Carta nostálgica a Elena Larrea Peón

Elena Larrea. Foto de Salvador Peña L.

In memoriam, en su décimo aniversario luctuoso.

Querida Elena:

Hace diez años que no nos vemos, diez años sin platicar, sin verte llegar rodeada de tus pequeños hijos, sin tardes de café y cigarrillos alrededor de la mesa de Pilar Fernández, tomando el café en potes de peltre, “pocillos de leprosario” como les llamaba Pilar. Tardes serenas y amables en las que, las carencias de dinero no importaban, porque éramos felices con tan poco. Un bísquet y un pedazo de queso Patagrás para acompañar el café, era un banquete de lujo para todos los que compartíamos la mesa en casa de Pilar -ahí en Itzimná-, junto a las rieles del tren que pasaba y sacudía la casa entera; ese tren que siempre sonaba en forma impresionante, y que, según decía la conseja de la casa: “¡Cuidado, no vayan a sacar la mano por la ventana arriba del lava platos, porque se las lleva el tren!” Y los niños, todos, miraban la pequeña ventana con miedo en los ojos. Esos niños, nuestros niños, tuyos, míos, de Pilar Fernández, de Pilar Jufresa, de Nonoya… ¡Los niños, nuestros niños!

Te escribo esta carta porque tengo el alma con un hueco que no se puede llenar. Son tantos los recuerdos, que ninguna realidad actual se puede comparar con ellos. Tu casa pequeña, en Prado Norte, con tus perros; Lola, la hermosa Labrador dorada; los simpáticos Basset Hound Tanga y Pongo; y siempre, siempre presente la risa de los niños, que alegraba todos los momentos de la vida. Las noches de teatro, con Paco, Pedro y Pilar; y los niños, siempre los niños, que se quedaban en casa de Pilar, y que se regresaba con el Jesús en la boca, porque se podía esperar cualquier barbaridad que hubieran hecho; hasta lo más inimaginable y atrevido. Si pudiéramos platicar hoy, seguramente te reirías, con esa risa un poco ronca, tan tuya, de eso dorados recuerdos de esos lejanos tiempos idos.

Elena Larrea en el papel de Altea (Teatro de la UADY, 1979)

Elena querida, no sabes qué tan importante fuiste en mi vida. En momentos trascendentes, de toma de decisiones cruciales. Cuando mi vida dio un giro profundo y definitorio, tú y Paco estuvieron junto a mí, siendo testigos de una felicidad nunca antes conocida en mi camino, y me arroparon con su cariño. Luego, la casa de Tamanché, con su hermosa biblioteca, con su observatorio astronómico; con tardes de lluvias torrenciales, y noches en las que las ranas pequeñas subían por los cristales de las ventanas.

Tu recuerdo en el teatro es imborrable. Fuiste una actriz de gran categoría, de una presencia que llenaba e iluminaba los escenarios con una fuerza de esas que no se encuentran a cada rato. Vienes a mi mente, caracterizada como Altea, en “El Adefesio”, de Rafael Alberti, en el Teatro del Seguro Social. ¡Hace tantos años, pero tan vigente…! Tantas noches, asumida en Venus, en un salón de la Casa de la Cultura, en largos ensayos con Paco Marín. La fuerza de tu voz en la novia que se queda viuda en el mismo instante de su boda, en “Bodas de Sangre” de Federico García Lorca. Fuiste todas ellas y una a la vez, fuiste tú con tu tremenda fuerza histriónica, arrolladora al poner pie en las tablas.

Te nos fuiste, como quien eras, con entereza, con fuerza, con prestancia. Como un papel más en tu brillante carrera, con esa categoría de gran categoría, como una Venus de la escena, como una actriz soberbia. ¡Hasta siempre, querida Elena!

*Elena Larrea Peón, madre, amiga y actriz, falleció el 8 de septiembre de 2010.

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