“Lo que resta es silencio”, libro de charlas con Óscar Alarcón

Foto: Alexis Salinas.
Al leer estas entrevistas de Óscar Alarcón, estas confesiones, aflora una honestidad punzante en los entrevistados: Joaquín Hurtado, Odette Alonso y Frida Cartas. A continuación, te presentamos un fragmento de la charla sostenida por el autor con la escritora cubana Odette Alonso…

Óscar Alarcón, en su profesionalismo y especialidad periodística que es el género de la entrevista, logra en estas conversaciones la construcción de un mapa de la literatura contemporánea, historias que desgarran e ilustran, que conmueven y aleccionan. Hay aquí un diccionario perfecto en el que se advierten los argumentos y objetivos (dichos desde sus protagonistas) por los cuales se ejerce el oficio de la literatura. Sin cortapisas. En la magnánima libertad del mundo que se habita: las posibilidades del ser y decir.

Al leer estas entrevistas, estas confesiones, esta honestidad punzante que aflora en los entrevistados: Joaquín Hurtado, Odette Alonso y Frida Cartas, el lector aprenderá los motivos por los cuales se escribe, y para qué se vive. A continuación, presentamos un fragmento de la charla sostenida por la escritora cubana Odette Alonso.

Odette Alonso
Enero de 2024

El 30 de abril de 2021 aún nos encontrábamos enclaustrados por la pandemia que provocó el COVID-19. Nos habíamos habituado a la vida a través de lo digital: clases en línea, reuniones en Zoom y presentaciones de libros por Streamyard era lo cotidiano. En esa fecha se presentó Versas y diversas: muestra de poesía lésbica mexicana contemporánea, libro que reúne la voz de 54 autoras que proponen poemas lésbicos, publicado por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Es difícil pasar por alto un título así y más en ciudades conservadoras, sin embargo, rompiendo toda idea de censura, el libro tuvo cabida en un espacio universitario, es decir, un centro de pensamiento plural, crítico, incluyente.

Odette Alonso (Santiago de Cuba, 1964) es mexicana por convicción, autora de más de 20 libros, ganadora del Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén, también obtuvo el Premio del XII Concurso de Cuento Mujeres en Vida, que otorga la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla —así que sentimos que Odette también es un poquito poblana—; asimismo obtuvo el Premio Nacional de Poesía LGBTTTI en 2017, que se otorga en Zacatecas y el Premio Clemencia Isaura de Poesía en 2019.

Odette me ofrece un café y me pregunta: ¿cubano?, mi respuesta es afirmativa y agrego: sin azúcar. La charla es sabrosa, el acento cubano de Odette me lleva hasta la isla para encontrarme con un Fidel menos revolucionario y más conservador. La Revolución también la hicieron los jóvenes y es imposible negar la diversidad de pensamientos. No es un movimiento homogéneo, hubo fracturas al interior de un sistema que tomaba por peligroso el pensamiento diferente.

Al escuchar hablar a Odette me doy cuenta que su acento tiene cadencia y que eso le imprime una forma diferente de abordar los temas, no cabe duda que los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo y más: que nuestra geografía también tiene voz, sonido y textura.

¿Por cuál de los libros de Odette Alonso comenzar?

Es una autora que ha construido un universo literario destacable, lo mismo escribe narrativa que poesía. Sin embargo, y dada la cercanía que tengo de la lectura de su poemario, recomendaría comenzar por Old Music Island, un poemario de textos breves pero intensos, llenos de sensualidad que entran por el oído y recorren todo el cuerpo y se quedan en la mente de quien los lee por mucho tiempo. El ambiente marino está presente en la literatura de Odette.

Óscar Alarcón. ¿Cómo inicias en la literatura? Nadie a los ocho años se levanta diciendo “Voy a ser escritora”.

Odette Alonso. Y después de ocho años tampoco te dices “Soy escritor”. Empecé a escribir unos poemitas al final de la prepa. Tampoco fui la niña que a los ocho años escribía poemas —y si en algún momento los escribí, se perdieron en la historia—, pero había un profesor —que ni era tan bueno porque no es que fuera EL profesor— de literatura que algo enlazó entre sus clases y yo. Ahí empecé a escribir unos poemitas.

Luego, en la universidad también escribí unos poemitas en las libretas. Siempre cuento esta anécdota: escribía en las páginas finales de las libretas y después veía cuántos poemas tenía por cada asignatura y cuál era la más aburrida, según la cantidad de poemas. No era nada que fuera consciente. No me acuerdo ni de qué cosas eran, pero eran a las cosas de la cotidianidad, me imagino que a las muchachas de las que me enamoraba o todavía a algunos muchachos que pudieron haberme inspirado alguna cosa.

En la facultad me invitaron a un taller literario —de la facultad de Letras porque yo estudié Letras en la Universidad de Oriente, en Cuba— que tenía la gente que escribía y fue una experiencia fatal, porque ya sabes: una muchacha que escribe unos poemitas, que está iniciando y que dice “Porque te amé y no sé qué, no sé qué cosa…” Era un poema de amor. Y aquellos señores, compañeros, compañeras empezaron a decir:

—Deberías…

—Pero eso no…

Ya sabes lo que pasa en los talleres literarios. Me sentí muy agraviada y dije:

—Jamás voy a volver a un taller literario. Ni me importa y ni quiero.

Después que me gradué de la carrera, gané el Premio Nacional 13 de marzo —que convocaba la Universidad de La Habana— no en poesía sino en periodismo, con unas crónicas culturales sobre la vida santiaguera —de Santiago, Cuba, de donde soy.

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Eso hizo que me pusiera a la vista de la gente que se movía en la literatura, y entonces me volvieron a invitar a un taller. Ahora al Taller Literario Municipal de Santiago de Cuba, que se hacía en la casa donde nació José María Heredia, el poeta. Ahí nos reuníamos gente de muchas generaciones —más viejitos, más jóvenes—, poetas, narradores y de todos los géneros, con una señora que se llama Aída Bahr, quien llevaba el taller y era muy buena porque no se metía a decirte lo que tenías que escribir, sino que te orientaba.

En ese tránsito me encontré con muchachos de mi generación y empecé a escuchar lo que escribían, pero desde otro punto de vista: como compañeros y amigos. Recuerdo que decía:

—Ay, qué pena que me inviten a leer en público con estos muchachos que son tan buenos poetas y que están tan reconocidos ya.

Creo que eso fue lo que me dio un impulso a incorporarme a esos grupos y a ponerle asunto a la poesía. A partir de ese momento fue que empecé a escribir con más conciencia, incluso considerándome escritora joven de ese grupo. Me vinculé a la vida cultural de la ciudad, a la vida editorial junto con gente que era de otras generaciones y que ya estaba ubicada en puestos culturales. Fundamos ciertas colecciones, como la colección donde se publicó mi primer libro en Ediciones Caserón. Entonces ya estaba muy metida en la vida cultural y muy clara de que quería escribir poesía.

No es que yo me planteara: Voy a escribir un libro de poesía, sino que escribía y de pronto junté una serie de poemas, los publiqué en esta coleccioncilla —ese libro se llamó Enigma de la sed—, salió en el 89. Después, junté otros poemas que mandé a un concurso que se llamaba “Adelaida del Mármol” —de todas las provincias orientales de Cuba— y lo gané con un libro que se llama Historias para el desayuno. En 1989 salieron esos dos primeros libros y de ahí pa’lante hasta ahorita.

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