Esta imperdible edición conmemorativa de Nitro Press incluye la emblemática novela de José Agustín y una sección de Special Features con fotos familiares del autor, memorabilia y textos íntimos de sus hijos Andrés y José Agustín Ramírez, de su sobrina Yolanda de la Torre, así como de los escritores Mauricio Bares, Fernanda Melchor, Iván Farías, y un estudio de Hernán Lara Zavala.
Además de su talento nato para escribir historias, forjar un estilo y dejar testimonio del despertar de toda una generación en el siglo XX, José Agustín tuvo la capacidad de hacer y forjar lectores.
En un país donde la lectura se indigestaba, los libros del maestro fueron el estandarte de una voz que no hallaba su propio tono e identidad en la sociedad. “La tumba”, ese libro destinado a ser el Nuevo Testamento de la literatura mexicana tenía algo de parricida: en este Evangelio Beat no se sacrifica al hijo, sino a los numerosos padres literarios. José Agustín rompe y bifurca la tradición literaria posrevolucionaria: adiós caciques, haciendas, caballos, balazos, charros, peones, revueltas, emboscadas, etcétera… Todo quedó enterrado.
Como aquella portada icónica del Sargento Pimienta de Los Beatles, donde ellos mismos asisten vestidos de negro al entierro de su propia música para testificar el nacimiento de un sonido conceptual de la banda del Sgt. Pepper y sus corazones solitarios. Así, como ellos, un joven de 16 años tuvo el arrojo de escribir un libro iniciático, pero no por ello incipiente. “La tumba” cobra vida en cada página. Esa precocidad y genio de un joven que ya escribía novelas desde el quinto grado de primaria enterró la tradición y cortó el listón de la contracultura. Juan Rulfo lo dijo mejor: “La tumba es una de las obras que liquidarán el pasado”. Y así fue.
No se puede entender aquel México de los sesenta y setenta sin la obra de José Agustín. La identidad, o la búsqueda de esa identidad, marcaría los libros del maestro. Es decir, el existencialismo filosófico que escritores europeos habían incrustado en el pensamiento moderno: Jean-Paul Sartre principalmente, pero también Albert Camus, Simone de Beauvoir, Friedrich Nietzsche, André Gide y, por supuesto, Carl Gustav Jung, cuya influencia derramaría en la obra que hoy nos ocupa: “Se está haciendo tarde (final en laguna)”.
Esa constante búsqueda de la identidad la padece el personaje principal de su segunda novela, “De perfil”, considerada por muchos entre las tres de sus mejores obras, concebida a los 20 años y publicada cuando el maestro tenía 22 cumplidos. “De perfil” irrumpió con todos los isótopos fisibles del uranio: una tremenda explosión narrativa. Pese a que la crítica la desdeñó por el uso del lenguaje, la novela aún continúa leyéndose desde todos los frentes posibles.
Con “De perfil” José Agustín se consolidó como escritor, aunque los detractores de este nuevo amanecer literario se resistían a aceptarla como literatura. ¿Por qué? Simple: se hacía alusión explícita a las drogas, al sexo y al rocanrol. Entonces surgió el mote, esa insufrible etiqueta que le husmeó los pantalones hasta el día de su muerte: la literatura de la onda.
Recuerdo leer “De perfil” a mis 18 años: fue toda una revelación. Muchos escritores lo somos gracias a esa novela, específicamente. Me acuerdo haberla terminado de leer y ya quería que todos mis amigos la leyeran, me desesperaba por hablar de ella, escribir sobre ella; en un mundo donde no existía el internet ni los teléfonos celulares, llevaba en la mano “De perfil” a todos los lugares adonde fuera. Hoy conservo ese libro como una reliquia de mi juventud, pese a que cuando la leí en 1996 ya se habían cumplido 30 años de su publicación. Y si una novela causa los mismos efectos 50 o 100 años después de su concepción en generaciones diferentes, caray, entonces estamos hablando de genios literarios.
Hoy estamos presentando y recordando quizá la novela con la que José Agustín alcanzó el paroxismo experimental. Esa búsqueda incesante de la identidad frente al poderoso nihilismo y existencialismo de la época tuvo su momento culmen con “Se está haciendo tarde”. Un día en la vida de cinco individuos disímiles que llevan al límite las relaciones humanas bajo el acecho de las drogas y la rebeldía. Rafael, Virgilio, Francine, Gladys y Paulhan, son los encargados de llevarnos a esos infiernos rabiosos de realidad confusa, espasmos ilusorios, proyecciones agónicas, vaticinios difusos, retóricas hilarantes y vacíos sexuales, bajo el cielo paradisiaco de las playas de Acapulco.
La fuerza narrativa de esta obra se centra en su capacidad de practicar una necropsia a la juventud que se resistía a dejar de serlo, una juventud que negaba la realidad con cada toque de mota o con ácidos o alucinógenos. Fernanda Melchor la describe como “una voz literaria capaz de atravesar la superficie aparentemente imperturbable de lo cotidiano y alcanzar ese chiclocentro oscuro, denso y repugnante, que todos ocultamos en nuestro interior”.
El lenguaje cobra vida en las narraciones de José Agustín, es un personaje más. Es un lenguaje cotorro, lleno de guiños a la jerga juvenil setentera, matizado con todo el ingenio tanto de la ciudad como de la costa, una reverberación lingüística donde confluyen el español, inglés y francés, representados en sus cinco personajes.
Fue precisamente con José Agustín cuando leí por primera vez un albur en una obra literaria. No sé si el maestro fue el primero en atreverse a escribirlo o yo fui el ingenuo que lo leyó por primera vez en una de sus obras: En “De perfil”, el protagonista y Ricardo rentan unas bicicletas. Como buenos adolescentes, transitan a toda velocidad jugando carreritas. En algunas ocasiones, el protagonista se le cierra a Ricardo, obligándolo a bajar la velocidad y gritarle improperios ante su atrevida acometida.
Finalmente, el objetivo se cumple: Ricardo derrapa varios metros en el suelo ante la mirada reprobatoria de todos los presentes. El amigo del protagonista grita y llora desconsoladamente al ver su rodilla hecha trizas tras el canalla cerrón de su compañero. Entonces comienza a dirigirle una rencorosa perorata donde termina diciendo “¿eso querías, cabrón, que me pusieran como camote?, pues se tizo, por lo pronto ya me superjodiste la rodilla bien y bonito y en la casa me van a poner como Soberano Infeliz Camote. Yo estaba muy serio (narra el protagonista), pero algo muy fuerte (fuertísimo) me hizo decir: ¿por qué no te sientas?”
Y del albur José Agustín nos lleva a momentos más que reflexivos, filosóficos. En “Se está haciendo tarde”, nuestro autor revela a través de una radiografía existencial el tema de la identidad. ¿Quiénes somos? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Estamos dormidos, soñando o estamos despiertos? ¿La vida es sueño?, como decía Calderón de la Barca. O ¿primero sueño?, según Sor Juana Inés de la Cruz. Rafael, protagonista de “Se está haciendo tarde”, tiene una epifanía y dice: “Ahora resulta que no advierto a qué horas suceden las cosas, y se supone que estoy despierto, consciente. No hay duda de que uno vive en la inconsciencia cuando más cree estar despierto”.
Pues bien, 51 años después de que el maestro José Agustín escribiera esta atávica novela, aquí estamos despiertos y conscientes de que su legado permanecerá aún después de su muerte. Siempre me dio un poco de sano coraje que José Agustín fuera considerado un escritor menor por la curia intelectual, como si la literatura tuviera peldaños o escalones. Es o no es. Aquí no se trata de profetas, como en la Biblia, donde los hay menores y mayores. Y aunque así fuera, el profeta Jonás, llamado profeta menor, es mucho más conocido que Jeremías, profeta mayor, por ser el hombre que pudo vivir en el interior de un gran pez tres días y tres noches y vivir para contarlo.
José Agustín escribió en las fauces de ese pudor literario que le miraba por encima del hombro. Ese que le etiquetó “literatura de la onda” y que se la pasó rechazando toda su vida. José Agustín es más que onda. Es literatura. Literatura pura. Cincuenta y un años después de que se lo tragara el gran pez de la onda, aquí estamos reunidos, conscientes y despiertos para contarlo.
*Este texto fue leído durante la presentación de “Se está haciendo tarde (final en Laguna)” en la Feria Internacional de la Lectura Yucatán 2024. Durante el evento se presentó una entrevista realizada a José Agustín en su hogar en Cuautla. Aquí te compartimos el video.