El veintiocho, último viernes de abril de dos mil veintitrés, se tradujo en una noche húmeda y tenuemente más amable que en días previos, por el calor intenso, desmenuzando el ánimo y cancelando hasta las ganas de respirar. Bajo ese cielo, la Plaza Grande de nuestra Mérida, salió de su rutina para desenvolver el nuevo obsequio para la Sinfónica de Yucatán: otra batuta oficial. José Areán, el maestro director con ascendencia de blues, ya está al frente de la orquesta, atracando del asueto prescrito en Semana Santa.
La espera había terminado y un público pequeño pero animoso desafió el peligro de lluvia para atestiguar el acontecimiento. Con todo listo y dispuesto, aquello empezó. El programa de esta cuasi inauguración fue diseñado para cierto destinatario: los niños. La “Obertura de Guillermo Tell” de Giacomo Rossini y el cuento sinfónico “Tochin, el conejo de la luna” de Leoncio Lara –con texto de Paola Jauffred Gorostiza y narrado por el actor de doblaje, Manuel David– dieron la nota vigorosa para que el Día del Niño, en esta ocasión, recibiera un significado más allá de la oferta tradicional.
En ello radica, además, un símbolo de nuevos derroteros. La intención de la Orquesta Sinfónica de Yucatán va por una cobertura mayor, en términos territoriales. Yucatán es la consigna y alcanzar cada municipio, de nuevo aparece en su itinerario. La primera cosecha, obtenida sin dificultad, brilló al máximo guardando las proporciones.
Aquellos que disfrutaron el primer programa –como los que asistieron el domingo, al Palacio de la Música– quedaron satisfechos por lo que pudo ser su primer encuentro, así de cerca y en vivo, con el sonido de una sinfónica, conociendo y reconociendo las familias de instrumentos que contiene. Las obras en sí mismas cumplieron su finalidad programática, con su belleza sutil pero enérgica, entregando un mensaje de impulso a la imaginación, gran cosa en estos tiempos, cuando todo debe ser banalmente explícito y situar su validez en lo visual.
Habrá ocasiones, en los programas de la temporada que reinicia, en que no será sencillo distinguir la continuidad en los repertorios, por el salto en los estilos o los cambios en la inspiración; pero, priorizar el acercamiento social, tiene un valor indudable. El tiempo y el saldo en cada cita, serán la brújula para enmendar o mantener el rumbo. La Sinfónica hoy, solvente como de costumbre, agradece el aplauso y abraza la renovación de su guía.
Bienvenido a Yucatán, maestro José Areán. ¡Bravo!