exceso puede desencadenar pérdidas, significa amenaza y riesgos a la vida. Las inundaciones son, quizás, un mal necesario para la evolución de la biósfera.

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