De modo inaudito, inédito, increíble, hay, por desgracia, gobernantes que no entienden algunos aspectos de su gobernanza, tales como la promoción del arte y la cultura de su pueblo, de la comunidad a la que gobierna. Si entre sus responsabilidades están los ineludibles aspectos socioeconómicos, también deben contar los inevitables aspectos socioculturales, entre los que destacan la educación y la promoción del arte y la cultura, que determinan la configuración humana de todos los individuos y las bases sólidas de la sociedad a la que pertenecen.
Desde el año pasado, el gobierno estatal comenzó a amenazar con el cierre de algunos museos y la desaparición de la Orquesta Sinfónica de Yucatán. Sin embargo, por alguna razón, todas estas intenciones fueron detenidas. Pero esta vez, el Gobierno de Yucatán ha determinado finalmente cerrar el Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán (Macay). Ante ello, muchos se han preguntado por qué este gobierno estatal decide, sin consulta popular ni nada parecido, que este museo cierre definitivamente sus puertas, ni siquiera con alguna evaluación que indicara el éxito o el fracaso de este centro cultural.
Es posible que el gobernador no sepa que existe un compromiso entre tres: el gobierno federal [que prestó el Ateneo Peninsular, un edificio considerado patrimonio nacional y que está bajo la custodia del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)], el gobierno estatal [que aportaría los recursos financieros para el funcionamiento del museo] y la Fundación Cultural Macay [asociación civil que ha sido la encargada de la operación del museo desde hace 28 años]. Y lo peor, que el gobierno estatal haya decidido cerrar las puertas de un museo en el que estaban implicadas otras dos instituciones, una del gobierno federal y la asociación civil que lo operaba.
Independientemente del edificio del INAH, de la operación exitosa de la Fundación Cultural Macay y de la negativa del gobierno estatal de continuar proporcionando los recursos económicos para el funcionamiento del museo, está el hecho de que la sociedad no tendrá más la oportunidad de culturizarse a través del Macay; tampoco el turismo nacional e internacional tendrá la conveniencia de conocer y emocionarse ante obras del arte contemporáneo, ni tampoco habrán valido los esfuerzos museológicos exitosísimos por 28 años, los cuales quedarán en la historia sin poder continuar la importante labor museística hacia la población.
No cabe duda de lo importante que resulta que los gobernantes entiendan el arte y la cultura, así como su relevancia en la nutrición humana de la población. Los pueblos son resultado de su cultura, su arte, sus costumbres, su educación familiar e institucional. Y si los pueblos cuentan con centros educativos, de arte y de cultura, tendrán mejores formas de vivir. Si el arte y la cultura fortalecen la imaginación de los espectadores y la creatividad de los artistas, éstos serán mejores ciudadanos y contribuirán a la integración de una sociedad más humana y solidaria.
Resultado lamentable que los gobernantes que no entienden ni de arte ni cultura desaparezcan los pocos centros promocionales de los mismos, como en aquellas épocas del nazismo, en las que fueron quemados libros y hasta obras de arte con el propósito de hacer prevalecer la ideología fascista. La comparación es aterradora, ciertamente, pero tal vez sea más aterradora la decisión gubernamental de cerrar los centros del arte y la cultura locales.