Evelyn Wong está teniendo un día por demás complicado: será auditada por el Servicio Interno de Impuestos, ya que es dueña de una lavandería además de que tiene que organizar y preparar una fiesta para celebrar el Año Nuevo Chino para esa misma noche. Y por si fuera poco, se acaba de enterar que ella (o varias versiones de ella) existe en varios universos y que es la elegida para salvar al multiverso o el conjunto de todos ellos. ¿Podrá lidiar con todo ello?
Por muy disparatada que suene, ésa es la premisa de Todo en todas partes al mismo tiempo, un ejercicio cinematográfico por demás interesante salido de la mente de los Daniels, el equipo formado por Daniel Kwan y Daniel Scheinert, quienes, después de haberse dado a conocer con la bastante extraña Un cadáver para sobrevivir, nos presentan su segundo largometraje que, para empezar, es difícil de clasificar en un solo género ya que va del drama a la comedia pasando por la ciencia ficción, hasta llegar al cine de aventura y tocar lo fantástico, todo dentro de 2 horas con 19 minutos, que es la duración de la cinta dividida en 3 actos que se llaman Todo, En todas partes y Al mismo tiempo.
Haciendo uso de niveles elevados de creatividad, los Daniels nos presentan un conjunto de universos variados entre sí, pero con Evelyn como común denominador. Partiendo de la idea de las decisiones tomadas por la protagonista, se nos muestran las diversas realidades que pudieron ser y no se dieron así como otras por demás improbables y en cada uno de ellos, los directores nos muestran sus referencias al cine y a la cultura pop en general: desde la fotografía y la paleta de colores típica del renombrado Wong Kar Wai, así como también una parodia a la cinta Ratatouille y un homenaje a ese cine de artes marciales que gente como Jackie Chan ha hecho famoso, pasando por plantear un mundo donde la gente tiene dedos de hot dog (sí, así como lo leen). Podría pensarse que los Daniels se engolosinan y nos quieren mostrar mucha acción o mucha comedia en tan poco tiempo; pero su idea, por muy inverosímil que sea, está tan bien estructurada que el espectador no se cansa y acepta la cascada de elementos aún cuando rebasen los límites de la lógica.
El reparto no se queda corto sino todo lo contrario: Michelle Yeoh, como Evelyn, se lleva las palmas ya que hace uso de un registro amplio al dar una actuación con los matices dramáticos necesarios, con un timing preciso para la comedia además de mostrar sus habilidades para las artes marciales puesto que, en su lucha por salvar al universo, irremediablemente tiene que hacer uso de ellas. Ke Huy Quan, quien interpreta a Waywood, es algo casi como dos personajes en uno y ambos son perfectamente distinguibles uno del otro mostrando así su talento.
Stephanie Hsu, quien es Joy, la hija de los Wong, retrata perfectamente la realidad de una adolescente que lo único que desea es ser aceptada por su madre ya que, uno de los tantos temas que toca esta cinta, es la relación entre madre e hija con este elemento cultural casi cliché de los padres asiáticos y los exigentes y entrometidos que pueden llegar a ser, como Gong Gong (interpretado por el actor de culto James Hong), el padre de Evelyn, quien completa el grupo de personajes principales y es un ejemplo más de ese shock cultural al que se enfrentan los inmigrantes en un país ajeno, pero recordando que, antes de cualquier otra cosa, son una familia. Y no podemos dejar fuera a Jamie Lee Curtis, encarnada como la empleada del IRS (secretaría de hacienda) que amenaza con embargar la lavandería, también tiene un rol muy importante en este universo y en otro paralelo; por lo mismo, recurre a su ya muy conocido talento para la comedia.
Así como hay muchos elementos, también es mucho lo que nos quiere contar y decir esta película. Empezamos con la idea de: ¿qué hubiese pasado si hubiera hecho esto o aquello?, ¿qué tan distinta sería mi vida? Lo que sea que hubiera decidido, ¿me habría traído la felicidad? Es decir, se nos muestra el peso de las decisiones o la falta de ellas, que también determinan el curso de nuestras vidas. Al mostrarnos la infelicidad en la que vive Evelyn en su vida presente, con su mala relación con su hija y batallando con su padre, además de un marido que ya se quiere divorciar de ella, se podría pensar que ni en este universo ni en otro es posible alcanzar la felicidad y, por lo tanto, vivir no vale tanto la pena, que ya nada importa y no hay razón para seguir luchando.
El argumento recurre a ciertos preceptos filosóficos para que el espectador piense en su propia presencia en este mundo y su propósito en esta vida, cualquiera que éste sea, así como en la búsqueda de felicidad como el motivo máximo para seguir adelante y, en todo momento, tratar de hallar lo bello en lo cotidiano. La fotografía a cargo de Larkin Seiple y la edición de Paul Rogers hacen que esta película sea un logro monumental dado que, el combinar los universos, dotarlos de su propia gama de colores y figuras, así como acomodarlos de manera tal que tengan sentido (aún en medio del sinsentido de la trama) logran un producto final por demás redondo.
El guión de los Daniels hace que el ritmo jamás caiga sino todo lo contrario, porque lleva al espectador por un viaje harto vertiginoso donde no existen casi pausas para el respiro. La banda sonora está a cargo del grupo Son Lux quienes acompañados de músicos reconocidos como el ya legendario David Byrne, el muy reconocido Randy Newman y Andre 3000, una de las dos mitades de Outkast, es la cereza del pastel que completa este cuadro igual de ecléctico que el filme.
Todo en todas partes al mismo tiempo es mucho a la vez: entrañable, escatológica, divertida, reflexiva, compleja, delirante, espectacular, bella… y podríamos seguirle porque da para más. Al final dejará al espectador con muchas reacciones, pero la indiferencia no será una de ellas. Y si hubiera algo -dentro de lo mucho que tiene que decir esta película-, que permanezca en quien la vio, es que si puedes amar lo suficiente, serás el ser más poderoso y feliz de la tierra, o de los muchos universos y realidades en los que puedas habitar.