Metal Lords, una comedia sólo apta para rockeros

En su columna, David Moreno reseña Metal Lords, una comedia inteligente que se vale de los clichés musicales para satirizar la cultura de los metaleros. Se encuentra disponible en Netflix...

Antes de leer este artículo permítame plantearle algunas preguntas: ¿qué es lo que usted sabe sobre el Heavy Metal?, ¿qué es lo primero que se le viene a la mente cuando alguien menciona el concepto “Rock Pesado”?, ¿Música o lo que usted considera como un ruido estridente que mueve las cabezas de un grupo de personas con el cabello largo?. Tal vez usted a imagine a un tipo con la cara pintada como un vampiro escupiendo sangre desde la lengua, a otro mordiendo a un vampiro y a uno más dedicándole todo un concierto a Satán.

Bueno si usted piensa en todo lo anterior cuando alguien le menciona el término Heavy Metal, es muy probable que tenga razón. El Heavy Metal es una expresión contracultural que ha generado una mitología propia a su alrededor, una mitología que ha derivado en ciertos clichés que contra lo que pudiera pensarse provocan que ésta se mantenga vigente. Eso también genera que los seguidores del Metal se mantengan radicalmente fieles a la música que escuchan, es muy complicado que alguien que se ha perdido en el rock pesado pueda abrirse a otros géneros musicales. Para ellos el Metal se convierte en lo único, en una forma de entender no solamente a la música sino también en muchos aspectos a la vida misma. En Metal Lords el director Peter Sollet (quien nos regaló la entrañable Nick and Norah Infinite’s Playlist) y el guionista D.B. Weiss (quien tiene en su haber un pequeño programa llamado Game of Thrones) van a retomar todo aquello que gira alrededor del Metal para presentar una historia de autodescubrimiento, de crecimiento, de comenzar a entender cual puede ser tu lugar en el mundo.

Hunter Sylvester (Adrien Greensmith) es un adolescente cuya vida gira en torno al metal. Su habitación está llena de parafernalia metalera, se viste diariamente con la ropa que utilizan sus ídolos en el escenario y toca la guitarra con gran capacidad sacando de ella los riffs más pesados. Mantiene una actitud ermitaña y desprecia a todo que no escuche y que no entienda al rock pesado. Su actitud es a veces apostólica pues predica sin mucho éxito el evangelio del rock a quien esté dispuesto a escucharlo. Su mejor amigo es Kevin Schlieb (Jaden Martell), un muchacho introvertido y callado que descubrirá conforme avanza el metraje que tiene un talento casi innato para tocar la batería. Su enorme paciencia y empatía lo llevarán a escuchar a Hunter vociferar alocados planes para la banda que ambos han fundado: “Skullfuckers”. Una banda que tiene un problema: carecen de un bajista, problema que se acrecentará cuando deciden participar en la “batalla de las bandas” un evento que, de acuerdo a Hunter, los puede catapultar a colocarse junto a los grupos a los que el chico admira con devoción absoluta.

En la búsqueda por un bajista Kevin conocerá a Emily (Isis Haiworth) una chica que encuentra en la práctica del cello una salida para huir de los demonios que le acechan debido a un problema para controlar la ira. Kevin no solamente caerá perdidamente enamorado de la chica, sino que verá en ella al potencial tercer integrante de la banda, pues la incorporación del cello no solamente llenará el vacío del grupo sino que dotará a Skullfuckers de un sonido diferente, único, que les llevará a tener más posibilidades de enfrentar el concurso de talento. Pero para lograr que la chica se convierta en la tercera pieza del engranaje tendrá que enfrentar las reticencias de Kevin quien no solamente no tiene la capacidad para entender que el Cello puede ser tan metalero como cualquier otro instrumento, sino que deberá vencer a sus propias limitaciones sociales para aceptar a alguien más dentro de su cerrado círculo.

Detrás de un aparentemente convencionalismo, Metal Lords en realidad es una muy inteligente comedia que pone a discusión diversos asuntos inherentes a la adolescencia y a la relación que los integrantes de este grupo de edad tienen con todo y todos los que los rodean. La búsqueda de una identidad propia sería el primero de ellos, un proceso que no está exento de momentos dolorosos, de golpes contra paredes sociales que dejan cicatrices cargadas de experiencia. El gusto de Hunter por el Metal es genuino pero también es una válvula de escape al poco entendimiento que tiene con su padre; es igual una manera de sentirse original en un mundo con la tendencia a la uniformidad y en el que éste tipo de música comienza a resultar anacrónica, fuera de las modas por lo tanto ideal para alguien que necesita marcarse como original, diferente, único para vencer a sus propias inseguridades. Kevin por su parte seguirá a Hunter en su cruzada por el Metal simplemente porque para él la amistad es incondicional, porque de alguna manera percibe que sin él su amigo estaría perdido, pero al mismo tiempo irá sintiéndose cada vez más seguro mientras va adentrándose en la música, en la práctica de la batería. El arco de transformación del personaje se enriquecerá con la llegada de un interés amoroso representado por la figura de Emily, eso lo obligará a poner en una justa balanza su relación con Hunter mientras va ampliando su círculo social gracias a las buenas reacciones que genera su creciente reputación como baterista.

Emily es quizá el personaje más intrigante de la triada de protagonistas de Metal Lords. Una chica al extremo tímida que pasa completamente inadvertida. Kevin se fijará en ella cuando en un ensayo de la banda de música de la escuela tiene un arranque de ira y aventará el clarinete al campo mientras discute con el director de la orquesta. A partir de entonces se va desdoblando un personaje muy complejo, alguien que padece de un trastorno metal. El tema es abordado con mucha inteligencia y naturalidad por Peter Sollet quien tiene la capacidad para no dejarse llevar por el evidente dramatismo de la situación sino que la inserta con mucha habilidad en el tono que tiene la película. La relación con Kevin va a convertirse en un catalizador para que Emily enfrente a su padecimiento con mayores herramientas emocionales, sin dejar a un lado el hecho de que la estabilidad afectiva no necesariamente se convierte en un reemplazo de la medicación que debe tomar constantemente para no recaer en sus arrebatos de un enojo prácticamente incontrolable.

No será el único aspecto relacionado con trastornos mentales y/o emocionales presentados en la película. Confundido e incapaz de entender a su hijo, el padre de Hunter terminará por llevarlo a una institución que atiende a jóvenes que tienen algún tipo de problema de esa índole, planteando una duda en el espectador: ¿es ello realmente necesario, cuando recurrir a una solución extrema que al final puede resultar en contraproducente para el joven? Sollet planteará una respuesta muy ingeniosa ante tal interrogante, una que tiene también que ver con el Metal, con la música y con lo que sucede con aquellos que por alguna razón no llegan a instalarse en el panteón de los grandes consagrados del género.

El guion presenta situaciones sumamente ingeniosas y Sollet las resuelve con mucha naturalidad. La relación que se va formando entre Kevin y Emily si bien tiene todas las características, las inseguridades, los miedos y la ternura de un primer encuentro con el amor, no se convierte en un asunto meloso sino que Sollet brinda un honesto recital fílmico en el que las frases, los encuadres y las actuaciones generan una inmediata empatía del espectador hacía los chicos mientras su relación se desarrolla. Lo mismo sucede con la antipatía que Hunter sentirá en un principio hacía Emily no solamente porque considera que el Cello no es un instrumento idóneo para el Metal, sino porque la siente como una amenaza que puede interferir en la amistad que tiene con Kevin, es decir con su único soporte emocional, con la única relación significativa en su vida a pesar de que por momentos abuse de la misma. Lo que sucede entre Hunter y Emily será también parte de un interesante subtexto en el que se ponen a prueba la escala de valores de ambos personajes y su capacidad para transformarlos en algo más positivo.

Tal y como lo hiciera hace algunos años Richard Linklater en School of Rock, Metal Lords también se valdrá de un uso muy inteligente de los clichés relacionados a la música para destacar varios aspectos de su historia. Pero a diferencia de la película protagonizada por Jack Black en la que el protagonista introducía a un grupo de niños al rock con fines más didácticos e iniciáticos, Metal Lords complejiza aún más la situación al presentar a adolescentes que no usan a la música como un elemento formativo sino que ésta se convierte en un mecanismo de búsqueda de un lugar propio, de entender que el pentagrama puede ser el camino a nuevas formas de socialización, que los acordes, los riffs, pueden tener significados más profundos que los meramente sonoros. Al final Metal Lords es una hermosa declaración de amor a la música y a una de sus expresiones más incomprendidas, una de las más atacadas y que parece perder terreno ante otras que irrumpen con fuerza en una industria más enfocada hacía la facilidad y a lo efímero que a generar propuestas originales y capaces de crear una satánica y maravillosa mitología alrededor de chamarras de cuero, estilos andróginos, otros monstruosos y que esconde detrás de una aparente violencia toda una proclama de principios y actitudes que irradian un genuino, reverente y amoroso apego a quienes profesan la misma fe en los héroes de las guitarras y las estridentes baterías.

Metal Lords está disponible en Netflix.

Compartir artículo:
More from David Moreno
In Memoriam, Carrie Fisher
Carrie Fisher (1956-2016): un sentido homenaje a la Princesa Leia, nuestra princesa…...
Read More
Join the Conversation

2 Comments

  1. says: Roger Flores

    Me gustó mucho esta película, sobre todo porque en esta, la musica es un medio para romper esquemas sociales y encontrar una identidad. No hay proselitismo, ni mucho menos. Incluso, sin ser “metalero” de nicho, esta película resulta entretenida, pues muchas de las referencias son ligeras, pero destaco la banda sonora: la creación de un tema inédito que le otroga más peso y originalidad a la trama. Probablemente, la única secuencia donde sea necesario ser roquero para comprender el asunto es en la fiesta en la piscina, cuando Kevin es aconsejado por algunos personajes muy populares dentro de la escena del metal. 8/10

Leave a comment
Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *