2016 ha sido un año lleno de convulsiones en todo el mundo. Europa se ha visto sacudida por atentados terroristas, el medio oriente sigue siendo un punto crítico para el planeta, un sitio en el que la violencia parece no tendrá nunca un final. La crisis de los refugiados se ha agravado sin que exista aún la voluntad política y humanitaria para ponerle un final. En México las mal llamadas “reformas” han acrecentado las enormes brechas de desigualdad y la vida cada día se complica más. En resumen: vivimos tiempos perros, muy perros, por lo que quizá hoy más que nunca el mundo necesita de una bocanada de aire fresco, de un recordatorio de que los seres humanos podemos soñar con una utópica armonía en la que convivan en paz todos las razas e ideologías, en la que se muestre lo mejor de nuestra especie y sus valores más altos. Me pregunto si los Juegos Olímpicos que comienzan en unos días pueden ser esa bocanada de aire fresco, ese respiro de humanidad que el mundo necesita con urgencia.
En 2009 la sede olímpica le fue otorgada a Brasil. Un Brasil que vivía una etapa política, económica y social de auge y de una ventura que parecía ir en crecimiento. Cuando el entonces Presidente del COI Jacques Roche anunció que Río de Janeiro sería ciudad olímpica, Brasil entero estalló en júbilo. Era un reconocimiento al crecimiento del gigante amazónico, a su gobierno y sobre todo a su gente. La historia sin embargo dio un giro y hoy Brasil vive una crisis política y económica sin precedentes en ese país. A unas horas del inicio muchos brasileños ven a los juegos como un gasto innecesario y si el Mundial de Fútbol de hace un par de años se realizó en medio de un ambiente hostil, es muy probable que esa hostilidad sea mayor en las próximas semanas. La fiesta puede transformarse en pesadilla si las protestas –la mayoría de ellas con razones sustentadas y legítimas– se presentan en las calles y en las diferentes sedes olímpicas.
A pesar de lo anterior, hay quien piensa que los juegos pueden ser benéficos no solamente para Brasil sino para toda la región. Fabio Palma, director del Instituto Europeo di Design con sede en Río declaraba a la revista Forbes que “La ralentización de la economía ha acentuado la percepción negativa de la realidad, pero creo que se ha excedido en el pesimismo. Hay mucha liquidez retenida. Los Juegos Olímpicos harán olvidar los problemas.” Para los organizadores de Río 2016, las competencias generan la posibilidad de recuperar la confianza perdida. Así lo afirmaba también para Forbes Mario Andrada, Director de Comunicación del COI: “Los Juegos Olímpicos serán una buena noticia para Brasil, porque representan una inyección de autoconfianza. Y Barcelona es el ejemplo a seguir en cuanto a transformación de la ciudad”.
A lo anterior hay que sumar algo que es innegable: aún el medio de su comercialización, aún con todo el gasto que llevan consigo, Los Juegos Olímpicos han logrado mantener los principios con los que fueron creados por Pierre de Coubertin a finales del siglo XIX. Siguen manteniéndose como una fiesta llena de historias de superación, siguen siendo una oportunidad de mirar a algunos de los mejores jóvenes del planeta competir con el orgullo de representar a una nación y continúan manifestándose como una celebración de unión mundial.
Ningún otro evento reúne a representantes de tantas naciones, ningún otro evento permite a atletas de países pequeños competir palmo a palmo con sus similares de las grandes potencias deportivas, ningún otro evento permite al espectador admirar las posibilidades mentales y físicas del ser humano, ningún otro evento reúne a la cultura en toda su fantástica diversidad. Los Juegos Olímpicos mantienen intacta esa capacidad de asombrarnos, de mirar a mujeres y hombres alcanzar niveles de excelencia cada vez más altos. Los juegos siguen siendo una importante fuente de inspiración para millones de niños y jóvenes que van a transformar sus vidas al mirar por las pantallas de televisión a atletas a los que van a emular y, en un futuro, superar.
En el caso de México hay que añadir un asunto que hace a los Juegos Olímpicos de Río algo especial: serán los primeros de la historia que no veremos por las pantallas de Televisa y Tv Azteca. Carlos Slim adquirió los derechos televisivos de la competencia y con ello no solamente privó a sus rivales y competidores de jugosas ganancias sino que marcará el inicio de una nueva era en las transmisiones olímpicas. Por primera vez los mexicanos veremos los juegos a través de las señales públicas de Canal ONCE y Canal 22, así como de los canales de paga ESPN y FOX Sports. El hecho de que la televisión pública y cultural vaya a realizar la transmisión de Río 2016 en nuestro país es una noticia alentadora, pues no solamente brindará de fuerza a las señales públicas sino que la audiencia puede ganar al tener acceso a mejores contenidos que reflejen el contexto cultural en el que se desarrolla un evento de esta magnitud.
Por su parte ESPN y FOX seguramente privilegiarán al análisis, a la estadística y a ensalzar los éxitos de quienes triunfen en las competencias sin el chauvinismo y el patrioterismo barato de las televisoras. En otras palabras: en esta ocasión no tendremos las coberturas bulliciosas, escandalosas y salpicadas de vergonzosos comediantes que nada tenían que hacer en los juegos. Todo indica que tendremos muchas opciones de calidad para ver lo que suceda a partir del cinco de agosto en la capital cultural del Brasil.
2016 ha sido un año en extremo complejo para la humanidad. Río 2016 representa una increíble oportunidad para que el mundo entero se regocije en lo mejor que tiene, en lo maravilloso del deporte, en lo maravilloso de un país con una cultura tan amplia y exquisita como lo es Brasil. Ojalá y valoremos la oportunidad que tendremos ante nosotros en los próximos días, ojalá y los Juegos Olímpicos nos hagan por dos semanas mirar al mundo y a sus habitantes con otros ojos, ojalá y Río 2016 represente un golpe de timón en este atribulado año y nos abra la puerta a días mejores.
Ojalá…