En México no hay tragedia: todo se vuelve afrenta. Carlos Fuentes
Alexa Moreno se presentó a la competencia de gimnasia artística enfundada en un llamativo traje verde. La chica es especialista en salto de caballo una de las pruebas más exigentes del programa de la gimnasia mundial. Es una prueba que requiere potencia, fuerza, velocidad y agilidad. Para lograr los saltos se necesitan muchas horas, muchos años de preparación. Correr hacía el caballo le toma a un gimnasta un promedio de 7 segundos, el salto no dura más de 2. En 9 segundos que representan una vida dedicada al esfuerzo. La joven bajacaliforniana tenía la esperanza de pasar a la final de ese aparato y quedar – como ya lo hizo en campeonatos mundiales – entre las ocho mejores del mundo. No lo logró. Alexa corrió con la potencia que la caracteriza, potencia que ha desarrollado con mucho esfuerzo, sacrificio y entrenamiento.
Corrió impulsada por un par de poderosas piernas y se impulsó con sus torneados brazos para girar como rehilete por los aires. Su aterrizaje no fue perfecto y fue penalizada por los exigentes e inmisericordes jueces de la gimnasia. Alexa falló en su intento. No fue la única integrante de la delegación mexicana que se despidió de los Juegos en el tercer día de competencia: tres medallistas olímpicos fracasaron en su intento por refrendar lo logrado hace cuatro años en Londres. Aída Román en Tiro con arco y la dupla de clavadistas integrada por Germán Sánchez e Iván García fueron derrotados y eliminados en sus respectivas especialidades. También el boxeador Joselito Velázquez, de quien se tenían grandes esperanzas, cayó ante un poderoso y efectivo representante de Uzbekistán. Fue una jornada triste y desesperanzadora para la delegación mexicana.
El baúl de la recriminación se abrió. El público mexicano – ese que en su gran mayoría solo tiene interés en el fútbol – decidió que era el momento de recriminar lo que consideran como una afrenta y sacó el arsenal de la bajeza para atacar a los deportistas mexicanos que participan en los juegos, pero se ensañó de manera particular con Alexa Moreno. La razón es que el fenotipo de la joven no corresponde a los cánones de lo que suponen es una atleta. Suponen, porque si vieran algo más que los partidos del América quizá conocerían a gimnastas históricas como Mary Lou-Retton poseedoras de cuerpos compactos y poderosos que les han llevado a superar cualquier supuesta limitación y las han llevado a la élite de la gimnasia mundial. Pero es más fácil atacar que comprender y las redes sociales mexicanas nunca pudieron o no quisieron dimensionar la tragedia de una chica que carga sobre sus hombros una representación nacional en un deporte individual en el que uno se lo juega todo en tan solo unos segundos.
Lo de Alexa en realidad tiene un enorme mérito pues practica un deporte prácticamente inexistente en el país, un deporte poco apoyado por lo que queda de las autoridades deportivas mexicanas. Su fallo toma tintes dramáticos cuando se comprende mejor el contexto en el que se mueve un atleta de élite en nuestro país, un contexto que representa en gran medida lo que es el país. Alexa Moreno – como la gran mayoría de los atletas mexicanos que participan en Río 2016 – debe enfrentarse a la falta de apoyo, a dirigentes que se aferran a puestos para seguir mamando de la paupérrima ubre de los recursos federales para el deporte, a medios de comunicación que solo voltean a verla cada cuatro años cuando su esfuerzo la lleva a competir con las mejores del mundo. En otro país Alexa Moreno sería un ejemplo a seguir, en México su figura nos ofende y decidimos burlarnos de ella.
Carlos Fuentes decía que en México no existen las tragedias, que todo se convierte en una afrenta. Alexa Moreno nos ha ofendido en lo más profundo de nuestra misoginia, en las raíces más hendidas de nuestro machismo, en lo más brillante de nuestros complejos. Su tragedia nos es ofensiva y nos regodeamos al momento de emitir apresurados y desinformados juicios que la descalifican. Somos aún más impecables que los jueces que la eliminaron de la competencia. Somos una vergüenza incapaces de comprender a alguien que se ha forjado desde la cultura del esfuerzo porque ni siquiera entendemos lo que eso significa. Preferimos agredir a celebrar a una atleta como Alexa Moreno porque así justificamos falsamente nuestra incapacidad tanto individual como colectiva y ello constituye una tragedia mayúscula que es – junto con otras muchas cuestiones – algo que nos mantiene hundidos, divididos y estancados como país.