“El Arte es disfrute”. André Derain.
Cuando juega España el terreno de juego parece un lienzo sobre el que se trazan pinceladas de vastos y amplios colores. El balón corre por el césped dibujando complicadas formas a lo largo y ancho de la cancha. Los jugadores españoles se mueven con una coordinación impecable, su coreografía responde a un conocimiento previo, a años de danzar juntos una misma obra a la que han denominado el “Tiki-Taka” y que les hace funcionar como un conjunto único, vertiginoso, estético e inigualable. El estilo de España se ha transformado con el paso de los años. Atrás han quedado los años de la “Furia Roja”, aquel equipo que suplía sus carencias técnicas con una entrega y un empuje que los hacía competir pero nunca ganar.
Ahora son un equipo más serio, más competitivo, porque si bien siguen manteniendo ese espíritu de lucha, lo han complementado con técnica lo que convierte a la Selección Española en uno de los conjuntos que mejor práctica el fútbol en todos los sentidos. Para lograr ese nivel de excelencia España ha necesitado de todo un proceso, en el que ha sido determinante un club: El FC Barcelona. Algo que quizá sea paradójico porque muchos ven en el Barcelona a un equipo que poco tiene que ver con el conjunto de escuadras que integran a la Liga e incluso con la nación española. Pero si hay un conjunto que en España entendió antes que nadie que el fútbol bonito también gana partidos ese fue el Barça y por años cultivaron una cantera que explotó y trabajó, ante todo, el talento de aquellos que llegaban a La Masía a formarse en el club blaugrana.
De sus filas surgieron los primeros estetas españoles que tendrían su momento cumbre en el Mundial del 2010 y que han logrado contagiar a toda una generación de futbolistas ibéricos de esa forma de jugar y de entender al fútbol. Pero para ello también han sido determinantes los directores técnicos que potenciaron ese juego bonito: desde Cruyff, hasta Pep Guardiola y aquellos que supieron capitalizarlo en la selección como Luis Aragonés, Vicente del Bosque y en los últimos años Julen Lopetegui. Ellos leyeron muy bien la partitura sobre la que sus jugadores componían una hermosa melodía y la orquestaron, le dieron forma y la han llegado a convertir en una irrepetible e inigualable sinfonía.
Pero toda obra tiene un acto en el que aparece un giro en la trama que dispara la acción hacia un sentido diferente. Y quien diría que después de calificar con un récord perfecto España se iba a encontrar con uno de esos villanos que surgen de entre las sombras para empañar la historia. Uno de esos villanos envuelto en un manto blanco, el cual esconde perfectamente sus malévolas intenciones, alguien que aparece para descarrilar la historia y empujar a los héroes hacía el borde de un barranco simplemente porque así conviene a sus intereses.
Ese villano se llama Florentino Pérez y pertenece a una estirpe diferente, a esa que busca ganar a toda costa aún prescindiendo de toda ética, y del juego bonito sobre la cancha. Florentino necesitaba un director para su propia filarmónica llamada Real Madrid y sin pudor alguno negoció con quien llevaba la batuta de la orquesta española. Así que se escondió tras bambalinas y buscó a Lopetegui para llevarlo a su propio reparto, en secreto, con el poder seductor que tiene ante todo el dinero. Y Lopetegui cayó en las redes del Bernabéu lo que dejó a la orquesta futbolística española sin el director que le iba a ayudar a interpretar su música en la tierra de Tchaikovsky.
España tuvo que llamar entonces al director suplente. Un tal Fernando Hierro que iba a hacer su debut en la mejor sala de conciertos del mundo sin haber estado nunca al frente de una sinfónica futbolística de tal magnitud. Era la presentación de España en el Mundial Rusia ante la fortuita campeona de Europa: la Selección de Portugal. Las dudas eran demasiadas y se acentuaron cuando apenas levantado el telón un dudoso penal en contra provocaba un gol a favor de Portugal. Eran las notas discordantes provocadas por un futbolista que representa la antítesis de lo natural en el arte y que sustenta el suyo en la imitación, en lo artificioso que es en muchas ocasiones el producto del arduo trabajo: Cristiano Ronaldo.
Parecía que terminaría imponiéndose el juego duro, el que antepone a la fuerza atlética al más puro de los talentos. Pero entonces los españoles se acordaron de lo que mejor saben hacer y decidieron ponerlo en práctica. Comenzaron su danza fantástica, comenzaron a llevar la pelota de un lado a otro, hilando una serie de pases, de toques precisos. Los portugueses se convirtieron en esos danzantes desesperados que corren como locos detrás de un balón que pasa por entre las educadas piernas españolas con tal sutileza que desaparece de la vista del rival, al grado que luego de tres auténticos poemas habían logrado darle la vuelta al marcador.
Al final, un tiro imposible terminó por emparejar los cartones en un partido que será, sin duda alguna, uno de los más recordados cuando se hable de la historia de Rusia 2018. Los reflectores se irán tras los tres goles de Ronaldo, pero lo que ha hecho España es simplemente fantástico pues ¿qué otra selección del mundo puede quedarse sin técnico a dos días de su primer partido mundialista, competir, dominar la mayor parte del partido y permanecer fiel a su estilo, a su música sobre la cancha? La respuesta: sólo España.
Si antes de la noche de Sochi había dudas sobre si la Roja podría mantener su condición de favorito al título, éstas han quedado despejadas. El “Tiki Taka” sigue siendo una música avasallante, hermosa, capaz de improvisar jugadas magistrales como la que terminó en el gol de Nacho. André Derain decía que el arte es disfrute. Los que conocen y aprecian al fútbol tienen que alegrarse de que los artistas del soccer español están listos para pelear por el mundial. España ha estado fabulosa. Ojalá, como muchos esperan, puedan encontrarse con sus contrapartes sudamericanos en la fase de cuartos de final. Que la samba y la zarzuela se escuchen en las canchas rusas para el disfrute de todos aquellos que apreciamos al fútbol cuando es capaz de crear su propia y maravillosa estética.