La obra yucateca se transmitió como parte de las funciones de La Capilla Teatro.
Llevamos más de un año encerrados -aunque unos más que otros-; dejamos de visitarnos, de salir con las amigas y los amigos, incluso de ver a la familia, de abrazarnos; hemos pasado por la frustración, la paranoia, la tristeza, la rabia; hay disposiciones del gobierno que nos parecen absurdas y disposiciones de la naturaleza que nos golpean más la realidad. Hay gente que dejó de ir al teatro, y con ello, la transformación de la escena se vio acelerada, pues muchas obras que se estrenaron antes de que la pandemia del COVID 19 nos sorprendiera o estaban por estrenarse han buscado adaptarse a las nuevas plataformas.
Pero otras tantas, hay que reconocerlo, han apostado por realizar un montaje diseñado originalmente para la virtualidad. Este es el caso de Las huellas de Goliat, una propuesta creativa de Freddy Palomec, que desde la dramaturgia y la dirección hace buen uso de las posibilidades que ofrece el medio digital, específicamente la plataforma Zoom. La obra fue transmitida por Teatro La Capilla el 12 y 19 de febrero del año 2021.
“Las huellas de Goliat” es un espectáculo unipersonal que aborda las peripecias de una mujer sexagenaria durante el confinamiento originado por la pandemia del COVID-19. La nueva normalidad transcurre en orden dentro de la casa, en la que sólo están ella y su gato. Sin embargo, la rutina cotidiana se altera cuando se queda “encerrada afuera” y Goliat debe intervenir…
La dirección de cámara, vista desde la labor audiovisual a cargo de Iván Aguilar, nos conduce a espacios comunes de una casa que podría ser la nuestra, donde el ambiente pandémico del que se ha quedado en casa es transmitido por las tareas que ya no son sólo escénicas sino cotidianas para cualquiera. Y aunque no es el mismo espacio en el que convergemos espectadores y actores -algo que nos ha quitado el no poder ir al teatro como establecimiento físico-, sí compartimos el mismo tiempo, al compás de lo que cocina la protagonista, interpretada por Silvia Káter.
Esto sobresale en un trabajo escénico que conserva parte de su esencia como convención y que, como claramente podemos notar, aprovecha las ventajas de la virtualidad: la actriz desde su casa y el espectador desde la comodidad de la suya. A esto se puede sumar que los problemas técnicos son casi nulos, como no ha sucedido en obras realizadas en foros y transmitidas también por Zoom. El trabajo actoral de Káter es bien conducido, pues hace que pasemos por las diferentes emociones que, como habitantes de este mundo pandémico, hemos atravesado.
En Yucatán, como veremos, ha pasado de todo (o casi todo). En un lugar en el que no hace frío, de repente, en pandemia, es visitado por huracanes; y con ello, se estancan (vaya la redundancia) las inundaciones. En este sentido, la crítica social no está ausente, con el buen humor que caracteriza a los yucatecos, ya que la protagonista menciona, por ejemplo, el estancamiento que se ha ido consolidando en una construcción de un paso desnivel, depresión que tras varias inundaciones en diferentes años se ha convertido en un “parador turístico”, el cual de manera chusca y paradójicamente han llamado “El balneario de la Paz”.
Muchos son los temas abordados en este montaje en el que todos, de alguna manera, nos sentimos identificados. Basta hacernos unas cuantas preguntas para reconocernos en uno o más momentos producidos en este montaje: ¿cuánto ha cambiado tu vida con la pandemia? ¿Te has sentido desnuda o desnudo por no traer puesto el cubrebocas? ¿Qué recetas nuevas has experimentado? O peor aún, ¿cuántos amigos, conocidos o familiares se ha llevado virus?
En ese sentido, Las huellas de Goliat, producida por Teatro del Tolok y Silkateatro Andante, es una alegoría de la vida durante el 2020, un año que golpeó a la humanidad entera y que parece extenderse todavía en lo que va del 2021.