La esperanza bajo los escombros: Breviario sobre el temblor

Una reseña del libro de Enzia Verduchi sobre el sismo del 19/09/2017.*

¿Cuál es el interés de “Los segundos y los días. Breviario sobre el temblor”, para los habitantes de las zonas que no fueron afectadas por el histórico terremoto? No sé qué decirles. Me quedo en silencio mientras mi mente evoca ese fatídico día, cuando por las noticias me enteré del desastre sísmico del 19 de septiembre de 2017, cuando miré por la televisión videos de tantas colonias y edificios emblemáticos de una ciudad tan amada por algunos y tan odiada por otros.

Por respuesta, una avalancha de pensamientos se sobrepuso a las imágenes: “En aquella calle fui a una fiesta. En aquella otra solía pasar camino al trabajo. En esa colonia vive en un amigo, en aquella otra rentaba una amiga. Esa delegación fue mi hogar por varios años, en esa otra compraba libros y discos. No lo puedo creer, apenas hace un mes estuve ahí. De la que me salvé…” Pero luego vinieron las preguntas: “¿Y los otros? ¿Y los demás cómo están? ¿Estará bien tanta gente querida por mí? ¿qué puedo hacer para ayudar?”.

La rabia y la tristeza que sentí se confundieron en una marejada de sentimientos incontrolables, que no dudo tanta gente haya compartido conmigo: ¿Debo tomar un vuelo para ir ayudar o soy más útil desde aquí? Afortunadamente, poco tiempo pasó antes de que pudiera comunicarme con mi banda chilanga: “no vengas, es increíble la respuesta de la gente, hacen filas por horas con tal de poder ayudar. A muchos de nosotros nos mandaron de regreso a nuestras casas ante la excepcional respuesta de los voluntarios”. Por suerte, no perdí a nadie ese día, todos estaban bien; algunos escaparon segundos antes de que sus oficinas se colapsaran. Otros, frente al tamaño del espanto, tomaron autobuses y coparon las aerolíneas para salir huyendo de la otrora ciudad de los palacios en lo que todo se restablecía. Pero esta no es su historia ni la mía, esta es la historia de los que desaparecieron, este es el testimonio de los que se quedaron…

Como lo dice su título, la publicación de Ficticia Editorial es una recopilación de posteos en las redes sociales, donde su autora, Enzia Verduchi, a manera de crónica minuto a minuto, compendia los esfuerzos ciudadanos realizados durante la crisis originada por el temblor de 7.1 grados que asoló la ciudad de México el martes 19 de septiembre de 2017. También se brindan testimonios de escritores como Braulio Peralta, Iván Farías, Antonio Calera-Grobet y Myriam Moscona (quien al igual que el escritor yucateco Agustín Monsreal, perdió todo aquel día), entre tantos otros.

La poeta y editora da cuenta de la impotencia que muchos sentimos ante el desastre, pero también de la rápida movilización de la sociedad civil frente a la lenta reacción gubernamental, misma que se organizó de manera virtual ya sea para acarrear escombros, donar víveres, prestar herramientas y vehículos, preparar alimentos y, sobre todo, coordinar la siempre caótica capital de este país. Ella y otros tantos, se volcaron sobre sus ordenadores y dispositivos móviles para repetir y confirmar los llamados de ayuda que se sucedían uno tras otro desde las colonias más afectadas de la urbe e, incluso, de estados como Oaxaca, Chiapas, Puebla y Morelos.

Leer las palabras emitidas desde la zona de desastre nos hace revivir esos momentos de angustia y zozobra, en el que muchos nos preguntábamos si nuestra gente habría salido airosa del sismo que provocó el derrumbamiento de tantos edificios que, bajo sus escombros, pretendían sepultar la esperanza de una nación entera. En los comunicados todavía se trasluce la buena voluntad, la empatía y el sentido de unión que brindó fuerzas a un país que se sabía acéfalo, carente del liderazgo presidencial de Peña Nieto. Un país que se creció ante una situación adversa gracias a los miles de manos de sus ciudadanos y a las “benditas redes sociales”, pues como dijo Carlos Monsiváis refiriéndose al terremoto del ´85: “Democracia puede ser también la importancia súbita de cada persona”.

Hay ejemplos de candidez y nobleza extrema: está el de Iván Jiménez, que pedía desde la Narvarte que mandaran ropa limpia en buen estado, acotando “manden cosas que sirvan, neta, ahorita no nos sirven sus vestidos de novia”; otro, desde la Condesa, apeló a la picardía mexicana: “Toca cargar tráiler que se va a Oaxaca y son diez toneladas. S.O.S. ¡¡Vengan, vengan!! Ponemos las chelas después”. O como aquellos que desde su humilde trinchera hicieron lo posible por contribuir a la causa: aquel @mr.roma-tattoo, que ofreció tatuajes pequeños a cambio de víveres para las personas afectadas, siempre y cuando fueran alimentos embolsados de una cantidad no menor o equivalente a 150 pesos. Un poco de tinta subcutánea a cambio de generosidad humana…

No faltaron los gritos y las exclamaciones desesperadas, como aquellos del 20 de septiembre emitidos desde la Col. Lindavista, justo un día después del epicentro expansivo: ¡Urgente! ¡Están vivos! […] ¡¡Siguen vivos bajo los escombros!! ¡¡Se tiene contacto con ellos!! El ejército está ahí pero no hacen nada porque no tienen el conocimiento para poder actuar, necesitamos gente especialista como los Topos. ¡¡Por favor, difundan!!

También en la lectura de estos textos necesariamente fragmentarios, se percibe la desconfianza en las instituciones, en su mayoría inoperantes e incapaces ante la magnitud del reto, así como el temor a la rapacidad que caracteriza a no pocos mexicanos ante la oportunidad de lucrar a costa de la desgracia. Tal fue el caso del narrador norteño Antonio Ortuño, quien nos recordó que antes de donar rayáramos el código de barras y escribiéramos con un plumón “Ayuda por el sismo” para evitar el mal uso de lo donado.

O como advirtió @Patricia Ivinson: “Amigos, me dice el fotógrafo Lázaro Sandoval, desde Jiutepec, Morelos, que tengan mucho cuidado al llevar ayuda y víveres, ya que hay bandas disfrazadas de protección civil (hasta con cascos y chalecos) que se roban todo. Descargan las cosas de los coches y se las llevan. Es preferible entregar todo directamente a las personas afectadas o por medio de contactos confiables”. Según se trasluce en la diversidad de textos, para la gente era importante desmarcarse de las acciones del gobierno, pues en varios de los posteos se enfatizan y se repiten frases como “Ojalá puedan cooperar y pasar la voz. Es un esfuerzo del pueblo para el pueblo sin pasar por las instituciones” o del tipo “¡Las comunidades más vulnerables nos necesitan! Iniciativa 100% ciudadana”.

Haciendo honor a la verdad y en un hecho inédito -al menos en tiempos recientes-, es de destacar que también la iniciativa privada se sumó a los rescates. A pesar de sus claras tendencias neoliberales, grandes empresas como Telmex y Telcel abrieron sus líneas telefónicas e inalámbricas para que cualquier persona que pudiera estar atrapada bajo los escombros pudiera comunicarse. También la plataforma transnacional de hospedaje, AirBnB, hizo lo suyo: casi a la medianoche del 19 de septiembre, inició su programa OpenHomes, para que la gente que usualmente renta espacios en su casa o departamento, los pusiera de manera gratuita a disposición de los damnificados o equipos de rescate que se encontrara en los alrededores. Pronto la iniciativa se extendió de CDMX a Puebla y Morelos.

Asimismo, en una sección del libro, se pone en evidencia la falta de ética de ciertos medios de comunicación; ¿recuerdan el chasco de la niña Frida Sofía? El circo mediático elaborado por Telerisa y muchos portales, canales y periódicos que se subieron al tren de la desinformación, en especial en lo concerniente al rescate de los niños sobrevivientes del colegio Rébsamen, uno de los episodios que más conmovió a la nación y que, por lo mismo, fue presa fácil del amarillismo y de la voracidad de tantos reporteros ya no oportunos, sino oportunistas que iban en detrimento del oficio. Por ello, no es casualidad que surgieran hashtags como #verificadomx #informacionverificada, etc.

Con todo, el libro es una instantánea indeleble de lo que ocurrió por aquellos días, pues acierta en mostrar el crisol de perspectivas y el espíritu de una colectividad que de forma masiva logró sortear con éxito la primigenia lucha del ser humano contra las vicisitudes de la naturaleza. La autora Enzia Verduchi evita editorializar, da un paso atrás y deja que la legión de voces se agolpen página tras página, ofreciendo un fresco social al tiempo que proporciona un documento invaluable para las generaciones futuras, quedando claro que sin memoria no puede haber reflexión.

Quizá por ello, o porque todos sentimos algo parecido, o simplemente porque compartimos su pensar haciendo nuestra su voz, cito este fragmento del testimonio de Béla Braun hecho el 25 de septiembre, una semana después de los sucesos: “Si antes pensé que no había esperanza para este país, ahora me retracto: en cada uno de esos hombres y mujeres que están dispuestos a morir entre las ruinas de un edificio de oficinas con tal de salvar a un extraño, ahí, en esos corazones está nuestra esperanza. Sigamos luchando, no sólo por salvar a los que agonizan entre los escombros, sino para reconstruir este país. ¡Viva México, cabrones!”

*Texto leído durante la presentación en el Centro Cultural José Martí (Mérida, Yucatán) el 14 de marzo de 2019.

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