Neil Young vs. Joe Rogan: la batalla en Spotify

En su columna, David Moreno comenta la reciente batalla del legendario rockero Neil Young contra Spotify, pidiendo que retiren su música si prefieren darle espacio al podcast de antivacunas Joe Rogan. Otros músicos ya se han sumado a la protesta...

Seamos sinceros: Neil Young nunca tuvo una oportunidad en su cruzada contra la desinformación generada por Joe Rogan a través de Spotify. Y creo que Young estaba plenamente consciente de lo anterior, que sabía que se trataba de una causa perdida. Sin embargo, existen batallas a las que hay que asistir -aunque se llegue a ellas sin posibilidad de triunfo- y un rockero curtido en el compromiso social no iba a renunciar ser partícipe de una de ellas. Ya sólo por eso habría que colgarle una estrella más al músico canadiense. Pero antes, generemos un poco de contexto…

Hace unas semanas, el veterano compositor lanzó una advertencia a la popular plataforma de streaming musical: iba a retirar toda su música del catálogo de Spotify si la empresa mantenía el Podcast de Joe Rogan. ¿Joe quién?, bueno aquí tenemos uno de los meollos del asunto. Si al leer lo anterior te has hecho esa pregunta es muy probable que no seas necesariamente parte del público por el que va Spotify. Pero vamos, que eso es válido. Es más –querido lector o lectora-  si en realidad no tienes mucha idea de quien es el tal Rogan quizá también a ti te tengamos que poner una medalla. Porque tan solo en ese país tan intelectual que es Estados Unidos unas 100 millones de personas siguen a este personaje a través de su podcast.

Vamos a repetirlo: 100 millones de seres humanos se descargan cada episodio en el que Rogan, con su muy peculiar sentido del humor, se suma a esa corriente de pensamiento que está recorriendo occidente con suma velocidad: el libertarismo de extrema derecha, es decir esas ideas que motivan a un grupo de individuos a tomar el capitolio de los Estados Unidos, otro día a participar en una marcha en contra de las vacunas en Canadá y uno más a enfrentarse a la policía en Bélgica porque quieren entrar a beber cualquier cantidad de cerveza sin tener que presentar un documento que certifique su inoculación contra el Covid-19.

Quienes actúan al interior de esos grupos prácticamente ponen el grito al cielo –y los rifles en Montana– si sienten el que el Estado interviene en la vida pública, lo que para ellos significa un atentado en contra de su libertad. Son grupos que seguramente quemarían efigies de Immanuel Kant (si supieran quién es), pues hace ya algunos años sentenció una máxima que debería aplicarse en toda sociedad: “El Derecho es el conjunto de condiciones que permite a la libertad de cada uno acomodarse a la libertad de todos”. Y eso es lo que han intentado muchos de los gobiernos con la vacunación y las acciones contra el coronavirus: implementar medidas que piensan en lo colectivo por sobre lo individual, pues de eso se trata el bien común.

Pero tratemos de no desviarnos tanto con cuestiones filosóficas y regresemos a lo nuestro. El asunto es que Joe Rogan tiene un público cautivo y que va en crecimiento (lamentablemente) y en cierta forma se ha convertido en un estandarte mediático que da voz a todos aquellos que claman libertad desde la más profunda ignorancia. Rogan articula todas esas teorías conspirativas que pululan por la red y las disfraza con matices libertarios. No tiene ningún empacho en invitar a sus micrófonos a pseudocientíficos que esgrimen complejos arrebatos argumentativos contra las vacunas Covid, los cuales caen en un terreno fértil conformado por personas que han moldeado su criterio a través de mirar cientos de videos de You Tube.

Lo cual es válido, pues cada quien es libre de (des)informarse a través del medio que elija, pero, sobre todo, en cuestiones relacionadas con la ciencia y la salud la información tiene que venir de fuentes especializadas que poco tienen que ver con el influencer al cual se sigue. Y si algo nos han enseñado los grandes corporativos de distribución de contenidos a través de internet, es que el rigor y la verificación son prácticas alejadas de sus líneas editoriales (por llamarles de alguna manera), ya que suelen mirar hacia otro lado cuando a través de sus canales se generan contenidos como los de Rogan -una mirada que casi se traduce en ceguera-, si además un podcast como el del conductor está generando una buena cantidad de ingresos monetarios.

Y es ahí, donde viene la pregunta esencial: ¿Y quién es Neil Young? ¿Quién es ese cantante que pertenece a una generación en la que la música exitosa no estaba reñida con los compromisos sociales, con la libertad (que nada tiene que ver con el libertarismo) y con causas que ennoblecen al ser humano? ¿Cómo se atreve a levantar la voz cuando pertenece a una generación que se quedó en los terrenos de las utopías y que poco entiende de esta nueva “revolución” cibernética en la que lo fugaz y lo superficial es lo más aceptado y exitoso?

En esos términos, en estos momentos, Neil Young no es nadie. Es un hombre que, a pesar de sus millones de discos vendidos, de su enorme influencia en la música, poco tiene que hacer ante un fenómeno como Joe Rogan. Algo que, me parece, Neil Young sabe y entiende y de ahí su posición ante Spotify. La única manera de generar un ruido mediático y de lograr que su voz fuera nuevamente escuchada era la de adoptar públicamente la posición que tomó: o Rogan o Yo, sabedor de que la plataforma no iba a dejar un prominente negocio por un cantante y compositor al que solo buscan unos cuantos miles en un medio dominado por millones que siguen al Bad Bunny en turno.

La posición de Young, a la que se sumó después la gran Joni Mitchell quien también retiró toda su música de Spotify, es ante todo simbólica y los simbolismos suelen tener mucha fuerza. Lo que ha logrado es exhibir al corporativo como un propagador de información falsa en torno a las vacunas contra el Covid y a Rogan, a sus invitados y a todos sus oyentes, como unos papanatas más preocupados por sus propias alucinaciones mentales que por alcanzar una salida común y sustentada en la ciencia a la terrible pandemia que nos ha azotado desde hace ya dos años.

Por último, y a manera de apéndice y autocrítica: No creo en la cultura de la cancelación y mucho menos en la censura. Creo que Rogan –mientras no haga un llamado a la violencia– tiene todo el derecho a vomitar tonterías a través de un micrófono amparado por la libertad de expresión. Pero también Young, los científicos, periodistas y muchos de nosotros podemos utilizar ese mismo derecho para replicar a sus tonterías.

El problema es que a quienes estamos del lado del progreso, de la ciencia, de la razón y del bien común, nos ha faltado el talento y la decisión para generar contrapesos en términos informativos para crear contenidos que, aprovechando la tecnología, puedan ser exitosos y competir en el mismo terreno que hoy está dominado por personas que difunden ideas retrógradas, peligrosas e individualistas. Tal vez gente curtida en las luchas de otros tiempos como Neil Young y Joni Mitchell nos están abriendo, de nuevo, las puertas a un camino que tenemos que transitar si no queremos que el futuro esté lleno de las ideas sin sentido que hoy promueven personas como el tal Joe Rogan.

Nota bene: al día de la publicación de este artículo, los músicos Crosby, Stills y Nash se han unido a la protesta de su ex compañero, pidiendo remover si música de Spotify, sumando a otras estrellas en el proceso:  https://www.20minutos.es/noticia/4950915/0/crosby-stills-y-nash-se-unen-a-su-excompanero-neil-young-y-a-joni-mitchell-y-retiraran-su-musica-de-spotify/

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