Algunas consideraciones para Mauricio Vila en cultura

Un análisis del ICY y Domingo Rodríguez Semerena en el anterior sexenio del PAN.

Las elecciones de la primera semana de julio de 2018, aportaron un nuevo episodio en esta vida de Yucatán, con el reto de atender a sus mayores dimensiones. Se logró especificar a quién dar las riendas –por el sexenio siguiente– de una sociedad que amplía su definición a grandes pasos, tanto como sus aspiraciones, requilorios y necesidades. El abogado y empresario Mauricio Vila Dosal, del Partido de Acción Nacional, recibió el privilegio para trazar un lienzo de planes y proyectos, rediseñando –según ha prometido– estrechamente con la gente de todo el Estado, una nueva calidad de vida, en cada una de sus facetas.

Lo hará posible mediante funcionarios dispuestos y atentos a corregir, ajustar y acotar conforme se avanza de lo proyectado hacia la vida real, cercanos todos al ciudadano, como cercano estará él mismo. Así, es lo menos a que se puede aspirar -o ambicionar– de la nueva función pública, no por exigencia o capricho, sino por la sociedad diversa que hoy nos integra, mejor informada que nunca y algo mejor educada que anteriormente. En asuntos de educación y de cultura, Yucatán se sabe tradicional, pero también vanguardista. Muestra el tornasol de sus matices; entiende que los puede enaltecer. Acepta los retos que trae el crecimiento.

En cultura y educación, las situaciones deben atenderse en un contexto actualizado. Debe estar ajeno a las simulaciones y la opacidad, las odiadas canonjías de grupos. En el pasado reciente del PAN, en aquellos tiempos de Patricio Patrón Laviada, el desaparecido Instituto de Cultura de Yucatán (hoy Sedeculta) produjo algunos buenos resultados, varias primeras piedras de proyectos anhelosos, como lo que terminó siendo la creación de la Orquesta Sinfónica de Yucatán y la Escuela Superior de Artes de Yucatán. Pero no quedó eximida esa vocación de retroceder dos pasos (como la desintegración de la Banda de Música del Estado o el despido masivo de funcionarios competentes en materia artística). Se sabe que dejó hondas insuficiencias, desvistiendo santos para vestir a otros; y con ello generó frustraciones y desigualdad, todo en nombre de la cultura.

Hoy se exhiben en redes sociales los dispendios de senadores bajo la etiqueta “Galletas y café”, muestra de lo mismo que así ha ocurrido en Yucatán, desde un tiempo no registrado. Siguiendo el ejemplo de la época de Patrón Laviada, Domingo Rodríguez Semerena y su personal acérrimo, únicamente proyectaron sin llegar a la eficacia esperada, la que pudo ser vida nueva en el escenario cultural, pero sí tuvieron las chequeras en blanco para lo que de pronto “fuera necesario” y alardes parecidos en el terreno de la improvisación. No se debe llegar a corregir y acotar sin tener el plan de desarrollo cultural y educativo; es decir, no siguiendo cada cual un curso paralelo sino combinado, en un esfuerzo mutuo que realce el potencial, no sólo del estudiante, sino del pueblo en general. Yucatán desde siempre significó un alto nivel en estos aspectos a niveles nacional y mundial. Los tiempos actuales no pueden ser la excepción.

Hablar de la amalgama en sus valores tradicionales –el folclore, por ejemplo– ha sido desde siempre, la distancia más corta para describir a Yucatán. Los que tuvimos el privilegio de nacer aquí, en esta tierra de los “Elegidos”, lógicamente sabemos de lo que se trata. Un mes fuera de Yucatán se siente como haber estado lejos de un paraíso. El que llega y conoce, entiende esto. Chilangos, norteños, gringos, canadienses e italianos son algunos de los que un día supieron de nuestra tierra; y llegaron para volver a nacer, ahora en ella. Después de un tiempo, supo Yucatán que algo le pasaba, pero no entendió qué era. Estaba creciendo. En su corazón cabían todos, sus hijos de siempre y los que adoptó para ser su madre nueva.

 

Las grandes metas: educación y cultura

 

Hace un par de años una de nuestras autoridades educativas me explicaba, condescendiente, la gran meta en educación: que el alumnado aprendiera a leer, escribir y sacar cuentas. No es necesario escudarse en estadísticas para evidenciar que tanto esfuerzo se puede resumir en términos lamentables. La educación, si está vinculada a “políticas raras”, tendrá qué conformarse con una pared, cuando puede construir toda la casa. Lo mismo sucede con la cultura. 

Allende las justificaciones, se sabe que tanto el desarrollo educativo como el cultural, no son mutuamente excluyentes. No puede haber desconexión entre ambos –pero la hay– si lo que se busca es forjar y fortalecer la mente, no por el fortalecimiento en sí, sino para el diálogo del mundo, ese que traspone fronteras, limitantes políticas que significan nada en términos de humanidad. Ambas, educación y cultura, son necesarias para integrar a la nueva generación con la que actualmente es fuerza productiva; y ambas con la que, desde el retiro, conserva intactos sus derechos de participación y convivencia.

Entonces, será ineludible contar con criterios de mayor alcance. Será necesario eludir los del pasado reciente, que ha dejado la costumbre de escanciar con embudo, desde las sombras, para favorecer aspectos discutibles, los que derivan carencias adicionales, porque se avanza un paso y se retroceden dos. En Yucatán sobra inteligencia y su salud podrá garantizarse a través de diversos rubros, por todos conocidos. El crecimiento siempre encabeza la lista de los deseos, pero se logra en dosis insuficientes, con resultados efímeros. Se construyen sobre la paz social, oportunidades de desarrollo y equidad para eliminar barreras sociales, ideológicas, raciales. Pero termina siendo quimérica, porque sigue inalcanzada, a pesar de las buenas intenciones.

Será muy importante analizar en hombros de quién quedarán todos estos compromisos, qué requieren de propuesta social, pero también de ejercerse con el adiestramiento e inteligencia correctos. Será inútil presentarse sin estos requisitos, así como la vocación de servicio, con la energía suficiente que, aunque se haya señalado hasta el cansancio, no puede ser un mito; debe existir en alguien todavía. Será cuestión de escuchar más voces y consensuar un traje a la medida de Yucatán. Nuestra sociedad se merece dicho esfuerzo.

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1 Comment

  1. says: Rocío

    Felipe, tu artículo no pudo ser más preciso y oportuno para analizar y reflexionar el rumbo que deberá tomar temas tan importantes como el de Educación y Cultura, sobre todo en tiempos donde cada vez se ensancha nuestro Estado con diversidad de culturas que en su mayoría admiran nuestra singular y orgullosa cultura maya yucateca. Es momento de sumar y escuchar las mejores opiniones para aplicar proyectos viables que rescaten, refuercen lo idóneo y comulguen entre sí estos dos importantes asuntos (Educación y Cultura) de Gobierno y sociedad.

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