La leyenda de la Papisa Geovanna, ¿mito o realidad?

Con la próxima elección pontificia en el Vaticano y la cinta "Cónclave" que termina con la revelación de que el nuevo Papa es hermafrodita, evocamos esta leyenda sobre la Papisa Juana, pues a veces la realidad supera a la ficción, según escribe Eduardo Lliteras, experto vaticanista y corresponsal en Roma...

¿Resultó embarazada y excomulgada la Papisa Geovanna? La leyenda, entre el mito y la realidad, circula desde hace siglos, al grado de que según algunos la sedia gestatoria (silla gestatoria) en la que eran transportados los Papas tendría en ese hecho su origen, ya que dicho artefacto en el que transportaban al Papa en hombros tenía también la función, a través de un orificio, de comprobar su virilidad, es decir, de certificar de que se trataba de un hombre el cardenal elegido como nuevo sucesor del Pedro: un eclesiástico estaba encargado de examinar manualmente los genitales del nuevo pontífice a través de la silla perforada. Acabada la inspección, si todo era correcto, debía exclamar: «Duos habet et bene pendentes» (‘tiene dos y cuelgan bien’).

De tal forma la silla, además de tener la función de mostrar al Pontífice en alto, era una forma de no volver a caer, a través del agujero (algo así como tanteándole el agua a los camotes), en engaños ni tomaduras de cardenalicias caballeras. En efecto. Entre la muerte del Papa León IV y la elección de Benedicto III se dice hubo una Papisa. Esto, insistimos, según rumores históricos. Se habría llamado Geovanna y habría sido la única mujer Papisa en la historia de los Papas (al menos que se sepa) y habría sido electa después del año 855.

Para algunos se trata de un rumor infundado. Pero hay quienes señalan que sí fue así. La leyenda fue recogida por el escritor italiano Giovanni Bocaccio y posteriormente por el escritor británico Lawrence Durrell. Nada menos. Se dice que la leyenda de la Papisa Juana fue muy popular durante gran parte de la Edad Media. En la Crónica de Núremberg (1493) la Papisa todavía es presentada como una figura histórica (con el nombre de “Joannes Anglicus”, es decir Juan de Inglaterra). La Papisa está representada con el nombre de Juan VII.

Giovanni Boccaccio en su libro “De Claris Mulieribus” (Sobre las mujeres preclaras) dice que Juan VII, aunque por el nombre parecía un hombre, era sin embargo una mujer por sexo, cuya inaudita audacia la hizo famosa en todo el mundo y conocida por la posteridad. De esta mujer, aunque algunos dicen que nació en Maguncia, apenas se sabe cuál era su nombre, aunque hay quienes dicen que era Giliberta. Pero, ¿cómo es posible que una mujer lograra engañar a los purpurados señudos y cariacontecidos? ¿Cómo y cuándo descubrieron que Juan, o más bien Juana, simplemente quería vestirse como un hombre, y comportarse como un hombre, para lograr el ascenso al poder eclesiástico?

Según la leyenda todo se habría venido abajo cuando dio rienda suelta a su lascivia y quedó embarazada. Ya se sabe, la tentación de la carne fue un mal que persiguió a muchos Papas, como algunos del Renacimiento que se hicieron famosos, por sus escapadas concupiscentes, de sus hijos, amantes y demostraciones de poder viril, como el Papa Alejandro Borgia con Vanozza Cattanei o Giulia Farnese, alias la bella. Allí está también Marozia quien fue amante del Papa Sergio III, madre del Papa Juan XI, abuela política de Juan XII, según los registros históricos.

Según Bocaccio se descubrió, como algunos confirman, que Geovanna, siendo doncella, se había enamorado de casualidad de un joven erudito. Para seguirlo, huyó en secreto de la casa de su padre y, vestido de joven, habiendo cambiado su nombre, lo siguió hasta Inglaterra donde había ido a estudiar. Y donde claro, disfrazado de hombre, hizo creer a todos que era un clérigo. Posteriormente, la ya después Papisa, habría quedado embarazada, como ya dijimos; al ser descubierta por esta razón fue depuesta del papado por los cardenales y excomulgada, quedando infeliz y entre lágrimas, explica Boccacio.

Según la versión de Martín de Opava, la Papisa Juana dio a luz en plena procesión:
“A causa de su desconocimiento del tiempo que faltaba para el parto, parió a su hijo mientras participaba en una procesión desde la basílica de San Pedro a Letrán, en una calleja estrecha entre el Coliseo y la iglesia de San Clemente. Después de su muerte, se dijo que había sido enterrada en ese lugar. El Santo Padre siempre evita esa calle, y se cree que ello es debido al aborrecimiento que le causa este hecho. No está incluido este papa en la lista de los sagrados pontífices, por su sexo femenino y por lo irreverente del asunto.” Martín de Opava, Chronicon Pontificum et Imperatum.

Además, hay otros libros de historiadores y personajes que se han dedicado a investigar el tema de forma sistemática como el libro “Mitos y Leyendas de la Edad Media”, de Eberto Petoia. En dicho texto se hace un recuento de los acontecimientos, legendarios o no, de la Papisa Juana o Geovanna, y sus artimañas para lograr ser elegida Papa de Roma, por el cónclave, al que burló. En el caso de Lawrence Durrell, el escritor británico adaptó un libro de Emmanuel Royidis intitulado, precisamente, la Papessa Geovanna, librito que se encuentra en las calles de Roma entre los vendedores de libros viejos y usados.

También hay al menos dos películas que abordan el tema: una de 1972 del director Michael Anderson y otra de 2009 de Sönke Wortmann, abordaron de forma extensa el tema. Por último, cabe mencionar que el Papa Juan Pablo I (asesinado en el Vaticano a los 33 días de su pontificado, según versiones periodísticas y familiares) fue el último Papa en utilizar la Sedia gestatoria. Fue el día antes de su muerte, el 27 de septiembre de 1978, durante una audiencia pública. Juan Pablo II y sus sucesores nunca la usaron.

Con el próximo cónclave pontificio en el Vaticano, y la polémica cinta “Cónclave” (Edward Berger, 2024), en la cual hacia el desenlace se revela que el nuevo Papa electo es hermafrodita, viene a cuento esta leyenda de la Papisa Juana, pues la idea retratada en el cine no es descabellada, ya que como hemos visto a veces la realidad supera a la ficción.

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