La doble vida de Günther Noris

CRÓNICAS MELÓMANAS XV.

En el norte de la ciudad, muy al norte, exactamente en Ciudad Satélite, vivía Flor. Ahí siempre había sido su rumbo, su espacio de vida, su condición existencial. Desde muy joven, ella se vio muy inclinada por el gusto musical, principalmente por las interpretaciones de un director alemán de cierto prestigio en los años setentas, Günter Noris. Y consecuentemente, Flor había coleccionado casi todos los discos del alemán por doquier, ya fuera en disquerías, bazares, tianguis, supermercados, en fin, cualquier sitio donde pudiera encontrar alguno de sus álbumes.

Del otro lado de la ciudad, en el sur, por el rumbo de la Villa Olímpica, vivía Silvia, quien había llegado por esos años a México desde Argentina. Y ese había sido, desde entonces, su lugar de vida, su barrio, como ella siempre decía. Y desde Buenos Aires mismo se trajo su gusto por la música de aquella época. Ella disfrutaba de la ejecución musical de un alemán llamado Günter Noris, sí, como el Günter Noris de Flor.

Yo las conocí a ambas en una reunión que convocó un amigo común de los tres, de Flor, Silvia y mío. En esa comida, nos tocó sentarnos a los tres en la misma mesa y ahí nos presentamos cada uno por sus nombres y datos generales: que Flor estudiaba administración, que Silvia trabajaba como promotora cultural y que yo laboraba en la SEP. Luego de terminada la comida, nos quedamos en la sobremesa y hablamos de decenas de asuntos. Pero el que más nos hizo comulgar a los tres fue la música. Así que cada quien comentó la emoción que le causaba escuchar a su Günter Noris, en este caso ellas dos. Aunque, al parecer, hablaban de dos músicos alemanes diferentes.

Flor, por ejemplo, expresó su adulación por su director de orquesta favorito, uno de los Günter, en tanto que Silvia comentaba que su Günter era un pianista alemán que interpretaba piezas de música clásica en jazz. Ante tales diferencias de personalidad de ambos Günter, yo no supe qué decir. Lo más que había escuchado eran algunos directores europeos de orquesta, como Francis Lai o Paul Mauriart, y algunos grupos de rock que interpretaban piezas clásicas, como la banda inglesa Nice o la agrupación holandesa Ekseption.

El caso es que de los comentarios pasamos a la discusión. Por ejemplo, Silvia insistía en que el Günter de la otra no podía ser el mismo que el de ella, y Flor señalaba lo contrario, que su Noris no podría ser ese pianista de jazz que pensaba la otra. Yo, en realidad, estaba muy confundido. Sin embargo, me hicieron recordar una película de Kieslowski llamada La doble vida de Verónica, en la que existían dos mujeres, ambas interpretadas por la misma actriz. El asunto es que, de pronto, me sentí en medio de fuego cruzado, ocasionado por las ideas que cada una de mis nuevas amigas tenía de su propio Günter Noris.

Como después de una tormenta viene la calma, tanto Flor como Silvia se tranquilizaron y acordaron verse la semana siguiente en mi casa, como un espacio neutral, para que cada una de ellas llevara un disco de su respectivo Günter Noris, y ahí mismo constatar lo que cada quien había asegurado al respecto. A mí, ni siquiera me preguntaron si estaría de acuerdo, y no me quedó de otra que aceptar y proponer un día para encontrarnos en mi casa.

Aquella ocasión, la primera en tocar a mi casa fue Silvia, quien llevaba un disco que rezaba: Günter Noris – Romantic in Blue. Quince minutos después, llegó Flor con un par de discos de Günter Noris y su orquesta. Tan luego estuvieron en mi casa mis dos amigas, yo decidí poner primero uno de los discos que había llevado Flor. Y mientras el disco giraba en la tornamesa, Silvia revisó detenidamente la portada del álbum que escuchábamos y, efectivamente, era el Günter que Flor señalaba como director de orquesta.

Al terminar las dos caras de ese primer disco, lados A y B para que no quedara ninguna duda de lo que interpretaba ese Günter, puse el disco de Silvia, el de su Noris, y, tal como ella lo había señalado antes, era un pianista de jazz y no un director de orquesta. Al final, las dos aceptaron que se trataba de dos Günter Noris diferentes, cada uno en un estilo distinto. Y yo me quedé recordando nuevamente la película de Kieslowski. Seguramente, pensé, uno de los Günter vivía al norte de Berlín, supuse el de la orquesta, y el otro Günter al sur de aquella misma ciudad, el pianista de jazz.

Compartir artículo:
Written By
More from Óscar Muñoz
El rock progresivo en México: Post Rock y Math Rock
PARTE VII. Austin TV, A shelter in the desert y Lost reverie....
Read More
Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *