“Al otro lado del sueño”, cuento de Roberto Abad

Este relato forma parte del libro de cuentos "Umbral", de Roberto Abad, publicado recientemente por la UAM dentro de la colección literaria Molinos de Viento. En su narrativa, el oriundo de Cuernavaca explora la fantasía, lo extraño y el horror desde una mirada contemporánea. ¿Te atreverás a leerlo...?

Ilustración en portada: Frida Kadavre

No sé con precisión en dónde me encuentro. Es un desierto pálido, horrendamente blanco, inmenso, en el que un día, de pronto, vine a despertar. Permanezco acostado, junto a mi esposa, Sara. Tenemos una sábana encima y una almohada debajo de la cabeza, como si estuviéramos sobre una cama gigante.

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Sara está dormida. Le he dicho que despierte, que me explique qué es esto, pero no se mueve. Pienso que se halla en estado de coma y no sé qué pudo haberlo originado. Respira en automático, obedeciendo el impulso de su cerebro –aparentemente– muerto. ¡No estés jugando, Sara!, he llegado a gritarle sin obtener nada de vuelta.

Cuando me percaté de que ella no despertaría, comencé a caminar, esperaba encontrar alguna pista; entonces supe que no tenía caso moverme: el desierto blanco nos volvía cuerpos celulares, minúsculos. Si era una venganza de Dios, uno de sus ajustes de cuentas, debía ser el más absurdo. No hay hambre ni sed; no hay viento ni sonido. Sólo esta planicie inmóvil que habitamos Sara y yo.

Pero Sara no está. Quiero decir: está su cuerpo.

He llegado a pensar que todo cuanto veo a mi alrededor tiene que ver con una imagen de mi infancia. Sin embargo, hasta donde puedo recordar, nada se asocia con un espacio de tales magnitudes. Lo último que evoco antes de aparecer en este paisaje es una discusión: sentados en el comedor, Sara y yo hablamos del trabajo, de las deudas, de los hijos que no llegamos a tener. Hubo algo que nos alteró, algo irremediable.

Luego me fui a la cama, cerré los ojos y desperté aquí.

“Umbral”, de Roberto Abad fue publicado en la colección Molinos de Viento de la UAM (2024).

He concluido, al cabo de esta temporada en el desierto, al lado de un cuerpo inerte, que esto es una prueba. Intentaré explicarlo: creo que al otro lado del sueño soy yo el que está dormido en el cuarto de un hospital, con mangueras en los brazos y un respirador conectado a la boca. Y es Sara quien me cuida. Espera que algún día despierte, aunque, en el fondo, sabe que nunca lo haré. Porque lo mismo pienso al verla. Es una hipótesis que llega en mis ratos de ocio, cuando esta condena se diluye y queda sólo la semilla, la esencia del sueño, y no es el desierto blanco, sino el ocio, lo que me atormenta hasta perder el significado de las palabras.

Miro a lo lejos, donde la línea del horizonte se difumina con el cielo; enseguida me vuelvo a Sara, tan lejana de todo. La observo, la observo siempre, como un sonámbulo con la mirada perdida. Permanezco a su lado. Me da miedo alejarme en busca de respuestas y, de súbito, perderme, quedarme sin ella, sin Sara. Quedarme, entonces sí, completamente solo. En este lugar, qué otra cosa sería más terrible.

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