La miniserie documental está disponible en Netflix.
Un hombre afroamericano le habla a una multitud. Teme por su vida, pues apenas una semana antes él y su familia fueron víctimas de un atentado con bombas molotov que destruyeron su hogar mientras su esposa y sus cuatro hijas dormían. Pero esos pensamientos no lo dominan y se centra en su discurso, hasta que se ve interrumpido por una trifulca en los asientos de atrás del auditorio: “¡Negro!, quita las manos de mi bolsillo”, grita un hombre. La mayoría se distrae con el forcejeo, pero no todos. Cuatro hombres acribillan al orador detrás del presídium; le disparan dieciséis veces.
Era el 21 de febrero de 1965, en el Audubon Ballroom de Manhattan, cuando Malcolm X fue asesinado en una reunión de la Organización de la Unidad Afroamericana. Con una escopeta recortada, una Luger y un revólver 45 los cinco asesinos se dan a la fuga, pero uno de ellos es atrapado y casi linchado por la gente hasta que es puesto a la disposición de las autoridades. Su nombre es Talmadge Hayer.
En febrero de 2020 se estrenó en Netflix la miniserie documental “¿Quién mató a Malcolm X?”, la cual en seis trepidantes capítulos presenta al historiador aficionado Abdur-Rahman Muhammad, a quien sigue en su proceso de investigación de un caso judicial que pese a cientos de irregularidades había permanecido como cerrado hasta la fecha. 55 años después, los chivos expiatorios Thomas Johnson y Benjamin Butler, aunque fueron liberados después de permanecer en prisión por dos décadas, continúan sin ser exonerados, a pesar de que el único criminal confeso, Hayer, manifestó que no fueron parte de la conspiración.
Capítulo tras capítulo vamos descubriendo que tanto la policía de Nueva York como el FBI tenían informantes infiltrados en las filas del movimiento, pero ninguno fue llamado a a dar testimonio. Fotos inéditas y evidencias nunca antes vistas son reveladas al público que, con asombro, somos testigos del poco interés de las autoridades y del deliberado encubrimiento que la propia sociedad afroamericana relacionada con el islam tuvo incluso sabiendo desde hace medio siglo el nombre de uno de los principales sospechosos: William Bradley (quien más tarde cambió su nombre a Al-Mustafa Shabazz).
Sus cómplices -también nombrados en su momento por Hayer- fueron Wilbur McKinley, Benjamin Thomas y Leon David, los cuales nunca fueron investigados ni procesados por uno de los crímenes que, al igual que el de Kennedy y Marthin Luther King, conmocionaron a Norteamérica y al resto del mundo.
Estos y otros hechos presentados provocan indignación e intriga ante la falta de justicia histórica, pero también han dado como resultado que la investigación judicial sobre el caso se reabra para brindarle paz a todos los involucrados, tanto a los chivos expiatorios como a la familia del difunto mártir de los derechos civiles. Una cuidada narrativa y un guion estructurado para provocar suspenso al ir dosificando la información actual junto con material de archivo, nos dejan una serie de no ficción sólo apta para gente que busca entretenimiento de calidad y un mayor entendimiento del presente.