“El tango del planeta rojo”, de Armando Saldaña Salinas

"El tango del planeta rojo" es el más reciente libro del escritor mexicano Armando Saldaña Salinas. Por ello, aquí te presentamos el prólogo de esta novela de fantasía y ciencia ficción, que nos introduce a ese punto rojo llamado Marte, ese mundo misterioso y lleno de historias...

PRÓLOGO

Bismillahi rahmani rahim.

La esfera adobe que era Marte ocupaba toda la ventana del puente. Aproximándose por el hemisferio obscuro los colores parecían muertos. Un mundo de óxido de hierro.

Loyola volteó a ver al capitán de reojo, pero no dijo nada. Atrás de ambos, el Imam afirmó con la cabeza en silencio.

—Las palabras que abren el Corán son apropiadas al iniciar cualquier gran acción, señor Loyola —explicó el Imam—. Desde un viaje hasta una relación amorosa. Toda gran empresa.

—En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso —tradujo el capitán del árabe litúrgico.

Para comprar el libro, haz click en la portada.

Por unos instantes Loyola quitó la mirada de los instrumentos para admirar el perfil de Cupido del capitán. Con toda seguridad era el hombre más atractivo que jamás había conocido y era en esos momentos, cuando su mente brillante estaba consumida por sueños y visiones que nadie más podía ver, que le parecía más hermoso. Ni siquiera cuando dormía se veía tan bien. Era demasiado cuidadoso y uno creería que ni entonces bajaba la guardia.

El capitán notó su atención y regresó su escrutinio con la más estudiada indiferencia. Loyola sonrió. Por supuesto, el capitán nunca revelaría nada delante del Imam. Loyola sintió un impulso perverso de agarrar al capitán por la nuca y besarlo en la boca, como de vuelta en la Tierra, y dejar que sus lenguas se acariciaran frente a los sorprendidos ojos del Imam. O por lo menos tocar su cara, dejar que el dorso de su mano acariciara su mejilla sin rasurar.

Habían sido seis meses muy solitarios a bordo de la Anor Aniyamsam

El sol apareció entonces, levantándose detrás del horizonte reducido; el primer amanecer marciano del Hombre. En menos de ocho horas, al final de su órbita elíptica alrededor del planeta rojo, les tocaría encarar el segundo amanecer de la humanidad en Marte.

La superficie, mientras tanto, había despertado. Enormes desiertos color azafrán se deslizaban bajo su órbita, interrumpidos tan solo por las ocasionales manchas de albedo.

Satyavratam satyaparam trisatyam —pronunció el Imam, que en los meses encerrado con Loyola y el capitán había resultado también muy dado a rezar a Krishna si creía que la ocasión lo ameritaba y sin importarle si molestaba a sus compañeros.

El capitán maniobró la pequeña nave hasta que alcanzaron una altura de quinientos kilómetros sobre la superficie. A ese nivel la luz reflejada del sol sobre el planeta rojo eclipsaba a las estrellas y la noche sobre sus cabezas era un manto de alabastro sin adornos. Loyola aspiró profundamente y soltó la respiración con lentitud, recordando el pranayama. Se relajó e intentó dejar que lo extraño del paisaje, por completo alieno a la experiencia humana de los últimos tres millones de años, lo envolviera. Siempre había creído que el espacio exterior era ideal para alcanzar el Samadhi. Loyola revisó sus instrumentos para buscar la localización de Fobos. La pequeña luna corría alrededor de Marte por debajo del radio de una órbita sincrónica, lo que provocaba que no se pudiera ver a estas latitudes tan altas.

Otros libros del autor pueden conseguirse en Amazon.

—Cambio el curso hacia el Valles Marineris —dijo el capitán.

—Entendido, cambiando el curso —repitió Loyola, olvidándose de frivolidades.

Al acercarse al ecuador de Marte apareció una patata gigante sobre el horizonte. Fobos en persona venía a darles la bienvenida a mitad de su carrera loca. El capitán sonrió pero el Imam ni siquiera lo notó, toda su atención fija en la grieta bajo ellos. La enorme fisura era en realidad todo un complicado sistema de cañones que se extendía a lo largo de casi un cuarto de Marte. Una cicatriz planetaria.

—Aquí es donde volvemos a iniciar —dijo el Imam con una enorme sonrisa propia.

—Una falla tectónica para un nuevo comienzo —dijo Loyola—. No se me ocurren mejores cimientos.

—Somos parte de la historia, caballeros —dijo el capitán—. Hoy es el Día Uno del Marte humano. Este amanecer frente a nuestros ojos es casi simbólico. A partir de hoy dejamos nuestro pasado atrás, donde pertenece. A partir de hoy tenemos una segunda oportunidad. Seamos cuidadosos. Asegurémonos de no repetir los mismos errores que hemos cometido a lo largo de nuestra estadía en la Tierra.

Loyola sonrió, pero no pudo evitar abrir la boca.

—¿De verdad crees eso? —preguntó—. ¿Piensas que el Hombre ya no va a cometer las mismas tonterías que ha hecho desde el principio de los tiempos solo porque ahora viviremos en otro mundo? ¿Crees que Marte va a ser una utopía?

El capitán Wilder clavó sus ojos en los suyos.

—Por supuesto que no. ¿Pero qué otra cosa voy a decir en este momento?

— Bismillahi rahmani rahim —repitió el Imam.

Compartir artículo:
Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *