El mismo silencio: Salvador Alvarado en la intimidad

Ricardo E. Tatto escribe sobre "El mismo silencio", ficción histórica de Adolfo Calderón Sabido publicada por Nitro Press, cuya novela constituye un fresco literario de los albores del Siglo XX en Yucatán durante el gobierno revolucionario de Salvador Alvarado. ¡No dejes de leerla...!

Mucho se ha dicho sobre Salvador Alvarado como figura histórica, pero pocas veces se ha abordado a partir de la literatura. Tal es el caso de “El mismo silencio”, libro de Adolfo Calderón Sabido, novela corta, nouvelle o noveleta que desentraña los entresijos de la actuación de Alvarado en Yucatán durante la revolución. Tanto por su solvencia narrativa como por el tema abordado, no es casualidad que el libro ganara en Yucatán el Premio Estatal de Novela “Tiempos de escritura” 2020.

Si bien esta publicación se podría enmarcar dentro de lo que se ha dado en llamar “novela histórica”, va mucho más allá, ya que su autor ha puesto su empeño en retratar al general de pies a cabeza, con una visión personalísima que nos muestra al militar con distintos matices psicológicos en los que da cuenta de sus dudas, ambiciones y modos de proceder, al tiempo que nos va develando sus deseos carnales y sus devaneos emocionales. En pocas palabras, los datos duros sirven para enmarcar los extravíos amorosos de Alvarado y, de forma paralela, se nos va revelando su ideología política, los planes y demás sueños truncados que constituyeron su malograda utopía peninsular.

Lo anterior, además de desmitificar a Salvador Alvarado, le otorga una tridimensionalidad que, usualmente, le es ajena a aquellos que ya han trascendido en las páginas de la historia y que se mantienen de pie, olvidados en los pedestales petrificados que sólo las palomas suelen visitar. Pero aquí el lector no solamente será testigo de la gesta histórica del general norteño en su paso por Yucatán, sino que también asiste al retrato intimista de uno de los principales actores de la época caudalosa que se vivió en el sureste mexicano a principios del siglo XX.

Al margen de las consideraciones anteriores, llama la atención la forma en la que está estructurada la novela, con un ensamble coral de protagonistas que hacen su aparición de forma episódica y en la que lo mismo aparecen seres reales como Olegario Molina, Laureana Manzano o el propio Felipe Carrillo Puerto, que personajes ficticios que han sido recreados con veracidad histórica -sin menoscabo de la imaginación del autor-, quien hace que habiten y convivan entre sus páginas con total verosimilitud.

Mención aparte merecen los numerosos términos mayas y demás yucatequismos que salpican la trama, visibilizando aspectos idiosincráticos que pocas veces aparecen en la narrativa mexicana contemporánea, ocupada como lo está, en contar de manera realista sólo lo que acontece a partir del altiplano y hacia otras regiones del norte del país.

El argumento del libro no es otra cosa sino un fresco literario que relata el período de 1915 a 1917, cuando el sinaloense gobernó Yucatán, tiempos convulsos que trastocaron la península, una región usualmente olvidada en las epopeyas y discursos centralistas que rememoran la Revolución Mexicana -aunque hoy en día muchos han olvidado que la primera chispa que encendiera el polvorín de la insurrección, se dio precisamente en Valladolid-. Esta novela viene a subsanar dichas omisiones cronológicas y lo hace mediante una narrativa vertiginosa que no permite pausa en el lector, llevándolo de la mano -o a caballo- hacia un desenlace anticlimático que sorprende por la contundencia de lo relatado.

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Incluso dentro del propio argumento, se percibe el recelo de la élite yucateca hacia todo lo que venga de fuera y que atente contra el statu quo -que aún hoy se valora como lo más preciado de Mérida-, sobre todo en una población mixta en constante pugna, donde la religiosa casta divina y demás custodios de la hispanofilia europea desplazaron a los indígenas originarios, provocando que se configure una sociedad mestiza que en los años de Alvarado se resistía a las políticas republicanas y federalistas.

Los recursos de los que se vale Calderón Sabido para concatenar los distintos capítulos, van desde las epístolas ficticias hasta los diálogos en los cuales se puede percibir el avezado oído del escritor para capturar la oralidad propia de los habitantes peninsulares, tanto de los que pululan en un entorno urbano como de aquellos salidos del campo u otros entornos marginados.

En ese sentido, “El mismo silencio” viene a reivindicar la literatura hecha en el sureste mexicano y lo hace a la inversa, contando el periplo de un soldado norteño en sus avatares por los terrenos húmedos y pedregosos todavía ocupados por la xenofobia de la prole española, siempre empeñada en proteger una herencia mal habida con un tufillo vigente de sangre y pólvora. Y por qué no decirlo, por el fantasma de una mítica civilización empañada hasta el día de hoy por el rencor de los mayas conquistados.

Luego entonces, la valía de esta publicación va más allá de sus virtudes literarias, pues la prosa pulida y acotada de Adolfo Calderón da lugar a otras dudas -y certezas-, ya que en lugar de atiborrarnos de referencias bibliográficas, su novela nos permite intuir que las anécdotas relatadas y reimaginadas son apenas un atisbo a las múltiples vetas narrativas que se esconden detrás de la historia secreta y jamás contada de la revolución en Yucatán.

 

 

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