La Orquesta Sinfónica de Yucatán abarrota el Club Campestre en dos conciertos
La cinematografía es un arte de formidables dimensiones y cubre, como el polvo, todos los rincones del alma. Toca las emociones, fabrica recuerdos; fortalece lo intelectual y lo sensible en cada persona, el yo etéreo; tal es su meta primordial, aunque contiene otras que se le derivan. Es un vehículo de cultura y de valores para la gente de todas las edades y su influencia se nota en la vida cotidiana de una gran mayoría. En su paleta visual, parece inconcebible que detrás de una imagen, sencilla en apariencia, subyace toda una producción gracias a un conjunto de expertos.
Así, hay alguien para aportar los milimétricos acotamientos en iluminación, fotografía, escenografía y dirección, por supuesto, la mente maestra que vincula los niveles óptimos de sus demás participantes. Pero toda historia, simple o compleja, no obstante su impacto visual, busca –y obtiene– en la creación musical el oxígeno para estar viva. La trama cómica o dramática depende de la elocuencia del obsequio divino –la Música– para cerrar el ciclo virtuoso que será atesorado por el público; quizá por un momento, quizá para siempre.
Los grandes compositores que orbitan la expresión escénica, saben adaptarse a las necesidades de narrar una historia, describiendo con sonidos la fuerza de una mirada o el peligro de una confrontación. Tiene sentido. Lo intangible se explica con lo intangible. Por eso, la Música da un hálito de vida a las escenas en celuloide. Uno de los más experimentados y respetados compositores cinematográficos, John Williams, tiene en su catálogo un envidiable montón de partituras. Ha tenido influencia en aventuras de parques jurásicos, en la persecución de un tiburón asesino y hasta en el asombro que causa un superhombre, vulnerable a la kryptonita.
En todos los casos, surge algo fantástico: su inspiración es inalienable para disfrutar cada película. Imposible comprender las mejores tramas sin el influjo de sus temas musicales, que pueden ser inclusive supremos por su impacto narrativo. John Williams fue seleccionado para la ocasión en que la Orquesta Sinfónica de Yucatán diera el salto al cine, en un esperado y apreciado concierto con obras que compendian al joven de ayer y al de hoy. Las partituras anunciadas, juntaron así a niños con quienes fuimos niños, en un afortunado ambiente familiar. Por inicio, inesperadamente sonaron las fanfarrias de la 20th Century Fox, graciosa y atinada obertura, la que muestra unos reflectores y es la bienvenida que pone en contexto que la función acaba de empezar.
El arreglo de la partitura de “E. T. El Extraterrestre”, fue un aperitivo sustancioso por su gama de impresiones. La proyección en gran pantalla tras la orquesta, refrendaba con una selección de escenas, los momentos emocionantes y emotivos de aquel filme estrenado hace tres décadas y media. Fue una grata recreación de recuerdos y de redescubrir el mensaje de amistad lanzado por Steven Spielberg, que al día de hoy conserva su vigencia. Aplausos difícilmente contenidos estallaron por la cruda resonancia del salón. Un engalanado Club Campestre, dispuesto a repetir la experiencia, abrió paso a las dos suites sustanciales: Harry Potter, moderno credo para quienes se identifican –sobre todo– con los actores que vieron crecer en una trama de intrincados, coincidiendo con el crecimiento propio, pero en la trama de vida real.
Un alboroto de voces precedía la interpretación; cedió al instante al escucharse las delicadas notas de la celesta*, que describen la melodía característica del mundo de los magos y primordialmente, del protagonista considerado su Elegido, en una peculiar combinación de nostalgia y misterio. Una preciosa secuencia de acordes hilvanaron las partes de la suite, destacando temas como el “Himno de Hogwarts”, el “Vuelo de la Orden del Fénix”, “Harry y Hermione” y “Batalla Final”, que en toda su extensión fueron avaladas por imágenes significativas de esta serie de películas.
La suite siguiente fue la de un filme que narra las batallas en una galaxia muy lejana. La Guerra de las Galaxias, con su arsenal de pirotecnia, invadió el recinto, literalmente con el reflejo de disturbios en el espacio interestelar y por el épico canto de metales y percusiones, equilibrados con la dulce cuerda capitaneada por Christopher Collins Lee, concertino de la OSY. Para entonces, la orquesta era vista como una horda de damas y caballeros Jedi y su director, el maestro Obi-Wan-Lomónaco, el emisario de buenas noticias contra el Imperio.
Al “Desfile de Ewoks” y “Batalla del Bosque” siguió la suavidad evocadora del “Tema de Leia”, matizada por el recuerdo de la fallecida Carrie Fisher, quien diera vida al personaje. La sensación culminante llegó con la estupenda “Marcha Imperial” que identifica al villano Darth Vader como el causante del tenebroso destino, que siempre hostiga a los de espíritu libertario. La velada, como ya es costumbre, fue una invitación de la Orquesta Sinfónica de Yucatán a soñar. Solo que esta vez, entre magia y estrellas. ¡Bravo!
*Instrumento musical de percusión. Es un armonio, con la apariencia de un pequeño piano vertical.