Los movimientos sociales pocas veces son difundidos y valorados, implican recordarle a la sociedad que unidos por un frente común es posible generar cambios y colapsar a la clase política que detenta el poder. En la memoria histórica, de por sí cada vez más frágil, los líderes de las grandes luchas sociales se diluyen, mucho más en las nuevas generaciones a quienes poco interés se les enseña a tener por su pasado. Sin embargo, la excepción está en el Museo de la Ciudad donde la pieza del mes está dedicada a los movimientos sociales, oportunidad única para visitar una modesta, pero importante muestra de los más significativos y más recientes acontecidos en nuestro Estado, así como el emblemático movimiento estudiantil del 68 que también se expone.
Para visitar una exposición como ésta tuve la grata compañía del museógrafo Gabriel Marni, partícipe del montaje de la exposición y de don Pedro Quijano, amigo entrañable de Efraín Calderón Lara “El Charras”, a quien por supuesto, está dedicada una importante sección de la muestra compuesta por una reseña que aborda el movimiento sindical obrero y campesino que encabezó este joven estudiante de derecho, algunos libros de investigación, periodismo y creación que han abordado la vida, legado y la trágica muerte del líder sindical; entre ellos se encuentra el de recién publicación que lleva por título el nombre de “El Charras” y entre cuyos autores se encuentra precisamente don Pedro Quijano; también está el libro “La otra cara de Loret de Mola: Confesiones de un asesino” de Carlos Francisco Pérez Valdéz y un homenaje poético, “Persistencia del tiempo” del poeta Rodrigo E. Ordóñez Sosa, compuesto por versos e imágenes dedicados a la memoria de Calderón Lara.
No podía faltar, por supuesto, la muestra fotográfica, las imágenes más emblemáticas en las que don Pedro Quijano con emoción y nostalgia nos recordó a Gabriel y a mí aquel triste día de febrero de 1974, cuando Mérida se paralizó y la gente salió a las calles a ver pasar el ataúd que llevaba el frágil cuerpo del joven veinteañero, víctima de las cobardes balas que no le permitirían seguir siendo la esperanza para miles de trabajadores de diversos sectores públicos y privados por mejorar sus condiciones laborales. Sólo alguien como don Pedro podría tener más que nadie tan vivos en la memoria los momentos que enmarcan esas fotografías, él es un luchador social incansable, a quien admiro profundamente y quien me ha enseñado casi como un padre (que la curiosa coincidencia de apellidos y la gran amistad nos permite) con sus pláticas, sus consejos y su gran ejemplo.
No podían faltar otros dos grandes líderes sociales de Yucatán, Felipa Poot y Rogelio Chalé. La primera, oriunda de Kinchil y nacida en 1903, descrita como “una indígena maya que infundió valor a mujeres y hombres para luchar por mejorar las condiciones de su gente, tenía el sentimiento de indignación de las injusticias sociales que enfrentaba su pueblo”, sin duda una mujer emblemática de quien poco se sabe y poco se recuerda en este estado de hombres y mujeres valerosos que van quedando en la opacidad; como el segundo, Rogelio Chalé, nacido en Dzemul en 1901, Presidente del Partido Socialista del Sureste, “sus ideales y el movimiento que inició no fueron bien vistos por los poderosos que veían amenazados sus intereses, por lo que decidieron asesinarlo mediante una emboscada a la entrada de Dzitás el día 6 de septiembre de 1936”.
Es curioso y triste a la vez que estos tres iconos de los movimientos sociales de nuestro Yucatán tuvieran el mismo final trágico y premeditado, que refleja el miedo irracional de la clase política por los activistas sociales; las balas, irónicamente en este “Estado más seguro” callaron las voces de tres jóvenes (ninguno llegó a cumplir 35) decididos a emprender una defensa cabal y estoica por las clases desprotegidas ante los abusos de hacendados, patrones y políticos corruptos. Son un ejemplo hoy, deberían serlo para todos los ciudadanos de la blanca Mérida a quienes se nos inculca la idea de que aquí no pasa nada, pero si en la memoria colectiva estuvieran presentes, tanto como Felipe o Elvia Carrillo Puerto y otros no menos célebres personajes de nuestra historia local, seguramente el miedo a no protestar, a no hablar o alzar la voz no sería parte de la pasividad que nos caracteriza a los yucatecos, porque sabríamos que detrás hubo líderes y cientos de personas decididos a defender y hacer valer lo más importante que tenemos: nuestros derechos y la dignidad humana.
El museo de la ciudad alberga parte importante del patrimonio social, cultural y artístico de la ciudad de Mérida, es una pena que no sea visitado tan frecuentemente por nosotros mismos, deberíamos hacerlo y más en esta ocasión en que la pieza del mes hace un homenaje no sólo a estos jóvenes líderes, sino a toda la sociedad yucateca que en su momento luchó junto con ellos y tuvo el valor de no permitir más injusticias y atropellos. Y aunque el apoyo del pueblo no pudo detener las balas que les arrancó la vida, hoy hay más posibilidades de que un pueblo unido pudiera hacer la diferencia, siempre y cuando existieran líderes tan honestos e incorruptibles como Efraín, Felipa o Rogelio.
Hay mucho más que decir y ver en esta exposición del Museo de la Ciudad, ubicado en el ex Palacio Federal de Correos (Calle 56 x 65 y 65ª Centro), pero no hay nada como visitarla para revivir o alimentar nuestra conciencia histórica, tan vital como necesaria.