Estos versos forman parte del poemario “Una extraña música” (Sombrario Ediciones, 2018).
Se puede habitar en el lenguaje
en su articulación de música boscosa
en los cuadernos borrados por la lluvia.
Se puede mudar la casa.
Se puede abandonar lo que abandona
como se mudan las pieles por el tiempo
el desgaste y la caída.
Sea la música ante todo:
la belleza también es pasajera.
***
Zamenhof dispuso alguna vez la calma de los mares
la poética y tímida quietud de los que viven
para observar la nieve.
Tu nombre es caminar
las calles de un país incierto
velado por la guerra
y la terrible muerte de los niños
que alguna vez –y lo recuerdas–
lamentaste.
Zamenhof creció irremediablemente.
Lo dicen los números, la estadística:
17,000 contenedores con su sangre
150,000 como una prueba del fracaso
como una prueba
del imborrable poder del abandono.
***
Esperanto:
palabra en cuyo crecimiento amanece
en cuya forma se reúne lo inasible
lo que se murmura al oído del que sueña.
Justo ahí las palabras
en la cima de la torre
en su imaginario centro
en que los niños juegan
a no caer de bruces en la realidad.
Hacer el amor repetidas veces sobre el mundo.
Hacerle el amor al mundo sin consideraciones.
Lo que sé de ti
es lo que sé de la esperanza
del estar atento y escondido entre la página
aguardando la hora de recomenzar
:
la sintonía exacta de tu sangre.