El Cuarteto Internacional de Cuerdas de Yucatán ofrece recital en la hacienda
El jueves 25 de mayo de 2017 la música brilló nuevamente en la Hacienda Santa Cruz Palomeque. Se trataba de un repertorio exquisito conformado con tres inspiraciones presentadas cronológicamente para mayor deleite y comprensión. Los pilares más grandes fueron obras de Joseph Haydn y Bedrich Smetana, seguidos de un cuasi encore de Percy Grainger. La alineación del International String Quartet of Yucatan, siguió bajo la dirección de Nikolay Dimitrov en la viola, el chelo de Nadia Golubeva y en los violines Timothy Myall y Christopher Collins Lee, todos excelentes en sus respectivos arcos y fastuosos articulando un mismo lenguaje como cuarteto de cuerdas.
De mutuo acuerdo, sincronizaron la respiración para iniciar la pieza número 1 en Sol mayor, del opus 76 de Haydn, que esbozó lo magnífico de la velada. Desde la sonoridad de su acorde inicial, todo en el ambiente quedó inmóvil para no perder detalle de cuanto exhibe el tejido de tantas ideas musicales. Sus cuatro movimientos “Allegro con espíritu”, “Adagio sostenido”, “Minueto” y “Final alegre pero no demasiado” únicamente demostraron las cúspides de su compositor, alcanzadas por una madurez que ya compartía con Mozart y Beethoven, convertidos en los puntos álgidos del periodo clásico.
Lo acostumbrado, es que cada movimiento en su conjunto sea posible compararlo a los episodios de un libro. Pero en este caso, la obra se parece más a un óleo, con todos sus claroscuros y todas sus coloraciones, dada la profunda integración en cada una de sus partes. El resultado es de una emotividad máxima y sublime, indudablemente por el virtuosismo del ISQY, pero además por el virtuosismo compositor del iluminado austriaco. Cada minuto hay que respirar acompasados a lo surgido de aquellos cuatro involucrados, alcanzando un inexplicable hito en el momento del “Adagio sostenido”.
No obstante el – inmerecidamente – reducido público, la ovación fue nutrida y franca. Tras los aplausos llegó la obra “De mi vida” en Mi menor de Bedrich Smetana. La diferente secuencia de los cuatro movimientos situaba al lento, un “Largo sostenido”, en tercer lugar. Los primeros fueron dos Allegros, vivo apasionado y moderado a la manera de polka, respectivamente, seguidos de un Vivaz y final rápido el colofón, por cierto, de muy gracioso contenido. Smetana es un compositor que suele escribir casi como describiendo a un río. Se puede respirar un aroma nacionalista, porque está impregnado en toda su obra, pero lo caudaloso de sus allegros y los remansos de lirismo y de paz de sus movimientos más lentos, sitúan a sus obras como algo que se aventura hacia un estado emocional luminoso, apasionado.
Sus recursos técnicos no implican simpleza en lo absoluto y sin embargo, calan profundo con la sublime fogosidad que pueden contener. Es como una fuerza que envuelve, que sostiene, que fluye. Exactamente como se mueven las aguas de un río. En esta ocasión, la norma se sostuvo en un matizado sonoro intenso, fuerte, inclusive en aquellas frases creadas de notas dulces, había una vibración especial, una cualidad que dibujaba silencios y sobresaltos insospechados, parte del legado atesorado en sus historias.
La noche de mayo, cálida en sí, había quedado sellada por las obras elegidas e interpretadas por el ISQY. No obstante quedaba, según lo bosquejado, lugar para más música. Un tema – Molly En La Playa – de Percy Grainger, compositor australiano de raíces inglesas, fusionó el talante de las danzas irlandesas en un ambiente de libertades rítmicas. Las resultas de feliz modernidad, pues fue compuesta en 1907, se fueron sucediendo con un aura vertiginosa, tendientes a obsequiar diálogos sorpresivos, como sorpresivos fueron, guardando las proporciones, los compositores previos.
Cada aplauso, tras la gratificante presentación, fue agradecimiento jubiloso de un público que debió ser considerablemente más nutrido. Con toda certeza, a la sincera ovación se suma la propia de los maestros Myall, Collins Lee, Golubeva y Dimitrov por el prodigio escondido en tan lejanas partituras de tan lejanos genios. ¡Bravo!
Que hermosa velada nos describe! Con esa manera de escribir definitivamente uno hubiese deseado estar ahí e imaginarse tan majestuoso río…
Gracias !!